85 años de la marcha de Arencibia al ‘Atleti’ por 35.000 pesetas

ACAN

Santa Cruz de Tenerife —

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El que los viejos aficionados aún consideran como el mejor Tenerife de todos los tiempos es el formado por Cayol; Llombet, Morera; Arencibia, Cárdenes, Arocha II; Felipe, Rancel, Chicote, Semán y Luzbel. Ese fue el 'once' que ganó en Les Corts y el Metropolitano al Barça y al Atlético de Madrid en una gira inolvidable a principios de los años treinta; o el que le plantó cara al imbatible Athletic de Bilbao de Lafuente, Iraragorri, Bata, Chirri y Gorostiza; o el que se impuso al Madrid de Zamora, Ciriaco y Quincoces; o el que vapuleó al resto de equipos peninsulares y extranjeros que visitaron el Stadium; o el que ganaba invicto los campeonatos insulares; o el que no tenía rival en Gran Canaria...

Ese Tenerife, ese irrepetible Tenerife, tenía un líder llamado Francisco Martín Arencibia (1911-2004). Hijo de emigrantes, nació en Alquízar (Cuba), se crío en Icod de los Vinos, se formó como futbolista en el Hespérides... y con 18 años ya era una de las figuras del que está considerado el mejor Tenerife de todos los tiempos. Y eso sí, el 30 de noviembre de 1935 fichó por el Atlético de Madrid que ya contaba en sus filas con otros dos canarios: el defensa grancanario Pepe Mesa y el delantero tinerfeño Ángel Arocha. Ese salto al profesionalismo dejó en las arcas de la entidad blanquiazul un total de 35.000 pesetas, que era lo que valía entonces una buena casa en Santa Cruz. Y el “todocampista” acordó un sueldo de 1.500 pesetas mensuales.

Allí, en el Atleti, tras la Guerra Civil española se ganó el apodo de 'El divino calvo' y formó con el grancanario Paco Campos la mejor pareja de interiores de la época. Ambos fueron vitales para que los madrileños (entonces llamados Atlético de Aviación) conquistaran dos títulos ligueros consecutivos. Además, Arencibia alcanzó la internacionalidad absoluta en un período en el que primero la Guerra Civil y más tarde la II Guerra Mundial limitaron hasta casi la desaparición los compromisos de 'la Roja'. Eso sí, antes de ser una referencia en el viejo Metropolitano, Arencibia aún participó en los triunfos del Tenerife ante el Madrid en el verano de 1935... y en el empate logrado en el campo España de Las Palmas, con un público mayoritariamente cercano a los blancos.

Y también fue partícipe de la conquista con el Tenerife del Campeonato Insular 35-36. Ese mismo mes de noviembre, cuando su traspaso ya se daba por hecho, quiso jugar un clásico ante el Salamanca. Y no se escondió: marcó cuatro goles y lideró la goleada (5-2) de los blanquiazules. Y ya con el acuerdo con el Atleti cerrado, sólo cinco días antes de embarcar hacia la Península, aún se alineó ante el Unión en el campo de La Avenida en una delantera formada por Luzbel, Chicote, Arencibia, Semán y Quique. Una vez llegado a la capital de España, en un tiempo en el que no existían ni la necesaria aclimatación ni equipos en construcción, tardó cinco días en debutar en el Metropolitano ante un Athletic de Bilbao que ese curso se adjudicó la Liga.

Y Arencibia no defraudó: marcó un gol, aunque no pudo evitar la derrota (1-2) de los colchoneros. Luego, durante casi una década, totalizó 125 partidos y marcó 45 goles de rojiblanco. Y siempre con un pañuelo sujeto al pantalón y aquel estilo que adquirió en el que, aún hoy, los viejos aficionados consideran el mejor Tenerife de la historia.

(*) Capítulo del libro “El CD Tenerife en 366 historias” de Luis Padilla y Juan Galarza