No fue la de Diego Jiménez una gestión que hiciera buenas las virtudes de un Estado de Derecho, más bien diríamos que estamos en disposición de introducir elementos de duda. Demasiada incertidumbre, demasiada la carga sobre el sujeto pasivo la que añadió este funcionario, del que no tenemos la más mínima duda de su total integridad. Y lo repetimos ahora -lo del exceso de incertidumbre- porque lo dijimos también en su momento, que una cosa es una cosa y la otra un par. Lo que no sabemos es si era cosa suya, eso de la rigurosidad mal entendida, o cumplía órdenes superiores, en cuyo caso convendría conocer su procedencia y su intencionalidad. Por lo del Estado de Derecho anteriormente citado y no de modo gratuito. Lo veremos en la andadura de su sucesor, al que, por supuesto, deseamos mucho éxito. Estaría bueno.