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El trastero y el verbo sobrevivir

Andrés Expósito

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La gente dejará de protestar. Inmiscuidos y anegados, cada individuo o familia buscará su solución más personal y clarificadora a la crisis, o al problema económico personal que le aceche.

Embaucados y aturdidos en el sentido más profundo y desarraigado y putrefacto del verbo sobrevivir, los ciudadanos atesoran y asienten todos sus sentidos, y la capacidad de maniobra que componga cada instante, en solventar sus particulares paisajes de hambre, necesidad, determinar alguna solución al pago de hipotecas o préstamos, procurar una educación adecuada y adeuda para sus hijos, trazar un camino y un tránsito laudable para sus vidas, auxiliar y asegurar mañanas que contienen en la actualidad disyuntivas e interrogantes. Y mientras, y sin embargo no censurable, las luchas se aparcan, y se colocan en el trastero los trajes de guerreros, las banderas que ondean la exigencia de libertades, las palabras y las frases que demandan humanidad y derechos sociales, las canciones que otorgan y vociferan el descontento con el presente, los puños enrabietados al aire que pronuncian y forcejean por una proposición social más loable, humanitaria y creíble. Los sentidos se ocupan, ociosos e incansables, en su máxima exigencia y ofrecimiento, en componer las notas musicales que arreglan el desarreglo, en temporizar, equilibrar y amurallar la estructura de bloques para sopesar todo el grado de definición que confiere el verbo sobrevivir.

En esta manera, secundados y asfixiados en restituir lo trastornado y trastabillado por el maremoto económico, la esclavitud se sostiene y se acrecienta y golpea con el miedo. Si no hay mañana plausible y coherente, seguro y acomodado, el terror aturde, abofetea y apesadumbra, y el juego tramposo, indecente y mordido del actual Gobierno, y de muchos otros en la actualidad, aclama y se profesa victorioso. Quién no tiene nada, de cualquier esquina hace hogar, y quien no tiene alimento con que saciar el hambre, una simples migajas componen y forman el más exquisito manjar, por ello es que, las esclavizadas maneras también posibilitan un adecuado y confortable paisaje, si solo satisfacen el hambre y un techo apenas consistente y confortable. Y eso lo saben ellos.

Nada reprochable que las luchas y los gritos y las exigencias laudables y humanas para contemplar un horizonte social y económico, queden guardadas y aparcadas en el trastero, mientras el verbo sobrevivir quede arriba, en toda la dimensión de la casa, en cada uno de los miembros que conforman la familia, en cada uno de los minutos transitados y sin transitar, en los de ahora, en los actuales, en los que llegarán más tarde, y después, y mañana, minutos que no manarán en lo sucesivo otra pronunciación, imperecederos en esa composición. Pero a lo mejor, el puño enrabietado deba golpear sobre la mesa, olvidarse de todo, dejarlo todo, y haga falta desempolvar y extraer los viejos fusiles del fondo del trastero, adquirir algunos honrosos y suaves claveles y colocarlos en el cañón de los mismos, dejar claro que la pretensión no es apretar el gatillo, porque no hace falta para alcanzar una convivencia honorable económica y social, escuchar en la radio 'Grandola, Vila Morena' de José 'Zeca' Afonso, y entonces asomarse a las calles, y retumbar en los parques, y en las plazas, y en las avenidas, que esto no es Democracia sino dictadura envuelta en papel de caramelo, meloso y edulcorado, y ahí, a la luz de todos, el ciudadano sea quién decida, que esto ya no va a seguir así, las ciudades solo son juguetes rotos, inservibles, inútiles, insuficientes, cemento y hormigón exclusivamente, si no hay ciudadanos que las confirmen y les den vida.

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