El año de Rosalía, y no por suerte ni por marketing

Portada de 'El mal querer', trabajo discográfico de Rosalía.

Sergio Miró

Las Palmas de Gran Canaria —

La velocidad en la que se asientan los fenómenos culturales cada vez da más vértigo. Resulta increíble pensar que hace 12 años Apple no había entrado en el mercado de la telefonía móvil y el mundo estaba feliz sin saber lo que era una App y esperando a llegar a casa (¡o a un cybercafé!) para conectarse a Internet. Del mismo modo, cuesta creer que cuando empezamos este 2018 a Rosalía sólo la conocían los indies avispados que habían aplaudido con las orejas Los Ángeles –con el maestro Refree en la producción- y que creían que lo más aventurado que esta cantaora flamenca iba a hacer era la hermosa versión del I See a Darkness de Bonnie “Prince” Billy incluida en ese disco.

De repente, a comienzos de año, Rosalía anuncia en un vídeo a través de las redes que está muy ilusionada por el que será su nuevo paso, advirtiendo que no tendrá nada que ver con su debut, pero que al mismo tiempo mantendrá la esencia flamenca. Es importante que nos quedemos con el dato de ese vídeo, pues aunque está filmado de manera profesional nos mostraba a una Rosalía sola ante el peligro y que confesaba dos datos muy a tener en cuenta: 1) que no estaba con ninguna discográfica, ya que Los Ángeles salió mediante licencia con Universal, y 2) que lo estaba financiando todo ella y que se encontraba en números rojos. Imagino que, a estas alturas, los que están con el mantra de “esa chica es un producto de marketing” no van a dejarse convencer de lo contrario así como así, pero yo voy dejándolo caer por si acaso.

Entre las informaciones salpicadas que nos llegaron en aquellos primeros pasos, supimos que el disco por venir se llamaría El Mal Querer; vimos a Rosalía alucinando cual fan ante el hall de la fama de un estudio de grabación angelino; y tuvimos la confirmación de que el co-productor y aliado musical para ese nuevo proyecto sería Pablo Díaz ReixaEl Guincho, quien ya sabía lo que era tener a la crítica internacional a sus pies con sus primeros discos en solitario (aunque ninguno de sus muy notables logros anteriores llegaban por asomo a lo que ahora está viviendo como “hermano” de nuestra protagonista).

La cosa iba pintando que podía ser grande, y daba a pensar que Rosalía se disponía a dar cancha a un público durmiente dentro del espectro de música urbana que ya había empezado a sembrar con sus colaboraciones esporádicas con C. Tangana. De hecho, hasta este año, quienes se asomasen a su mundo buscando a la nueva reina aflamencada del trap se tenían que conformar con las playeras y los outfit chandaleros de la cantaora, porque ni en su disco con Refree ni en sus conciertos había concesiones a ningún instrumento ajeno a los tablaos.

Y entonces… Llegó Malamente.

Y el mundo se detuvo. Casi literalmente. Puede que el público ya estuviera acostumbrado a la introducción de efluvios flamencos en temas de electronica o de Hip Hop, muchas de ellas con gran aceptación popular, desde La Mala hasta Chambao o Fuel Fandango, pero Malamente era algo diferente. Con una producción limpia, tirando a minimalista y seductora en la que no hacen falta guitarras, con unas percusiones que eluden el backbeat salvo cuando es estrictamente necesario (entre las palmas, atención, se cuela un tambor herreño, bonito detalle autóctono canario de El Guincho), y con ese ya icónico estribillo a base de ad-libs (pobre de la persona que intente cantarlos todos seguidos), la canción daba la sensación de ser algo que nunca habíamos escuchado. El impacto de ese lanzamiento aislado, se multiplicó gracias a l videoclip que Canadá ideó para la ocasión, de factura apabullante y repleto de imágenes de las que ayudan a fabricar mitos. La jugada se repitió poco después con el segundo single y su correspondiente clip también de la misma productora, Pienso en tu Mirá, un trallazo pop que alternaba una bellísima estrofa y un estribillo muy tribal, todo con el uso de un ritmo de bujería por soleá pero tratado como si fuera la base rítmica de un tema de FKA Twigs. Con semejante presentación en sociedad de su nuevo sonido, la catalana subió de golpe varios escalones, convirtiendo su disco aún por publicar en objeto de ansiedades y especulaciones.

Por zanjar en un párrafo todo lo que pasó desde ahí hasta la publicación de El Mal Querer, digamos que ese desmadre y a semejante velocidad no se había visto jamás en la historia con una artista española emergente: celebrities como las Kardashian o Dua Lipa posteando con alegría al son de Malamente, presentación del nuevo directo en el Sónar, rodaje con Almodovar, portada en algunas de las revistas top, anuncio por todo lo alto en Times Square, nominaciones a los Latin Grammy… Por un lado, es de extrañar que a día de hoy Rosalía siga comportándose como una entusiasta y humilde amante de la música; y por otro, no es de extrañar que el país haya implosionado y acabe el año con la broma general de que la mujer está hasta en los paquetes de turrón (un dato escalofriante: Rosalía es la personalidad más buscada en Google en España durante el 2018).

Todo esto sería insostenible si resultara que El Mal Querer no vale un pimiento, pero es que quien les escribe cree que, fenómenos socioculturales aparte, estamos ante un disco realmente importante. Puede que no haya nada esencialmente nuevo en lo que se nos presenta, pero la combinación de elementos sí que es absolutamente audaz y novedosa. Como ha llegado a afirmar la propia artista, si presentas cosas ya conocidas en contextos diferentes, estarás creando la percepción de que estás en terrenos inexplorados. Así, se trata de un disco que en el mercado internacional puede ser recibido como un trabajo de EDM y de pop, gracias a su inteligente uso de las sonoridades y las programaciones; al mismo tiempo, tiene algo de experimental en sus melodías vocales, que para cualquier oído ajeno a los melismas propios del cante, pueden resultar como una versión exótica y novedosa de las piruetas élficas de una Björk, por ejemplo; pero es que además, el as en la manga del producto final es que esconde mucha más pureza y afección por el flamenco tradicional de lo que podían llevar a pensar los primeros singles (las mencionadas Malamente y Pienso en tu Mirá, junto a los tangos pasados por autotune de Di Mi Nombre).

Con la excepción de Bagdad (una balada R´n´B en toda regla que delata su origen estilístico al tomar prestada una melodía de Justin Timberlake, pero que reivindica su originalidad con la inclusión de los celestiales coros del Orfeó Catalá), casi todo el resto de temas ceden su protagonismo al cante y a cierto rigor estilístico donde ese contexto al que hacíamos alusión marca las diferencias: ya sean los ruidos de las motos marcando el compás en la desgarradora De aquí no sales, los filtros que rompen la pureza de las guitarras flamencas de Que no Salga la Luna, o el juego con el Pitch y el vododer en los coros de piezas casi a capella como Nana o A Ningún Hombre.

Antes de finalizar, hay que hablar de las letras, trabajadas en su mayor parte por la propia Rosalía y por Antón Álvarez (C. Tangana). Aquí va otro atrevimiento: en plena era del MP3 y de la presunta muerte del formato LP, la estructura por capítulos de las once canciones incluidas en El Mal Querer da forma a una pieza conceptual basada en una novela de hace siete siglos sobre las maneras en las que el amor puede acabar tornándose oscuro y perverso. Son temáticas que suenan inquietantemente cercanos y que al mismo tiempo son tratadas con delicadeza y exquisitez poética, resultando sangrantes y desgarradoras cuando la ocasión lo requiere (desde el “Conmigo no te equivoques / Con el revés de la mano yo te lo dejo bien claro” hasta el orgulloso “A ningún hombre consiento que dicte mi sentencia” que pone fin al calvario de la protagonista). No en vano, toda una eminencia en el terreno como es Jorge Drexler ha querido destacar el mérito y la alta calidad del que quizás sea el aspecto menos comentado del fenómeno.

Aparte de la matraquilla de lo del marketing, los haters vienen a decir que todo se va a desinflar en cuestión de meses. Ante eso, lamento darles la noticia de que esto parece ser tan sólo el principio. Que todo este revuelo se ha generado con un disco a la postre bastante experimental y libre de las dictaduras formales de los productos de mainstream. Si de verdad ahora la maquinaria se pone a trabajar, queda espacio para un crecimiento global cuyo único techo pueden ser las líneas rojas meramente artísticas que quiera marcar la propia Rosalía. Todavía no han llegado los featuring de alcance global (en El Mal Querer tan sólo se asoma la voz reconocible de Rossy De Palma, y no estamos hablando de ese tipo de colaboraciones); aún está en la recámara algún bombazo más puramente bailable que ya se ha dejado escuchar en algunos conciertos de la gira; y el día menos pensado descubriremos qué es lo que Rosalía andaba grabando con Pharrell Williams en unas imágenes que pusieron los dientes largos a más de uno. Y sobre todo, queda por ver lo que la propia artista pueda inventarse por el camino, porque si hasta ahora ha llegado hasta donde ha llegado marcando ella las reglas de su propio juego, ¿quién no dice que pueden haber jugadas similares en el futuro? De momento, punto y seguido, o dicho de otra manera: Tra Tra.

Este artículo fue publicado en Indienauta.com.

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