La historia de Donostia está marcada por dos grandes tragedias: la primera fue el gran incendio de 1489 que provocó la conversión de una villa de madera en una ciudad de piedra. La segunda es el gran incendio del 31 de agosto de 1813 durante el asalto de tropas inglesas y portuguesas a la ciudad en el contexto de la Guerra de Independencia frente a los franceses. En los dos casos, la ciudad supo reinventarse: en el lejano siglo XV se optó por fortificar la plaza y crear un pequeño centro de piedra; en el XIX Donosti optó por desbordarse del perímetro de las viejas murallas medievales y convertirse en lo que es hoy: un ejemplo de la pujanza de las élites comerciales e industriales. La San Sebastián liberal de la segunda mitad del XIX se convierte en capital de provincia y en balneario de la familia real durante los veranos. Es el punto de arranque de un proceso de renovación urbana y crecimiento económico que convierten a la vieja Donostia en la perla del norte.
Nos habían recomendado de manera insistente el Botanika (Paseo del Árbol Gernika, 8) para desayunar. Y es una buena manera de iniciar un segundo día de paseos por Donosti (ver iconos de color morado en el mapa) y descubrir el conjunto Modernista-Romántico que marca los años de la ‘Belle Epoque’ donostiarra. La consolidación de San Sebastián como ciudad balnearia en la segunda mitad del XIX provocó el derribo de las murallas y la reordenación del enorme ‘arenal’ que se extendía frente a los muros de la vieja villa medieval. Durante 50 años se construye una ‘pequeña París’ entre el Boulevard Zumardia (donde estaban los lienzos de las defensas medievales) y la Plaza del Centenario.
Justo en el entorno de la Plaza del Centenario (aquí puedes ver un monumento dedicado a la memoria de la regente María Cristina, la primera en pasar sus ‘vacaciones’ de verano en la ciudad) se construye uno de los ‘templos’ imprescindibles de cualquier ciudad liberal: la Estación del Norte (Plaza Easo, 9) define a la perfección el espíritu de esos tiempos. El diseño es del ingeniero francés René Letourneur y las marquesinas y bóvedas de hierro forjado se encargaron al taller de Gustave Eiffel. Esto era lo primero que veían los burgueses, nobles y grandes industriales que llegaban aquí con el buen tiempo para hacer la ‘temporada’ de verano. Es una buena forma de empezar la ruta. Estamos a unos 20 minutos a pie del Boulevard.
Qué ver en el ensanche de San Sebastián.- Una buena manera de iniciar el paseo es tomar la Calle Urbieta, un ejemplo paradigmático de esa pequeña París que se construyó al socaire del balneario. Edificios de piedra de estilo ecléctico con grandes balcones acristalados y edificios públicos de porte monumental. Como el Koldo Mitxelena Kulturunea (Urdaneta, 9). Este imponente edificio se construyó a finales del XIX como seminario de la orden de los Jesuitas y hoy es uno de los centros culturales más activos de Euskadi (a parte de una joya arquitectónica de primer nivel). Es sólo la carta de presentación de un pequeño núcleo monumental que incluye las calles Urdaneta, San Martín y la Plaza del Buen Pastor. La Oficina de Correos (Urdaneta, 7), la Catedral del Buen Pastor (Urdaneta, 12) y el frente de edificios que forma la Plaza del Buen Pastor deja a las claras el modelo parisino del ensanche donostiarra. Esta ilusión parisina continúa en lugares como la Plaza de Bilbao o la Avenida de la Libertad.
Los ejemplos de buena arquitectura que se concentran en este pequeño espacio de urbanismo de Primera son numerosos: Prim, 17; Prim, 28; Prim, 33; Urbieta, 38; Urbieta, 8; Zubieta, 1; Larramendi 1; el Mercado de la Bretxa (Plaza de la Bretxa), ya en pleno casco histórico… El listado de buenos ejemplos de arquitectura que salpican esta zona de San Sebastián son muchísimos. Otro conjunto interesante es el que rodea la Plaza Gipuzkoa, con el precioso edificio de la Diputación Foral como buque insignia.
Los iconos de la ciudad burguersa.- Ya hemos visto que el espacio privado de Donostia está dominado por la buena arquitectura. Otro tanto sucede con los grandes espacios públicos. A los ejemplos anteriores hay que añadir el paseo que forman las riberas del Urumea (Paseo Árbol de Gernika; Paseo de los Fueros y República Argentina) donde se encuentran las dos grandes infraestructuras de aquella ciudad balneario de finales del XIX y principios del XX: el Hotel María Cristina (República Argentina, 4) y el Teatro Victoria Eugenia (República Argentina, 2) que ejemplifican a la perfección el lujo de la Belle Époque donostiarra que tuvo su cénit entre el inicio de la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil española. El Urumea, atravesado por puentes monumentales de inspiración parisina, guarda la tercera joya que pone de manifiesto el esplendor de hoy: el Palacio de Congresos y Auditorio del Kursaal (Zurriola, 1), una obra maestra de la arquitectura de vanguardia firmada por Rafael Moneo.
Un paseo por el Gros y la Playa de Zurriola.- Surf y pintxos. El barrio de Gros nació como polo industrial de la ciudad en contrapunto a la ciudad aristocrática y burguesa pero hoy es la zona de moda de Donostia gracias a su ambiente joven, el surf que se practica en las aguas bravas de Zurriola y los pintxos. El barrio cuenta también con grandes iconos arquitectónicos. El más notables es el Auditorio y Palacio de Congresos Kursaal (Zurriola, 1), el símbolo de la Donostia vanguardista y puntera, aunque en las calles del barrio hay otros lugares que ver que hablan de la década de los 30 del pasado siglo cuando el racionalismo fue dejando atrás los excesos decorativos de las décadas anteriores: como el Puente de Zurriola (acceso desde Reina Regente); el Edificio La Equitativa (Zabaleta Kalea, 1), la llamada Casa de los Solteros (De Lapurdi Plaza, 1) con un interior alucinante o la llamada Gasolinera de Mocoroa (Avenida de Navarra, 5), que es otro ejemplo de racionalismo notable. Pero más allá de los edificios, el barrio presume de playas y de rivalizar con el centro en la calidad de sus pintxos.
Subir al Monte Ulia.- Este monte cubierto de bosques cierra la ciudad por la banda de poniente en un atalaya que permite ver toda Donosti y, a su vez, los impresionantes acantilados de Ulia, un espacio natural que se extiende hacia el este buscando ya la ría donde se aposta el Puerto de Pasajes y el cinturón de ciudades industriales que culminan en la vecina Irún. En este lugar puedes ver algunos restos históricos de baterías militares, algún molino, casonas…
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