Tenemos unos lectores impresionantes, señoras y señores. Activado tras la lectura de los comentarios que ayer dedicábamos en esta misma sección a ese inconmensurable alcalde de Puerto de la Cruz de nombre Marcos Brito, uno de ellos nos remitió el documento gráfico que encierra en toda su dimensión el cuerpo del delito: el regidor municipal perfectamente embutido en su disfraz de almirante de la mar océana. Lo que no teníamos confirmado hasta ahora era que, para dar mayor realce y realismo a la caracterización, el impagable almirante había complementado su atuendo con unas imponentes gafas oscuras que, efectivamente, conducen irremediablemente a remover la memoria de muchos para encontrar en los archivos de la historia dos inquietantes parecidos. Porque, sin necesidad de que publiquemos las correspondientes fotos comparativas, ¿no les recuerda esta imagen a la de un conocido almirante español asesinado mediante un tremendo pepinazo que hizo volar su Dodge hasta el interior de un convento? El segundo desagradable parecido tiene que ver con el sobrenombre que le han colgado a este tremendo alcalde, Britochet, dicho sea con el debido respeto a la autoridad. Civil, por supuesto.