A través de su vocero autorizado, Jaime Cortezo ha insistido una vez más en la teoría de la expropiación: oigan, si no me dejan hacer lo que quiero, que me expropien, olvidando que todavía no es expropiable porque aún no es de Costas, precisamente gracias a su amigo Luis Hernández, que lo mantuvo como suelo portuario para que el otro departamento no pudiera intervenir. También insiste Cortezo en que esa pieza mide 88.000 metros cuadrados, cuando en realidad, con el deslinde ya aprobado en la mano, toda la isla es servidumbre de protección. O sea, que ni edificio emblemático ni boberías. Pero Cortezo manda ahora a hablar de “una salida noble para que la ciudad crezca por algún sitio”, de “un edificio de Calatrava encargado por el alcalde Reguera que pagaría el empresario”, para terminar preguntándose enfáticamente “¿qué mal se le haría a la isla de Lanzarote por poner ahí un edificio de Calatrava que no le va a costar nada al erario público?” Insistimos, algo malo debe estar pasando o se están detectando perversos sortilegios de malignos nonistas sobre el islote del Francés para que se pongan como se están poniendo.