Poco vamos a descubrir a estas alturas del nuevo siglo de la figura de José Carlos Mauricio, líder natural del time sharing político, la componenda, el quiebro y de la aparente estrategia a largo plazo. Ha dicho que él es el artífice del acuerdo de alternancia y buen rollito que dicen preside el nuevo orden de cosas en Coalición Canaria, de lo cuál (del buen rollito) nos alegramos cantidad. De lo que no podemos alegrarnos es de la capacidad mauriciana para mentir sin que debamos recomendarle una terapia de descanso en algún balneario de moda, a ser posible en Catalunya, donde pueda aprender catalán de intimidad para la próxima legislatura. Sabemos cómo se gestó el acuerdo, cómo llegó Román a la opción elegida, cómo se lo transmitieron a Adán vía Paulino, y sobre todo, lo que dijo Carmelo Ramírez cuando alguien, en la reunión decisiva, pronunció -como de rutina- el nombre de Mauricio: “Aquí el único que habla en nombre de Ican soy yo; cualquier acuerdo con ese señor no tiene ningún valor en estos momentos y su intervención invalidaría cualquier acuerdo”. Lo podía decir más alto, pero no más claro.