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Existencias inciertas por Emilio Del Barco

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Dios, o los dioses, que el Hombre, como raza, imagina en cielos lejanos, pudiera muy bien ser una parte de la Naturaleza, puesto que ésta no funciona sino en su conjunto. Y, la idea de tales seres, es una creación del cerebro humano.

Nada en la Naturaleza es contradictorio, sino complementario. El todo es la suma de las partes. Nada, por pequeño que sea, se mueve en el Universo, sin afectar a la Unidad.

La atribución de cualidades a lo sagrado, que se contraponen a su origen natural, es contradictorio. Todo lo natural ha de tener explicaciones y fundamentos naturales.

Los teóricos de la sublimación de algunos seres escogidos, por encima de los simples mortales, pretenden, simplemente, elevarse ellos mismos, sobre el resto de los humanos. Atribuyéndose cualidades imaginarias, cuya existencia real es imposible demostrar. Digamos que, la sublimación de los humanos que manejan, supuestamente, los contactos con lo sagrado, están más cerca de la fantasía fabulada, que de la realidad demostrada.

Todo está urdido para hacer que nos sintamos deudores de inmensos favores. A los que no correspondemos. Lo que nos convierte en deudores eternos de inmensas deudas inventadas. Lo que les otorga el derecho a vampirizarnos, desde la cuna a la tumba. Y seguir beneficiándose de nuestra existencia supeditada, aún más allá. ¿Qué culpas o deudas arrastramos? ¿La de no querer convertirnos en sus servidores esclavizados?

Quienes dicen poseer el secreto de la salvación eterna, que lo usen en su propio provecho. Y dejen en paz al resto de la Humanidad. Sin reglas de conducta fanatizadoras, se viviría mejor en este mundo. Otro no existe. Los principales problemas añadidos a la existencia humana, son los creados por quienes tratan de imponer sus teorías fanáticas, que les otorgan, a ellos mismos, la excelsitud.

Somos tan crédulos que no es de extrañar que encontremos tanta gente dispuesta a vivir y medrar a costa de nuestra credulidad.

El conocimiento que no avanza, muere. No creamos, investiguemos. Los sentidos son causa y efecto de la experiencia. Usémoslos todos, para estar siempre alertas. Al menor descuido, nos hacen caer en su trampa. Cuando el gobierno de las naciones esté basado sobre la verdad de la relación igualitaria entre humanos, y no en la explotación de privilegios mal adquiridos, cabría la posibilidad de que hubiese una justicia social , más basada en las personas y menos en los privilegios de clase.

No está el templo para servirse de él, si no para servirlo. En beneficio de todos. Esa es la clave. No es ante el Señor ante quien se inclina el pueblo, sino ante quienes afirman ser sus representantes e intermediarios. Los principales problemas, añadidos a los de la simple subsistencia, que padece la Humanidad , son los creados por tiranos fanáticos, que creen ser los únicos que acertaron en esta lotería caótica de las religiones y creencias añadidas. Ya, al nacer, nos fijan el mundo de principios inamovibles en el que hemos de vivir. Así que nos vemos forzados a pedir que no nos creen más problemas, para no tener que estarles luego agradecidos por sus esfuerzos en proporcionarnos soluciones a esos problemas artificiales, en cuyo origen no participamos. Somos inocentes al nacer y así queremos permanecer. No pretendemos sojuzgar a nadie, para que nos rinda pleitesía. Somos libres de pensamiento. Nuestro principal trabajo es el de librarnos de aquellas directivas esclavizantes que nos fueron inculcadas en nuestra niñez.

La libertad de cultos es interpretada, por algunos, como la libertad de esclavización mental. Eso deja el terreno abonado para que, en él, crezcan, pujantes, los diablos.

Emilio Del Barco

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