Debe ser cosas de los tiempos que corren con los cambios en la Delegación del Gobierno entre medias, que tendrán al partido soriano en Gran Canaria medio descolocado, porque si no, difícil será encontrar otra explicación a la última bravata del presidente del Cabildo grancanario, José Miguel Bravo de Laguna, dispuesto a sumarse al festín incendiario a cuenta de La Gomera con la impertinencia insularista rancia de que Paulino Rivero no fue tan beligerante reclamando del Estado lo necesario para el combate al fuego en el grave incendio ocurrido en el suroeste de Gran Canaria en 2007. A Bravo le debe haber cogido fuera de juego -como a todo el PP- no solo el incendio, sino el aterrizaje en la Delegación del incendiario de Juan Santana, porque solo así se comprende semejante metedura de pata, cuando desde el propio Gobierno canario se le ha recordado a este otrora político de talente liberal -el anarcocapitalismo hace estragos- que ese agosto de hace cinco años Paulino también reclamaba a ZP por bases fijas de helicópteros, ya conseguidas, y de aviones contraincendios, todavía y ahora más que nunca en litigio. Al menos Bravo no cometió el desliz de retrotraerse dos años antes, a 2005, cuando el ahora ministro en jefe de vacaciones en un hotel ilegal estaba desaparecido de la isla, siendo su presidente cabildicio, al mismo tiempo que Zapatero acudía a interesarse de primera mano por otro incendio pavoroso. Salmón se llamó eso.