El fiscal descarta la piedad aducida por el acusado de decapitar a su madre en junio de 2014
El fiscal ha descartado este miércoles que el acusado de decapitar a su madre en junio de 2014 en la capital grancanaria lo hiciera por piedad para acabar con las dolencias que sufría, algo que no considera demostrado, y ha sostenido que le dio sedantes sólo para facilitar el crimen.
En la tercera sesión del juicio que se ha celebrado en la Audiencia de Las Palmas, el fiscal Pedro Gimeno ha mantenido la condena que inicialmente pedía de 18 años de prisión por el delito de asesinato con el agravante de parentesco y un único atenuante, el de confesión de los hechos, pues ha considerado demostrado que fue consciente de lo que hacía cuando la mató.
El procesado, Domingo Martín S.J, merece ser condenado y estar en prisión porque supone un “peligro” social, ha señalado al tribunal del Jurado Gimeno, quien también ha considerado que la muerte de María Rosario J.G, no era la respuesta adecuada para acabar con los problemas económicos como alegó el acusado cuando confesó los hechos a la Policía y los relató a los peritos forenses.
Su abogada, Isabel Martínez, ha reclamado al tribunal una condena de 12 años de prisión por un delito de homicidio al que añade dos atenuantes, el de confesión y el derivado del trastorno de personalidad, que unido a una anomalía como es la disforia de género, según la letrada, suponen una disminución de su responsabilidad.
La letrada ha aludido a sentencias del Tribunal Supremo que consideran como atenuante el trastorno de personalidad cuando es grave y se une a otras anomalías patológicas, si bien las médicos forenses han querido dejar claro este miércoles al Jurado que la disforia de género ya ha dejado de ser considerada como un trastorno mental por la comunidad científica, porque puede producir malestar pero no es una enfermedad mental.
El fiscal ha sostenido que, tras el discurso de la supuesta piedad del procesado, subyace un rencor hacia su madre por no admitir precisamente su disforia de género y no acabar con la relación con su padre, que supuestamente la maltrataba.
Así mismo, ha considerado que ha quedado probado que el acusado suministró la noche anterior y la mañana del crimen pastillas de Aneurol a la víctima, a la que tras quedar adormecida puso en el suelo en el salón de la vivienda que ambos compartían en el barrio del Secadero, y asestó más de una docena de hachazos hasta que la decapitó.
Las dos médicos forenses que practicaron la autopsia han sostenido que por los análisis practicados la víctima no estaba “ni dormida ni inconsciente” cuando fue atacada por su hijo y han señalado que por “lógica” le suministró esas pastillas para asegurar su muerte.
Las peritos han calificado de “escena dantesca” la que hallaron en la vivienda del acusado, pues la víctima recibió entre 12 y 15 golpes con el hacha. El primero, a la altura de los ojos, no fue mortal, pero el resto sí y todos ellos presentaban signos de vitalidad, por lo que han descartado que se trate de un “homicidio piadoso”.
Las médicos han explicado que la decapitación causa la muerte de forma rápida pero no inmediata y que se calcula que el cerebro percibe el dolor durante 15 segundos tras la separación de la cabeza del cuerpo, según un estudio al que han aludido.
Estas peritos, que también efectuaron un examen psiquiátrico al acusado, han descartado que sufra patología alguna que pueda comprometer su capacidad cognitiva, y han llamado la atención en la falta de “arrepentimiento real” del procesado, quien es capaz de relatar su agresión con la misma naturalidad con la que cuenta que había matado por piedad.
El acusado, que no quiso declarar al inicio del juicio, sí ha hecho uso de su derecho a la última palabra para describir a su víctima como una “gran madre” que “tenía grandes valores” y era un “ejemplo de vida”, así como que no pudo “tener una mejor”.