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La madre de Tijarafe

Juan García Luján / Juan García Luján

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Lo ocurrido en Tijarafe no es una noticia más. El titular: una mujer mata a su hija de cinco meses, la madre tenía una depresión postparto. Este titular nos habla sólo de unos hechos. Pero cómo explicarlos. ¿Qué pasó dentro de la cabeza de esa joven madre que había estado con un tratamiento de fertilidad para quedarse embarazada? ¿Qué ocurrió para que el cuadro feliz de una madre con un bebé se transforme en el retrato de Saturno devorando a su hijo que Francisco de Goya dibujó en la pared de su casa en la Quinta del Sordo? Lo teníamos mucho más fácil los periodistas con la historia de Josef Fitzl, el hombre que tuvo a su hija secuestrada en el sótano de su casa durante 24 años. El titular era muy sencillo: “el mostruo de Amstetten” que violó a su hija, que tuvo siete hijos con ella, que llevaba una doble vida. Se abrió un debate sobre si era un enfermo mental o un hombre cruel. Parece que ganaban seguidores las teorías sobre la maldad de Josef. Y nacieron las preguntas sobre la ignorancia de la familia del monstruo, de sus vecinos, de los servicios sociales?

Pero en el pequeño pueblo palmero de Tijarafe la tragedia no ocurrió en el sótano de una casa. El sótano está en la mente de esa madre. El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, que realizó sus estudios universitarios a 120 kilómetros de la ciudad de Amstettem, hablaba del inconsciente, el consciente y el preconsciente. Freud estudió la mente humana y llegó a la conclusión de que todas nuestras conductas no tienen una explicación racional. Hay deseos inconscientes que pueden inducir a alguien a hacer cosas que no puede explicar racionalmente a otras personas ni siquiera a sí mismo. Unas veces hay causas fisiológicas y otras causas fuera de la consciencia.

La noticia de esa madre de Tijarafe que mata a su bebé de madrugada y luego se enfrenta a su marido y los dos acaban en estado de shock nos deja más preguntas que respuestas, nos deja más miedos que certidumbres, nos acerca a las teorías de Freud sobre el misterio de la mente humana, sobre lo poco que sabemos de esa mente. Y ocurrió en el pueblo de Tijarafe. Todos los años la noche del 7 de septiembre aparece el diablo en ese pueblo de La Palma. Un diablo que se va quemando en medio de la gente, que desprende 500 cohetes que a veces causan quemaduras al público que acude a la fiesta. Parece que este año el diablo apareció antes de septiembre y se metió en la mente de una mujer y quemó una vida, y dejó con quemaduras en el alma a los padres de la criatura.

Escribió Mario Benedetti: “a pesar de sus fuegos, sus cavernas/ sus orgasmos sus gloria sus espantos/ los sueños son pequeñas muertes/ por eso cuando llega el despertar/ y de inmediato el sueño se hace olvido/ tal vez quiera decir que lo que ansiamos/es olvidar la muerte/ apenas eso”. La madre de Tijarafe transformó el sueño de tener un hijo en una terrible pesadilla. Y cuando despierte de la pesadilla y se encuentre que también se quedó sin sueño, lo mejor que le pueda pasar quizá sea el olvido, que vuelva a su vida antes del sueño y antes de la pesadilla. Yo, que tantas veces he reivindicado la memoria, hoy quiero reivindicar el olvido, o lo que digan los médicos que hay que hacer en la mente de esa madre, para que ella y su compañero puedan seguir caminando sin la pesada losa del espanto.

Juan García Luján

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