Nuevas secuelas del juicio del caso chalet, celebrado el martes en los juzgados de Granadera Canaria. Al abogado de José Manuel Soria, el madrileño Nicolás González-Cuéllar Serrano, hay que reconocerle una gran capacidad de sacrificio, que esperamos esté cobrando convenientemente. Las palizas que se debe estar metiendo ese hombre entre pecho y espalda para atender las reclamaciones de su cliente (empurar donde no hay nada, pedir prisión máxima para periodistas...) merecen la mayor consideración, aunque sólo sea dineraria. Por primera vez desde que conocimos a González-Cuéllar, lo hemos visto solo, incluso ante sus propios argumentos. Nadie del clan de los denunciantes se esperó a que terminara el juicio para invitarlo a comer o a tomar una merecida cañita. Menos mal que al llegar a la calle se tropezó con el escolta del vicepresidente del Gobierno, que en nombre de la autoridad le invitó a subir al coche oficial para conducirlo a un lugar ignoto. Al menos para estos humildes escribientes.