Llámennos pesados, vale. Pero, ¿puede estar ajeno cualquier ciudadano de Canarias a las andanzas y trapisondas del vicepresidente del Gobierno sin sorprenderse lo más mínimo? ¿Puede cualquier periodista, obligado a escrutar, procesar y contar lo que pasa, abstraerse aunque fuera por un solo día de lo disparatado que es que exista un ser de ese calibre, talante y comportamiento en la vida pública de su comunidad? Nosotros nos negamos a callar, por mucho que se nos llegue a acusar de obsesión, porque la obsesión realmente la tiene José Manuel Soria con los excesos. Se excede en sus tics antidemocráticos (ver declaraciones de Alfonso Soriano, que siguen a las de Pérez-Camacho y otros osados); se excede en la falta de respeto a los ciudadanos (ver demanda civil de Intersindical Canaria por insultos a los funcionarios); se excede con su propio presidente (ver el grueso memorial de desencuentros y deslealtades sin tino); se excede en el verbo (ver la inflamación de sms con los que invade los teléfonos de los periodistas que se salen del carril); se excede con los gastos (ver refuerzo de 145.000 euros para su gabinete de comunicación) y se excede en los malos ejemplos (ver los correos electrónicos de su jefe de prensa a una periodista antaño incómoda). Y todo ello en menos de un mes. ¿Alguien puede dar más en tan corto espacio de tiempo?