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Moneda al aire

Cristóbal D. Peñate

Las Palmas de Gran Canaria —

Paulino Rivero dice que la sentencia que permite las prospecciones en aguas cercanas a Canarias es política. No lo sé, no tengo el gusto de conocer a los magistrados del Tribunal Supremo. Y a pesar de todo, tampoco sé bien si la sentencia es judicial, aunque parezca un contrasentido. Si el fallo fuera puramente judicial no tendría que haber tanta división entre el tribunal: tres a favor y dos en contra. Si los jueces se limitaran a aplicar la ley, cada uno no la aplicaría a su aire. No sé si eso entra dentro de lo político, de lo correctamente político, o de lo judicial.

Cuando una sentencia se fija por los criterios muy personales de los juzgadores, y no con la intención de los legisladores, es casi como tirar una moneda al aire. Todos sabemos que hay jueces conservadores, progresistas y mediopensionistas. Si eso se lleva a las sentencias, los fallos se producen entonces por ideología más que por ley.

Soria se alegró mucho cuando se enteró de que el Supremo había dado luz verde a las prospecciones, aunque ayer debió contrariarse cuando supo que otra sala del mismo tribunal ha dictaminado que la biblioteca que se levantó en la capital grancanaria cuando él era alcalde hay que derribarla por haber sido edificada ilegalmente en un solar destinado a zona verde.

El fallo fue igual de reñido que el del petróleo (3 contra 2), pero la sentencia vale lo mismo. Es como cuando se pierde en el último minuto del partido con un gol de penalti injusto. Fastidia mucho pero te tienes que mamar la tranca.

Soria aconsejó entonces a Rivero que acatara la sentencia sin patalear. Es lo mismo que le toca ahora a él. Eso sí, la indemnización la sufragaremos entre todos los vecinos de la ciudad. Cuando usted o yo cometemos un fallo o un delito, lo pagamos con nuestro dinero. Si lo hace un político, lo pagamos todos.

Es, como el aforamiento, uno más de los tantos privilegios que tienen los cargos públicos en relación con los demás mortales. Ellos también son mortales, pero antes de morir viven como les da la gana. Y mientras, Soria, a lo suyo, a ver si saca petróleo de una vez por todas. Ellos, como la banca, nunca pierden. Siempre les quedará la puerta giratoria.

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