Se presenta verdaderamente calentita la campaña electoral en Canarias, donde dos de las tres fuerzas políticas con opciones de alcanzar representación en las Cortes Generales se meterán en la dura tarea de impedir que el PP se lo coma todo sin pedir permiso a la cocinera. Ya saben que hay encuestas muy dicharacheras que incluso apuntan a que el partido de Rajoy se lleve nueve de los quince diputados, así como la mayoría de los senadores en liza. Uno de los candidatos a regresar a la Cámara Alta es el popular Antonio Alarcó, uno de los máximos exponentes tinerfeños de las acrisoladas virtudes del PP, afín como ninguno a la dirección regional del partido y muy dado a repartir certificados de buena conducta política y periodística incluso sin que nadie se lo pida. Sin quererlo y seguramente sin imaginárselo, Alarcó va a ser el protagonista de un buen tramo de la campaña electoral inaugurada esta pasada noche. Su antiguo socio de gobierno en el Cabildo, Coalición Canaria, hoy conchabado con el PSOE, ya tiene en sus manos el resultado de una famosa auditoría en la que se recoge con pelos y señales cómo, cuándo y en qué se gastó Antonio Alarcó los dineros adscritos al área sanitaria de la primera corporación insular tinerfeña, con especial mención a las cuentas de las dos fundaciones pertenecientes a esa misma área. Dicen los que conocen la auditoría que hay aspectos que deberían ser puestos de inmediato en manos de la Fiscalía Anticorrupción. Los más magnánimos hablan de que al menos hay unos dispendios de vergüenza.