La transformación irreversible

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En un futuro no muy lejano, las mutaciones en las relaciones laborales tendrán un alcance antes desconocido sobre su destrucción, creación y composición. Las versiones distan entre los extremos que se orientan hacia la destrucción de empleo y las tendencias que se sostienen en el crecimiento económico y de la productividad. Pese a la falta de estimaciones convergentes, se sabe que millones de empleos en el mundo serán transformados o, incluso, eliminados. Ahora bien, cuando se cierra una puerta, una ventana se abre, de modo que, ante el riesgo de la pérdida aparecerán oportunidades para que la alternativa transformadora de calidad apoyada en la obtención permanente de competencias y nuevas habilidades pueda imponerse a la supresión de empleos.

La tendencia a la polarización de empleos que, movida por el acelerado, intenso y extenso cambio tecnológico, afecta y afectará cada vez a más sectores productivos, aunque no de un modo idéntico. Tendrá como efecto singular depreciar los empleos de cualificaciones y tareas intermedias, manuales y rutinarias, expulsándolos hacia los empleos de peor calidad con menos necesidad de destreza y, por lo tanto, con disminución de la retribución. En ellos la transformación tecnológica y su eficiencia operativa generará un efecto sustitución. En los empleos de alta calidad, con competencias tecnológicas y demanda de trabajo desarrolladas, el efecto será menor, y se impondrá el efecto compensación donde se supervisan y realizan trabajos intelectuales, creativos, interpersonales.

A partir de aquí, la búsqueda del pleno empleo debe dirigirse, no sólo para alcanzar una baja tasa de paro, sino para lograr cotas más altas de dignidad porque cualquier inserción laboral no es válida si no origina inserción social. Por ello, es necesario garantizar un mínimo de protección, atendiendo a la realidad plural y diversa del mundo del trabajo debido a que la sociedad actual se encuentra inmersa, bien en una interpretación optimista bajo la cual se postula que se avanza hacia una nueva estructura social en una sociedad liberada del trabajo, por medio de una fuerte reducción de la jornada, o bien con la idea de que la sociedad avanza hacia nuevas formas con dependencia intensa. 

En definitiva, la digitalización, que es por propia naturaleza global y comunicativa, permite producir, fabricar, diseñar productos y prestar servicios desde cualquier parte del mundo y en cualquier momento. Las deslocalizaciones han creado, crean y crearán empleo en países emergentes o en vías de desarrollo a precios más bajos. Por ello, se puede asegurar que las migraciones laborales seguirán creciendo en los próximos decenios, provenientes de continentes con aumentos de población en edad de trabajar. Ahora bien, tengamos claro que la transformación es y será irreversible. Ciertamente, ha de valerse de nuevos instrumentos para corregir las inadaptaciones ante las posibles desigualdades crecientes, que se incrementarán por la diversidad y la tendencia a la polarización, aunque aún sean inciertas las magnitudes del efecto sustitución y del efecto compensación sobre el empleo del cambio tecnológico, así como incierto es el tiempo en que se producirán. A partir de aquí la decisión estratégica parece clara: o somos quienes utilizan la tecnología, o somos quienes la crean.

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