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La degradación creciente

José A. Alemán / José A. Alemán

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Para los peperos, faltaría más, todo es un desastre olvidando, de forma desvergonzada, que ellos dejaron al Ayuntamiento para el arrastre y sin que les tiemble el pulso al responsabilizar a la actual mayoría de los problemas que crearon y al proponer las mismas soluciones que bloquearon cuando gobernaban. A Compromiso, en fin, los cambios le parecen insuficientes. Todos hablan según el lugar que ocupan en la procesión.

Sin embargo, la gente de la calle desea que Saavedra acierte; aunque sean pocas las esperanzas de que así sea. Por el bien de la ciudad, no de una opción política. Dejando al margen la desvergüenza luzardina, es verdad que el alcalde ha decepcionado hasta el punto de que son muy razonables las dudas acerca de su capacidad para de arreglar algo en el tiempo que queda hasta las próximas elecciones. Hay quienes aseguran que ha hecho buena a Luzardo pero, qué quieren, aunque Saavedra se le acerca, aún no ha caído tan bajo.

Con todo, la cuestión es que en este momento sólo es posible concebir un gobierno del PSC o del PP. Compromiso mejorará gracias al empeño que le pone Nardy Barrios, pero no creo que cuente todavía con la estructura necesaria para ser, ahora mismo, una alternativa real de gobierno. Con ATI-cc ni les cuento: anda demasiado ocupada con las “inquietudes” de la tele canaria que quiere promover con el dinero de todos una nueva edición del pleito provincial. Escribo antes de asistir al estreno mundial del programa de Cristina García Ramos, pero los tiros van por ahí, según ha trascendido. Me sentaré por primera y quizá última vez ante el televisor a comprobar lo que haya de cierto.

Queda Nueva Canaria que tiende a consolidarse, si bien sigue siendo Las Palmas de Gran Canaria su asignatura pendiente. No da la sensación de que sepa qué hacer con la capital grancanaria.

De todos modos, conviene no segregar lo que ocurre en el Ayuntamiento de Las Palmas de la degradación política general de las islas. Del Gobierno no es preciso hablar mucho porque a la vista está a qué intereses responde. Sin ir más lejos, la ley de Medidas Urgentes con la que pretende ampliar el modelo especulativo del territorio que hoy se considera contraindicado en todas partes. En cuanto al Parlamento, ahí lo tienen zarandeado por los modos de CC-PP inducidos por la ineptitud de Paulino y las malas maneras de Soria, que trata de pegarle fuego para escabullirse con sus pecados en medio del humo. Con Cabrera Pérez-Camacho de portavoz la gresca está servida porque los psocialistas no van a quedarse atrás. Mejor harían yéndose a comprar a El Corte Inglés por aquello de dos no se pelean si uno no quiere.

Luego está el contencioso de los Cabildos con Soria. Nada sorprendente ya que en el curriculum soriano figuran enfrentamientos con el grueso de los municipios grancanarios en su etapa de presidente del Canbildo; ahora le toca tenerla con los cabildos como consejero de Hacienda. Uno de los leiv motiv es, cómo no, su acreditada insensibilidad social que cobra significación y se hace más dolorosa aún en estos momentos de crisis con sus secuelas de paro, de incertidumbre y hasta de hambre para buen número de familias. Sobre las corporaciones insulares presionan los ayuntamientos, que están con el agua al cuello, desbordados por la falta de medios para paliar las necesidades de los vecinos. Que todo esto salte por los aires es cuestión de tiempo.

Para mí, lo tengo escrito y explicado, el fracaso autonómico es un hecho y sus consecuencias se proyectan sobre el entramado institucional. No hay líderes creíbles con alternativas razonables y sospecho que no es un problema genético sino resultado de un andamiaje institucional inadecuado y desequilibrado. Cuando el otro día habló José Miguel Pérez de una nueva ley de Cabildos que acabe con la “centralización autonómica” apuntaba por ahí. Esto que llamamos “autonomía” está demasiado imbuida del espíritu centralizador de la vieja Provincia, de las añoranzas de la Provincia única anterior a 1927 que determina el correlato de la “doble autonomía”. Sólo la pusilanimidad de los políticos explica que nadie coja el toro por los cuernos y proponga una organización político-administrativa que responda a la realidad física canaria.

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