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Las dunas de Maspalomas continúan perdiendo arena

Teo Mesa

Otra pésima noticia acaba de conocerse en recientes fechas, reiterándose una vez más, la continuada pérdida de 40.000 metros cúbicos de arena del privilegiado paraje natural de las dunas de Maspalomas. No es nueva, por tanto, esta aciaga información dada por parte de los científicos estudiosos de este ecosistema tan específico. Hace algunos años se deba la cantidad de 44.000 metros cúbicos, los que se perdían anualmente.

Desde hace varias décadas, los coautores oficiales de turno, por eludir su responsabilidad ante tan penoso estropicio natural en esta devastación, que hasta la actualidad han hecho nada de nada, para erradicar las pandemias ecológicas, tanto en esta zona de delicada protección y Reserva Natural (como en otros ecosistemas de todas las islas). Ecosistema en especial, que clama por una urgente solución a su progresivo deterioro.

Hoy día, después de tantas advertencias desoídas por las llamadas de los científicos, para extremar la protección de todo el entorno y muy singularmente de las dunas, en sus continuadas indagaciones; también, de las gentes preocupadas por los calamitosos maltratos a este bello medioambiente; los medios de comunicación; y de los ecologistas en particular, ninguna solución se ha tomado, para evitar su progresiva pérdida de arena.

Maspalomas, sus playas, charca, palmeral y dunas, son todo un conjunto del compendio de paisajes naturales y emblemáticos, de singular encanto turístico que tiene Gran Canaria. Por ello, y por la misma naturaleza, hay que sobreprotegerlos con sumo mimo hasta perpetuidad.

La playa y todo el entorno de Maspalomas, según una hipótesis, debe su nombre a las muchas palomas que desde el barranco de Tirajana bajaban a comer las semillas de los vegetales en tiempos pasados, que en aquel lugar se daban silvestremente. Este paraje en 1982, disponía de una protección provisional, y fue declarado por vez primera, en 1987, como Espacio Protegido, con la categoría de Paraje Natural de Interés Nacional; y de Espacios Naturales de Canarias como Reserva Natural Especial, en 1994.

Este especial y muy delicado ambiente arenoso que constituye las dunas de Maspalomas, tiene una superficie de 4 kilómetros cuadrados de arenas y 6 kilómetros de playa, siendo refrescado por tres importantes vientos, que generan, regeneran y modelan las dunas, constante y variablemente en cada uno de los ciclos ventosos. Además, de formar un medioambiente único, con la charca y el palmeral (que precisamente éste, está por estos días, en el ojo del huracán de los devastadores del cemento y la pala mecánica, para expansionar sus nocivas construcciones hoteleras sobre la zona).

Y en el extremo sur de este entorno simpar, es rematado por el monolito fálico de 60 metros de alto y de arquitectura colonial en su patio canario interior de la vivienda que lo colinda, el afamado Faro de Maspalomas, obra del esclarecido ingeniero Juan León y Castillo (construido en 1884, y declarado Bien de Interés Cultural).

El primer responsable es el Ministerio de Medio Ambiente, junto al Cabildo de Gran Canaria, e igualmente el municipio de Tirajana, quienes tienen que velar, informar y proponer soluciones, y quienes tenían que haber tomado enérgicas medidas (desde hace años), para evitar su desaparición que se presume total, en no lejano tiempo.

Este paraje insólito en belleza árida, acuática, floral y faunal de las dunas de Maspalomas está destinado a su inexorable desaparición, si no lo enmendamos urgentemente. Hoy, solo se le puede poner apósitos sobre la mortal herida, ya que se ha tenido una venda sobre los ojos con unas edificaciones con daños directos al ecosistema: playa, arenas, palmeral y oasis, y sin el debido respeto medioambiental, donde perviven muchas especies en cíclicas reproducciones y sedentarios asentamientos naturales.

Se ha aconsejado siempre, y en el presente también, que la solución está en hacer desaparecer urgentemente las hamacas, los chiringuitos, y circulación de vehículos oficiales y no permitir las construcciones próximas: ni hoteleras ni muelles, tanto desde el meridano como las del este. Para que todas ellas no corten ni alteren los vientos en una y otra dirección (por los efectos directos de los alisios, brisas del sur y norte y corrientes locales del lugar).

Las arenas son transportadas desde Playa del Inglés, durante las estaciones de primavera y verano; y en sentido adverso, de sur a norte: en los ciclos de otoño e invierno. Otra de las soluciones, que asimismo, se anticiparon desde hace años, ha sido el descontrol de la vorágine de un sinnúmero de paseantes de forma anárquica por todas las dunas, con el quebranto para el suelo en su erosión y deformación natural que el viento modela en la conformación de las estéticas dunas, y para todas las especies que habitan en la zona. Se reitera de nuevo, poner coto de paseo únicamente, en los márgenes de las dunas. Habrá que hacerlo responsablemente por el bien de esta insólita Reserva Natural, del ecosistema del lugar y de los efectos colaterales sobre otros ecosistemas próximos, por las consecuencias concatenadas.

Las dunas de Maspalomas proceden de las arenas de expulsan las corrientes marinas de la zona, llegadas a su vez, por otras corrientes del mismo mar; y el origen arenoso, es producto de la fragmentación de conchas y moluscos. La peculiar charca-oasis de agua salobre ha sido recuperada de su extremada putrefacción y cuasi mortalidad en el año 1987, y preservada en su frágil ecosistema, la cual era martirizado para la flora y fauna existente, por los ruidos, aguas fecales echadas al lugar, el barbarismo de las personas tirando toda clase de basuras al agua y peces, urbanizaciones contiguas, etc.

En este oasis, aunque no recuperado del todo, subsisten una considerable cantidad de fauna piscícolas y sirve de descanso y crianza para las aves migratorias, en las estaciones de primavera y otoño, en su proceso viajero de norte-sur y viceversa; y las sedentarias, en la que anidan especies de gran valor y salvaguardia ante su eminente desaparición: alcaravanes, guirres, pardelas, paiños, etc.

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