Blanca Ares: la líder de una generación (1988-1994)

Blanca Ares, en primer término y con la Copa, posa al llegar a España tras lograr el título en el Eurobásket de Italia 93. En la imagen aparecen Cebrian, Xantal, Valero (fila superior); Ferragut, Messa, Grande, Alonso (segunda fila); Mújica, Sánchez, la fisioterapeuta Valbuena, Geuer (tercera fila); Álvaro, el seleccionador Coloma, la delegada Coro Domínguez, Ares y el segundo entrenador, Joaquín Brizuela.

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Santa Cruz de Tenerife —

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Biografía

BiografíaBlanca Ares Torres (Madrid, 30-12-1970)

Selección española: 27-5-1988 / 12-6-1994 (Debut / despedida)

Veces internacional: 126 (82-44 victorias / derrotas)

Puntos: 1.803

 

Torneos oficiales:

Preolímpico Singapur 88 (Eliminada)

Preeuropeo Atenas 90 (Eliminada)

Juegos Mediterráneo Salónica 91 (Oro)

Preeuropeo Helsinki 92 (Clasificada)

Juegos Olímpicos Barcelona 92 (5º)

Eurobásket Italia 93 (Oro)

Juegos Mediterráneo Lattes 93 (Bronce)

Mundobásket Australia 94 (8º)

El premio a la constancia

El premio a la constanciaBlanca Ares no era la jugadora más alta ni la más rápida. Y tampoco era la más talentosa ni tenía una habilidad especial en el tiro, el rebote, el pase o la defensa... pero fue la mejor baloncestista española de su generación, una de las mejores aleros del planeta FIBA y la líder de los primeros grandes éxitos de la selección femenina: un oro en los Juegos del Mediterráneo de Salónica, el quinto puesto –que entonces supo a poco– de Barcelona 92 y el oro en el Eurobásket de Perugia al año siguiente... Todo nació con una mentira suya y un traslado laboral de su padre.

Un mal curso siendo niña y cuatro suspensos en junio hicieron que a Blanca la castigaran un verano a recuperación en el colegio San Estanislao de Kostka, donde conoció a Eva, niña que jugaba en el Canoe. Y como Blanca nació siendo Blanca, le salió la vena y yo más. Así que le dijo que ella jugaba “en el Real Madrid”, que ni entonces ni nunca tuvo equipo de baloncesto femenino. Fernando Vidal, técnico del Canoe, pensó que una chica con tanto descaro merecía pasar una prueba... y la cogieron. Aunque duró poco en la cancha de Pez Volador y disfrutó más de la piscina que del baloncesto. “Ese mismo año trasladaron a mi padre [trabajaba para El Corte Inglés] a Las Palmas y nos fuimos a Canarias”, apunta.

En Gran Canaria topó con Domingo Díaz, alma mater del CB Islas Canarias, que se encontró con una niña rubia de 180 centímetros a la salida de un colegio y le propuso jugar a baloncesto. Blanca no tuvo que mentir, pues podía afirmar que era jugadora del Canoe. “Le dije que sí porque acababa de llegar y lo vi como una forma de conocer gente y hacer amigos”, apunta Ares, quien no oculta su agradecimiento: “Siempre he dicho que Mingo y Bego [Begoña Santana] me lo enseñaron todo. Cogieron a una chiquilla que no había hecho deporte en su vida y la transformaron en jugadora de baloncesto. Además, forjaron mi carácter y mucho de lo que soy como persona se lo debo a ellos”.

Junto a Oranda Rodríguez o Patricia Hernández, que también serían internacionales, Blanca coleccionó títulos nacionales en las categorías inferiores, pero se queda con un campeonato juvenil ganado con carácter: “Llegué lesionada, con el tobillo como el de un elefante y ni siquiera el estelero mágico de Begoña arregló aquello, así que tocó apretar los dientes y jugar con dolor”. Por el camino, se hizo con un hueco en el primer equipo, en el que debutó con quince años y no tardó en consolidarse como titular. “El Kerrygold era el mejor lugar en el que podía caer, porque Domingo y Begoña eran especialistas en formar jugadoras... aunque luego, por falta de medios, no las podían mantener”, expone.

“Nunca imaginé lo que vino después”, explica la alero canaria, fija en las selecciones nacionales inferiores: europeo cadete de Polonia en el 87, europeo júnior de Bulgaria en el 88... y mundial júnior de Bilbao en el 89, “una cita en la que había jugadoras de un nivel increíble y en la que competí de tú a tú contra las mejores del mundo de mi edad, entrando en el quinteto ideal del mundial con gente como Danira Nakic o Lisa Leslie”. Para entonces, Ares ya había debutado con la selección absoluta, “un sueño hecho realidad para cualquier deportista que ame su país”, aunque en su primera competición, el preolímpico de Singapur, España no tuviera opciones de acudir a los Juegos de Seúl.

Blanca se despidió del Kerrygold en la primavera de 1988, tras una histórica semifinal de playoffs ante el Tintorreto de la gigante (2,12 metros) Semenova, que marcó el techo de un equipo eliminado cuando se asomaba al título liguero: “Mingo y Bego llevaron al Kerrygold lo más lejos posible con los medios que tenían, pues había muchos equipos con más presupuesto”, explica una jugadora que coleccionó “más alegrías que tristezas a lo largo de su carrera”, aunque admite que “nunca me ha gustado perder. No recuerdo haber llorado mucho por culpa del baloncesto, pero nunca me gustó perder. Incluso ahora, nadie quiere jugar a las cartas conmigo... porque soy insufrible cuando no gano”.

Acabada la etapa del Kerrygold, Ares inició una concentración con el llamado equipo olímpico que duró cuatro años. Aunque compitió en la liga española con los nombres de Caja Toledo o Banco Exterior, el objetivo de ese grupo, dirigido por el seleccionador nacional Chema Buceta, era preparar los Juegos de Barcelona 92. “Fue muy duro. Sufrimos mucho y sacrificamos nuestra vida personal. No había vacaciones ni casi tiempo para el ocio, pues todo era entrenar. Fue una concentración brutal a nivel físico y sobre todo mental. Y, además, había dos grupos diferenciados, con niñas de 16-17 años junto a mujeres de casi 30. Yo pertenecía a las pequeñas... y para nosotras aún fue más duro”, explica.

A lo largo de cuatro años, el equipo olímpico alternó su presencia en la liga española y distintas competiciones europeas con giras por medio mundo y hasta una participación en el I Campeonato del Mundo de Clubes, jugado en Sao Paulo. Y Blanca se convirtió en la líder indiscutible de un colectivo que creció año a año: no logró plaza en el Eurobásket 91, pero aprovechó ese vacío para lograr la medalla de oro de los Juegos del Mediterráneo de Salónica. Por el camino, Ares incrementó su peso en la selección: 3,6 puntos en el preolímpico de Singapur (1988), 10,8 en el preeuropeo de Atenas (1990) y 15,8 tantos de promedio en la cita griega (1991). Y la actividad también se incrementó.

Así, España cerró el curso previo a los juegos ¡con 37 partidos de preparación!, incluyendo los disputados en el preeuropeo de Helsinki, en el que Ares se fue a los 17,8 puntos por partido, pero sólo una carambola dio a España plaza en el Eurobásket de Italia 93. Y así, la selección llegó a Barcelona con dudas que pagó con una derrota (63-66) en la jornada inaugural ante China, a la postre medalla de plata. “Nosotras pensábamos erróneamente que jugar en casa resultaría un plus y al final no lo fue. La presión de jugar ante tu gente y en tu país nos pasó factura”, agrega Blanca, quien lideró al equipo en puntos, asistencias y robos, siendo la segunda mejor reboteadora tras Geuer.

Pasado un cuarto de siglo, mantiene la sensación de que “España no era peor que China [plata olímpica]. Éramos mejores, pero ellas jugaron sin presión”. “El diploma de los Juegos nos supo a poco. Esperábamos más... y merecíamos más por nuestro trabajo, pero nos pesó la responsabilidad. Éramos jóvenes y no supimos gestionar tantas emociones”, agrega una jugadora que cree que “en otro país, igual hubiéramos ganado una medalla”. De hecho, lo hicieron al año siguiente en el Eurobásket de Italia, en el que Ares aportó 19 puntos por partido al título continental y una exhibición en la final ante Francia (63-53), con 24 puntos y 14 tiros libres convertidos de 19 lanzados [más que todo el equipo galo].

Elegida para el quinteto ideal del Eurobásket, Ares ve aquel oro como “la culminación al trabajo hecho durante cuatro años y esa medalla que merecimos y no pudimos lograr en 1992. La historia nos la debía y, a nivel colectivo, fue la mejor experiencia que tuve con la selección, pues nunca se llegó tan lejos”. Además, entiende que el título continental “abrió el camino al resto de éxitos que vinieron después. Pusimos en órbita el baloncesto femenino, al que antes no se le había prestado mucha atención. Ese oro fue muy importante y creo que hay que destacar esa labor pionera”. Eso sí, la siguiente medalla femenina en una gran cita oficial tardaría casi dos décadas en llegar.

Un bronce en los Juegos del Mediterráneo a los que España acudió aún con la resaca del oro europeo y un octavo puesto en el Mundobásket de Australia 94 tras tutear o arrasar a Brasil y China –los dos finalistas de aquella competición– pusieron fin a la etapa de Ares con la selección nacional. Durante seis años, participó en 126 de los 127 partidos que jugó España en ese período y se despidió de forma inesperada: con 23 años y tras meterle 36 puntos a Brasil en la derrota (87-92) ante el futuro campeón mundial que dejó a España sin medallas. “Empecé muy joven, me sacrifiqué, me perdí muchas cosas en mi vida, me marché de casa muy pronto, no tuve tiempo de estudiar, de cultivarme, de crecer como persona…”, explica.

“Comprendo que a muchas deportistas les compense, pero a mí, sinceramente, no lo hacía. Un problema familiar lo desencadenó todo y después no me sentía con fuerzas de volver. Jamás me arrepentí y la vida me ha recompensado”, agrega Ares, quien recuerda su época de estudiante de Publicidad junto a la también olímpica Marina Ferragut, “cuando se nos saltaban las lágrimas en el coche porque, en lugar de quedarnos con nuestros compañeros al acabar las clases, salíamos escopetadas hacia tres horas de entrenamiento”. Eso sí, aún haría carrera en los clubes: una Copa de la Reina con el BEX ante el imbatible Godella, así como dos ligas y una Copa –ganada además a su Sandra Gran Canaria– con el Costa Naranja.

“Valoro todos los títulos porque siempre son el colofón a un trabajo bien hecho y la recompensa a mucho sacrificio”, agrega Ares, que cerraría su carrera en la campaña 96-97 con un doblete nacional –liga española y Copa de la Reina– con el Pool Getafe a las órdenes del exseleccionador masculino Antonio Díaz-Miguel. Eso sí, se retira con 26 años al estilo Ares, formando parte del quinteto ideal del año en Europa y tras un curso casi inmejorable: 22 victorias y cero derrotas en la liga española y un 13-1 en la Copa de Europa antes de un accidente ante el Wuppertal alemán. “Cuando me di cuenta de que el baloncesto se había convertido en un deber en lugar de un placer, vi que era el momento de decir adiós”, resume.

“A la pérdida de motivación se unió el hastío de ciertos personajes que en su momento manejaban el baloncesto femenino nacional”, agrega Blanca, que “quizás” se retirara con la Copa de Europa como asignatura pendiente, tras ser finalista de la competición en el curso 94-95 con el Costa Naranja. Ni siquiera la WNBA le hizo cambiar de opinión, “pues era feliz en España, con mi familia y mis amigos”. Con “un dinero bien invertido, una carrera universitaria y ganas de hacer otras cosas”, trabajó cinco años en Canal+ como comentarista de la liga (masculina) de baloncesto, escribió un libro, estudió idiomas y se dedicó al mundo del seguro un año, “para adquirir conocimientos, pero no me gustó”.

Especializada ahora en el mundo de los negocios y el sector inmobiliario, “algo que me llena y que hace que la gente confíe en ti”, mantiene su capacidad de socializar... pese a que nunca fue políticamente correcta. “Me autocontrolo, pero odio la hipocresía y doy mi opinión de lo que conozco”, agrega la líder de la primera generación de oro del básket femenino, quien define a la actual selección “como un equipazo cohesionado, con mucho trabajo detrás y que transmite buen rollo, algo básico para lograr buenos resultados. Han formado un núcleo duro alrededor de la que considero la mejor jugadora española de la historia, Alba Torrens, que se entiende a la perfección y en la que cada una sabe cuál es su papel”.

“Hay un gran respeto a las jerarquías”, recalca Ares, a quien le agrada que el Mundobásket se celebre en Tenerife, “donde el baloncesto femenino ha sido siempre muy seguido”. Casada con Sergio Scariolo, seleccionador masculino de baloncesto, reside en Marbella (Málaga) y tiene dos hijos, Carlota y Alessandro, que juega en la Liga EBA con el Unicaja Málaga. “Tiene algunas universidades americanas dispuestas a becarle”, dice Blanca, pero como ella vivió lo que vivió, asegura que “hará lo que quiera y jugará hasta cuando quiera, igual que Carlota jugó al tenis en su día y ya lo dejó. Son excelentes estudiantes, hablan varios idiomas y tendrán nuestro apoyo hagan lo que hagan”.

Lo dice Blanca Ares, a quien “una trola” siendo niña y un cambio de residencia la llevaron –con muchísimo trabajo– a ser la líder de la primera generación de oro del baloncesto femenino español.

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