Guelbenzu fue precoz en casi todo. Fue finalista del Premio Biblioteca breve en 1967 con su novela El Mercurio; tenía apenas 23 años en aquella edición que ganó la mítica novela Cambio de Piel de Carlos Fuentes. José María comenzó, también muy pronto, a trabajar en el mundo editorial, primero en “Cuadernos para el Diálogo” y poco después dirigiendo las editoriales Taurus (1977/1988) y Alfaguara (1982/1988) que se abrieron y nos abrieron a la literatura universal.
En el otoño de 1988 inauguró, como autor invitado y junto al poeta José Hierro, las Tertulias del Centro Insular de Cultura de Gran Canaria (CIC) que de su mano recibieron a Julio Llamazares o Juan José Millás, autores emergentes por aquel entonces. Inició así una nueva etapa como profesor y conferenciante. Fue, también, fundador y director de la Escuela de Letras.
Como novelista apostó por la narración experimental, buscando y ofreciendo nuevas voces y apuestas estructurales. No dejó de investigar y de innovar publicando una treintena de obras entre las que se encuentran El río de la Luna, La mirada o el Sentimiento, fue capaz de atreverse, incluso, con un formato de diálogo clásico: Un peso en el mundo. Su última novela Una gota de afecto vio la luz esta primavera.
Tanto en sus novelas de culto, como en los relatos policiacos - de crimen y misterio - dio voz a personajes de su generación; protagonistas corales fueron los jóvenes universitarios de finales de los sesenta, como él en su día. Indagó en las crisis de las parejas de mediana edad en la España de los 80 o 90 y se adentró en relatos que buceaban en los ambientes políticos e intelectuales con cerca de seis décadas de historia. Sus personajes nacieron como jóvenes estudiantes en el ocaso de la dictadura franquista, maduraron y se jubilaron con él. Tuvo siempre una tribuna privilegiada para ejercer como narrador y como crítico, con esa distancia que da al conocimiento no sólo el saber, sino el saber mirar. Todo ello aderezado con una fina ironía.
José María Guelbenzu cuando decidió dedicarse al crimen, como gran lector y experto en técnicas narrativas, eligió como protagonista de sus textos a la jueza Mariana de Marco; una mujer de mediana edad, inteligente y desinhibida, que no dejó palo por tocar. Para esta serie nos ofreció, y se regaló, los escenarios del norte de España - Asturias y Cantabria- que amó y disfrutó todos los veranos de su vida, hasta el final de sus días. Enamorado de las hortensias y las camelias, del buen whisky de Malta y de los habanos, que ya en los últimos años se conformaba con contemplar, Guelbenzu creó, junto con su mujer, la editora Ana Rosa Semprum y sus hijos, Nicolás y Alicia, su Lugar en el Mundo en Gandarillas. Pasó sus últimos años entre Madrid y Cantabria sobrellevando con enorme dignidad su mala salud de hierro y la tristeza de ver partir a sus amigos: Senillosa, Pradera, Lamadrid o Juby.
A partir de ahora nos faltará él, Guelbenzu, en los veranos del norte; lo extrañaremos desde Miguel Ángel Aguilar hasta Luis Salcines, recordando siempre, ese saber estar en el que mezclaba, como en el mejor de los cócteles, inteligencia, cultura y sentido de humor.
No dejen de leerlo en todas sus facetas: la de editor comprometido con la literatura universal, la de crítico honesto, la de escritor alquimista o la de autor policiaco que se divierte y nos entretiene.