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Cacería del funcionario

Juan García Luján / Juan García Luján

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No puede ser. Usted se quita las gafas, se las limpia. Vuelve a mirar a la arena. Sí, es un trabajador que lleva 20 días de baja. Usted se indigna. ¿Qué pasa?, le pregunta su amigo. “No nada”, dice usted, intentando disimular su ira, volviendo a la conversación sobre la crisis económica, sobre la recuperación anunciada por Zapatero. Pero usted está concentrado en su trabajador, aunque no dice nada, porque usted no quiere pasar vergüenza ante su amigo, que también es empresario y, mucho menos ante otro empresario de la competencia.

Después regresa a su oficina. Llama al director de personal, le cuenta lo ocurrido en la playa. Le pide que haga las gestiones pertinentes, que llame a la mutua, que movilicen a un inspector médico. Que se aseguren del estado de salud real del trabajador playero. Que consulten si el médico le mando pasear a la playa o si el trabajador está engañando al médico. Cuando termina la reunión con el responsable de personal usted recibe una llamada. Es su amigo el empresario. “Oye, te pasaba algo esta mañana”. “No, no me pasaba nada, por qué lo preguntas”. “Es que te vi nervioso y distraído”. “Hombre si me hablas de crisis económica, con la que está cayendo, y de ZP anunciando la recuperación, pues me cojo nervios”. “Ah, vale, no entonces nada”. Se acaba la llamada. Usted se queda pensando: “esta empresa la salvo yo, pero a la competencia, aunque sean amigos, no le contaré las debilidades”.

EMPRESARIO B: Ante el mismo hecho usted pudo haber tenido otra reacción. Usted es el empresario B. Supongamos que la empresa no es suya. Que usted es el directivo de esa compañía, pero no está a gusto en ella. Entonces usted, cuando está en la playa con los otros empresarios y ve al trabajador de baja tumbado en la arena piensa “este es la mía”. Y le comenta a sus compañeros de cortado: “fíjense en el tipo que está ahí leyendo un libro. Trabaja en mi empresa, lleva dos semanas de baja por depresión. Miren la cara de felicidad”. “¿Seguro que es trabajador de tu empresa”. “Sí, hay 100 trabajadores y los conozco a todos. Tengo a otros 14 de baja. Esta empresa es un desastre, está llena de gandules”.

Su amigo, asombrado, le responde: “¿cuánto llevas en la compañía?”. “Dos años”. “¿Y qué has hecho para evitarlo”. “No, no he hecho nada. Pero es que esta empresa está llena de privilegiados. Aquí cada uno hace lo que le da la gana. Por eso yo voy a mi rollo. Lo que estoy proponiendo es subcontratar a otras compañías. Si necesitamos personal pues yo propongo recurrir a otras empresas que son más eficaces, con trabajadores que cobran menos, pero que no se les ocurre pedir una baja.” “Pero hombre, le dice su amigo, así no solucionas el problema”. “Y para qué quiero arreglar esta empresa, si dentro de dos años pienso estar en otra compañía de la competencia, o quién sabe si en una de esas que estoy subcontratando ahora? Ahora mismo estoy en esta empresa porque tengo mucha libertad, coche y chófer a mí disposición, móvil gratis, tengo libertad para ir a Madrid cuando quiera para salir por la tele?” Acaban el cortado y se despiden.

Su amigo regresa a su oficina pensando que usted es un caradura. Que usted no quiere salvar a su empresa sino servirse de ella. Que usted está dispuesto a desprestigiar a su compañía ante la competencia. Que usted no vale como gestor de una compañía, porque prefiere beneficiar a otras de la competencia, contratando personal temporal, que arreglar los problemas de absentismo que tiene su compañía. Su amigo piensa que los que lo pusieron a usted frente a la empresa son tontos y que los accionistas de su compañía son unos suicidas.

Ahora le pido un último ejercicio de imaginación. Piense en el consejero de Economía y Hacienda del Gobierno canario. Reflexione sobre sus últimas comparecencias públicas. Recuerde lo que ha dicho de los funcionarios y del absentismo laboral. Sólo le hago una pregunta: ¿José Manuel Soria es el empresario A o el empresario B? Respóndame, envíe su respuesta a este periódico. Es importante saber si la gente se está dando cuenta de quién está dirigiendo la cacería contra los trabajadores públicos, de quién está dispuesto a todo para desprestigiar a los que se movilizan para pedir que no conviertan la sanidad y la educación públicas en un negocio para los amigos.

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