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La enofobia

José H. Chela / José H. Chela

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A este Gobierno –me refiero al central- parece haberle dado un súbito ataque de enofobia que le impulsa a dificultar el normal desarrollo de una de las actividades comerciales más importantes de nuestro país, que guarda relación con casi todos los sectores económicos y con el legado cultural histórico: la viticultura. El vino, en efecto, implica al sector primario agrícola, a la industria y los servicios. Es una fuente de trabajo y de ingresos de enorme trascendencia y, además de un atractivo para nuestros visitantes –el auge del ecoturismo resulta incuestionable-, una tarjeta de visita en el exterior que certifica la calidad de nuestros productos alimentarios. Porque el vino es un alimento y esta obviedad está ratificada en nuestra vigente legislación. El proyecto de ley antialcohol, del que la ya se ha hablado aquí, y cuyo objetivo, hay que repetir, no puede ser más loable, ya que trata de evitar o aminorar su consumo por parte de los menores, puso en pie no sólo a los productores, cosecheros y bodegueros, sino a los medios de comunicación, porque afectaba a la publicidad, e incluía el vino entre las sustancias a combatir. Ahora, frente a la carajera montada, la Salgado ha retrocedido levemente, aunque sin recular del todo, con perdón. Ha recordado que se trata tan sólo de un borrador y que, en su preámbulo, en cualquier caso, la bebida mediterránea por excelencia tendrá un trato especial. Veremos en qué para la cosa. Pero, es que, por otra parte, llega la noticia de que el Ejecutivo no piensa dar marcha atrás en la construcción de una autovía que pasará por la Ribera del Duero y que destruirá buena parte de los viñedos de algunas de las bodegas más emblemáticas del país. Los de Vega Sicilia, por ejemplo, cuyos responsables advierten, encima, de que, de llevarse a cabo el proyecto, las infraestructuras anexas que se prevén, influirían negativamente en el ecosistema de la zona, de tal suerte que algunos de los más afamados caldos nacionales, mermados en su producción, por supuesto, ya no volverían a ser lo que son. Se trata de un disparate equiparable a destrozar media catedral de Burgos, un suponer, para construir un auditorio. O un palacio de Justicia. O lo que ustedes quieran imaginar. Las bodegas afectadas han recurrido a la Unión Europea ante lo que consideran un descabellado atropello. Un recurso que podría haberse evitado con el diálogo y la inteligencia si la enofobia que me malicio no estuviese haciendo estragos entre nuestros gobernantes. El vino, la vid, por lo menos aquí, en las Islas, y supongo que en todas partes, al margen de formar parte de la cultura y de la dieta tradicional y ser el motor económico de ciertas áreas, es un factor que permite la fijación de las poblaciones rurales, que frena la desertificación del territorio y que otorga su innegable personalidad a los parajes donde se desarrolla. El Cabildo de Tenerife, por ejemplo -y es un buen ejemplo- lleva ahora una campaña sobre los vinos de la isla con un eslogan tan simple como cierto: 500 años haciendo paisaje. Pues eso.

José H. Chela

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