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Zapatero y los griegos, según Rajoy

José A. Alemán / José A. Alemán

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A lo que se ve, son los “mercados” quienes se equivocan, no Rajoy, que ninguna culpa tiene de la disminución de la fiabilidad del sistema financiero español tras lo de Bankia. Lo que, ya ven, puede ser cierto en la medida que no supo o no pudo, maldito talante, meter en cintura a los peperos que trajinaban Caja Madrid y Bancaja. Menos mal que, por suerte para Zapatero, han comprendido, por fin, que de tanto culpabilizarlo podía la historia atribuirle al ex presidente un poder universal que dejaría tamanito los de Obama, los chinos y el malo de la guerra de las galaxias, juntos o por separado. Es por eso que han añadido al censo de responsables de nuestras tribulaciones a los malditos griegos. Con riesgo de que decida la esposa del ex presidente irse con las aletas y las botellas de oxígeno a practicar submarinismo en el Egeo y deje a Lanzarote tirada.

Rajoy sigue con que la crisis es un problema de déficit y de deuda pública. Va de acuerdo con el Banco Central Europeo, el Banco de España, el FMI, la banca privada española y alemana, etcétera. Lo han hecho tan bien al difundir la falacia que te obligan a reconstruir una secuencia más cercana a la verdad.

Según datos de 2010, los bancos alemanes habían prestado a los españoles más de 100.000 millones de euros. Un dinero que se invirtió en la especulación que llevó a la burbuja inmobiliaria. Con enormes beneficios para los alemanes que el ministro de Hacienda, Oskar Lafontaine, pretendió que se invirtieran en salarios y protección social, una vez repatriados. Los bancos, bonito fuera, se negaron con el apoyo del canciller Schroeder, cercano a los neoliberales, y se produjo el rompimiento interno de la socialdemocracia que facilitó a Merkel la posterior barrida. Los bancos alemanes pudieron entonces dedicarse a acumular euros hasta convertirse en su fuente principal.

Pero estalló la burbuja, les entró el chirgo a los alemanes y Merkel decretó para Europa toda la austeridad a machamartillo para que sus bancos pudieran cobrar; con la conformidad de gobernantes como Zapatero y la complicidad de Rajoy y Guindos en la parte que nos toca.

Ahora parece que los franceses comienzan a reaccionar. La victoria de Hollande y los descalabros de Merkel podrían modificar algo las cosas. Como mínimo que haya medidas de impulso al crecimiento económico, pues no sabemos hasta donde está dispuesto a llegar Hollande.

Rajoy, sin embargo, quiere seguir en las mismas hasta el final de la legislatura, caiga quien caiga. Para eso, para hacer lo que le dé la gana, alega su mayoría absoluta. A lo que añade como singularidad hispana el propósito de eliminar o constreñir derechos ciudadanos, anular la incidencia de las organizaciones civiles que puedan servir de vehículo de participación en los distintos campos, todo envuelto en un clima de represión tan del gusto de la derechona.

Se comprobará, cuando sea tarde, que busca un cambio de modelo económico, mediante la sustitución del estado de bienestar por el de precariedad del que solo se estará exento a partir de ciertos niveles de renta con el empobrecimiento creciente de las clases medias. Como se busca, también, un cambio del modelo de organización político-administrativa que acabe o reduzca a su mínima expresión el Estado de las Autonomías, que no es una cosa del otro jueves pero ahí está.

No es casual en este frente que el Gobierno culpe a las autonomías del desfase presupuestario 2011. Ni que enseguida surgieran voces contra los derroches autonómicos, cargadas de un sentido común tan de andar por casa que no pondera en el déficit total la incidencia de las distintas administraciones, es decir, con desconocimiento de que los sacrificios exigidos a las autonomías son seis veces superiores al del Gobierno central. O lo que es igual: tienen un techo de déficit varios puntos por debajo del tolerado al Gobierno central.

Desde luego, se han producido excesos autonómicos bien conocidos y denunciables con lo que no ha podido evitar el PP que se le vean las orejas. Porque al cargar contra las autonomías gastonas, pasa por alto que son las gobernadas por la derecha las más endeudadas; y porque raja sobre todo de Andalucía, que se le sigue resistiendo. Embiste a la Junta andaluza, pero pasa por alto que Valencia casi la dobla en facturas pendientes. Otrosí: oculta que Castilla-La Mancha adeuda a proveedores casi lo mismo que Andalucía: 2.500 millones de euros frente a los 2.763 de la Junta; o sea, 3.113 por cada manchego y 1.699 por cada andaluz. Las deudas manchegas, en fin, suponen el 18% del PIB y las andaluzas el 9,8%. Dicho sea todo esto sin entrar en los trasteos de elementos destacados del PP tanto en Caja Madrid como en Bancaja. O en el Banco de Valencia, que acaba de comunicar su decisión de denunciar a algunos de sus gestores; entre otros, José Luis Olivas, que presidió el Banco de Valencia, que sigue al frente de Bancaja y que está en Bankia, si no cogió puerta con Rato.

Todo por culpa de Zapatero, claro; y ahora también de los griegos. Solo se olvidaron del 15-M, que tienen en capilla.

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