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El caro e inútil capricho de los trenes

Eustaquio Villalba

A finales del siglo pasado los dirigentes políticos canarios vieron en los transportes guiados, tranvías y trenes, la solución para los problemas de movilidad insular. Una decisión que suponía un cambio radical con respecto al Plan Insular aprobado por el Cabildo de Tenerife, en él no estaban incluido este sistema de transporte y, por el contrario, se daba prioridad al vehículo privado. El Cabildo quiere ahora basar la movilidad en la isla en los trenes y propone construir, en primer lugar, la línea sur, con costo de 3.000 millones de euros, casi la mitad del presupuesto de la Comunidad de Canarias (6.195,4 millones de euros para el 2015) y eso sin tener en cuenta los habituales y sustanciales incrementos que registran este tipo de grandes obras públicas. Con posterioridad se construiría la norte, que confluiría con la primera en Santa Cruz. La capital de la isla se mantendría como centro de paso obligatorio en la red de transporte y se mantendría, por tanto, el problema que esto representa para la movilidad entre las dos vertientes de la isla y con Santa Cruz.

Dada las distancias a cubrir, y los núcleos a conectar, el sistema de alta velocidad queda descartado, es imposible alcanzar en tan escaso kilometraje una velocidad media superior a la de los vehículos a motor, incluido los de transporte público, las guaguas. Si se suman los costos de construcción y de explotación de la red ferroviaria, la guagua es mucho más rentable, versátil y más próxima al usuario, por el contrario las vías ferroviarias no se pueden adaptar a los cambios. La construcción de las vías y su posterior utilización, ocasionarían un impacto ambiental de enormes proporciones y de manera irreversible. Supondría una barrera infranqueable que dividiría la isla en dos zonas mal comunicadas, además el ingente movimiento de tierras que implica afectaría muy negativamente a muchos vecinos, y no solo por las expropiaciones. No hay ninguna isla en el mundo de superficie similar a Tenerife que base su sistema de transporte en los trenes, la razón es obvia los trenes, como cualquier otro medio de transporte, necesitan operar en el rango de distancias que les permite ser útiles, más respetuosos con el medio ambiente y rentables. Las Islas Canarias son demasiado pequeñas para los trenes y es evidente que éstos no solucionarían el problema de la movilidad insular y, encima, nos dejará endeudado por muchos años.

La movilidad en Tenerife no es equiparable a la que trata de cubrir el transporte ferroviario de cercanías en las grandes metrópolis que responde a un flujo bipolar uniendo el centro con la periferia. En la isla no ocurre eso, la distribución geográfica de la población es totalmente distinta y por ello son distintas sus necesidades de transporte. Las carretera ofrecen la solución más lógica para el transporte público -si contara con carriles reservados en las vías rápidas- es más económica y su huella ecológica es muchísimo menor, sobre todo si se apoya en las energías alternativas. Una red que contara con un túnel que uniera los valles de Güímar y la Orotava sería la mejor solución. Técnicamente este túnel es viable (como demuestran las galerías de agua excavadas en el valle de Güímar y en el de La Orotava) y su extensión sería bastante inferior a la suma de túneles previstos para el tren del sur. El impacto ecológico sería mínimo y una parte sustancial del áridos extraídos abastecerían las necesidades de esta materia esencial en obras pública y restauraciones paisajísticas. Canalizaría todo el flujo de tráfico entre las dos vertientes descongestionando los accesos y el entorno de Santa Cruz. Pero esta vieja propuesta nunca ha encontrado eco entre los gestores públicos ni entre los planificadores, nunca se ha hecho un estudio sobre su viabilidad. Por el contrario, ya nos hemos gastado los contribuyente un montón de euros en los proyecto de trenes para la isla y ahora, en la situación de crisis que estamos viviendo, amenazan con invertir, por encima de otras necesidades sociales mucho más urgentes, miles de millones en el inútil capricho de los trenes.

El abandono de Repsol de las prospecciones en agua canarias ha vuelto a poner en evidencia el fracaso de la apuesta por las energías fósiles hecha por parte del ministro José Manuel Soria y, simultáneamente, la demagogia del presidente Paulino Rivero al oponerse a los planes de la petrolera invocando razones ambientales, cuando él y su partido son responsables de gravísimos atentados contra el patrimonio natural canario, como ha sido el puerto de Granadilla, o los que pretenden hacer con el proyecto de la montaña de Tindaya o con los trenes en Tenerife.

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