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El cuento de Adán y Eva

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Los titulares y comentarios machistas de los últimos días sobre Corinna Larsen demuestran, una vez más, que el machismo suele salir a relucir con debates que pueden parecer banales. Nos vemos frente al espejo cuando políticos de nivel nacional llaman “mujerzuela” a la amante del emérito, cuando un torero mantiene una relación con una mujer más joven que él.

Rafael Hernando nos decía hace unos días que Larsen es una “mujerzuela” a la que el emérito le “regaló” 65 millones de euros por amor. Según Hernando, la Casa Real y Juan Carlos I sufren chantajes que están solventando gracias a la gran “valentía” monárquica. A Corinna Larsen se le ha caído la representación bíblica de Adán y Eva encima. La culpa siempre es de las mujeres. Larsen llevó de la manita al Borbón hacia un mundo de tentaciones y desenfreno, y él no tuvo otro remedio que regalarle 65 millones. Por supuesto, el resto de la familia real no sabía nada de esto, ni lo sospechaban, se han enterado por la prensa. A la par que el tuit feminista de Hernando, llegan los titulares sobre la nueva relación de Enrique Ponce, él tiene 40 años y ella 20. Y, claro, ahí las mentes machistas empiezan a cortocircuitar. Nos cuentan que ahora la “biología” y el “instinto” provocan que los hombres de 40 se “busquen” a “carnes más jóvenes para procrear”. Si hay una regla católica más  importante que la teoría de Adán y Eva, esa es que las mujeres estamos programadas biológicamente para procrear y satisfacer los instintos de los hombres. 

Nos rasgamos las vestiduras en redes sociales. Nos posicionamos frente a la igualdad porque es lo que toca, nos manifestamos con minutos de silencio por los asesinatos machistas, pero luego somos los primeros en juzgar a una mujer por la persona con la que mantiene relaciones sexuales, por su pareja o por estar en una situación de poder. Así nos pasamos la vida las mujeres, siempre cuestionadas.

Y en ese bucle de esfuerzos los medios de comunicación tenemos un papel fundamental. No solo por cómo contamos los hechos, sino también por dónde ponemos el foco. No podemos permitir que el machismo se siga escondiendo bajo la firma de columnistas que llaman ‘puta’ a una señora por llevar un vaquero ajustado o por tener relaciones que bajo su criterio no son adecuadas. Y esta premisa, también, es válida en Canarias.

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