Las campañas electorales sirven para muchas cosas: para conocer los programas de los partidos políticos, para saber hasta dónde están dispuestos a prometer los candidatos, quiénes exageran, quiénes se van a dar un toletazo. Sirven también para animar a los indecisos, para cambiar el voto de los que lo tenían decidido, y sirven para delatar a algún periodista excesivamente entregado a una u otra causa. Porque también los periodistas solemos retratarnos en campaña, generalmente en los artículos de opinión, que para eso están. En las piezas informativas uno tiene que cribar y disimular sus sentimientos porque puede quedar más retratado que el candidato del que se habla o se entrevista. Es lo que le ocurrió esta pasada semana a un querido compañero de La Provincia, que entusiasmado por entrevistar al candidato del PP a la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria, Juan José Cardona, sufrió un repentino arrebato y le preguntó lo siguiente: “En su etapa como concejal de Urbanismo, la ciudad dio un gran salto económico, se multiplicaron las obras. ¿Es consciente de que aquella etapa no tiene nada que ver con la realidad actual?” Analicemos la cuestión, porque tiene su gracia.