La verdad es que cuando se colocan todos los focos a iluminar una sola cosa en Canarias, se ven hasta los más recónditos rincones de la cosa iluminada. Pero hasta lo inimaginable. Ahora están la mitad de esos cañones de luz enfocando a la Consejería de Industria, y de ella salen unos datos que fluctúan entre lo del impresionante documento gráfico señoras y señores, al ñiós, ¡qué fuerte! No vamos a aburrirles de nuevo con las manías que transmitía a su equipo Luis Soria (al consejo de dirección: “no los quiero ver en la misma habitación ni con Carlos Sosa ni con Chavanel, ¿eh?”), algunas de las cuales habrían de pasar por un diván, de puro extremas. Trabajaba mucho el hombre, pero aprovechaba los momentos de solaz para darse a las aficiones más grandiosas, como por ejemplo, el buen comer. Pertenece don Luis a una selecta peña gastronómica a la que una vez llevó a almorzar a Los Limoneros, cerquita del aeropuerto de Los Rodeos. Todavía se acuerdan de esa cuchipanda en la consejería porque les llegó a Intervención en tres tramos distintos. Debía estar todo riquísimo. Y abundante.