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Diccionario para entender lo que ocurre por José Martín

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Si un juez se pasa por la piedra a todo el mundo abertzale, incomunica a dios padre, mira con lupa si durante los tres últimos años se ha tomado una cerveza en una herrikotaberna o se ha reunido con alguien para hablar de independencia en el Pais Vasco, usted debe entender que el juez es cojonudo, valiente, garante de las libertades, azote del mal, pero si ese mismo juez osa querer pasarse por la misma piedra al mundo de la corrupción política, sospecha de un par de aforados, mira con la misma lupa negocietes turbios de engominados que portan maletín, debe referirse al mismo juez en términos de viciado, peligro para la judicatura y se le debe impedir ir a cacerías y obligársele a “inhibirse” si no quiere que se le suba más la tensión.

Si un policía le mete una cueriada a un pacifista en una manifestación contra la guerra, arriesga el pellejo en una operación antidroga, esposa a un maltratador, investiga a un pedófilo en Internet es un garante del Estado de derecho, pero si ese mismo topa con la orden de un juez para que detenga a un empresario en un aeropuerto, mantenga en el calabozo a un “manos sucias” para que no destruya pruebas de su implicación en asuntos turbios o investiga a alguien que lleva en el bolsillo cuatro pares de miles de euros cuando viaja al extranjero y ayuda a poner en su sitio a más de un cobrador de comisiones, ese policía pertenece a una trama para cargarse a un partido político o sucedáneo de poder.

Si usted observa que un día tras otro se destapa un asunto feo que implica a unos políticos concretos, con indicios concretos, desde ámbitos distintos, desde medios diferentes, por personas de toda condición, niéguese a pensar que puede ser verdad, porque estará ante una trama global urdida desde las alcantarillas del Estado de Derecho para impedir la permanencia de ese “joya” al frente de las instituciones y gestionando el dinero que es de todos. Usted puede encontrarse a algún ex imputado en una trama de corrupción política que le exija una disculpa por haber creído que todo el monte era orégano, sea correcto y hágalo, pero pídale igual trato para quienes en su momento ayudó a injuriar y calumniar, exíjale que rectifique públicamente por haberse ayudado de muchas de esas barbaridades para ganar votos, incrementar audiencias y hacer sufrir a familias tan sufridas como la suya que no han recibido de él, incluso ahora, sino más de lo mismo.

Si se encuentra a alguien que dice ser garante de la libertad de expresión, póngalo a prueba; pregúntele si un cargo público puede decir lo que piensa sin que él pida su cabeza, si considera lícito que se pueda hacer uso de ella para insultar sistemática e indiscriminadamente, si participaría de juicios sumarísimos sin más base que la pura perrería intencionada. Si aún así le dice que sí, dude, puede tratarse de un demócrata a tiempo parcial, de un malabarista del engaño, de un presunto robinhood en mitad de este carnaval de piratas. Finalmente si lo que pretende es entender a los medios de comunicación, saber porqué unos dicen unas cosas y otros han venido callando la mayoría hasta ahora, no fije su mirada en quienes redactan sino en quienes pagan a los que lo hacen; haga un seguimiento de a qué fiestas y cumpleaños van, en que club de tenis o golf coinciden, que tipo de anuncios publicitan y que fobias declaradas tienen. Entenderá mucho del porqué este diccionario no será nunca publicado, leído o escuchado en ellos.

José Martín

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