Creo que por primera vez en el mundo se reconocen los derechos de un río y es en el hermoso municipio gallego de Outes, lo cual me llena de orgullo y satisfacción pues conozco bien ese lugar en el que tengo familiares. El río, me imagino que será el Tambre, el principal del municipio, donde hay otros ríos ya que Galicia es el país de los mil ríos, el Tambre ya podrá decir cuidadito con esa basura y respeta mis truchas que aún no se ha abierto la veda, claro, e incluso el río podrá pasarse de rosca e inundar aldeas cercanas, lo cual es hacer uso abusivo de sus derechos y no sé a ustedes, pero a mí me suena bastante. Digo esto porque adorando los árboles, pido también que se reconozcan sus derechos, empezando por los que son reliquia botánica y necesitan ser protegidos y ya puestos y para que no me llamen xenófobo arbóreo a los que llevan aquí al menos quinientos años y ya son de la familia y todos esos que ocupan su lugar con dignidad. Entre sus derechos pondría en primer lugar el derecho a la integridad física y mental, ya que aquí hay jardineros y ‘selvicidas’ que cuando trincan a mano una motosierra enseguida organizan la Matanza de Tejas, esa película cuyo éxito explica perfectamente la clase de sádicos reprimidos que somos, que yo también la he visto, eh. Quiero decir que se regodean podando a los pobres árboles, dejándolos sin una simple hojita para la consabida fotosíntesis, en el mínimo muñón. Estoy con los árboles, ahí soy más ecologista y climático que nadie, estoy con su belleza y su sombra, cada uno de ellos es un milagro de la naturaleza, y tengo que decir que en esos bosques del monte de Mazo algún ganadero se ha asomado a un seto y me ha visto reprochándole a un nisperero que ese año aún no me  hubiese dado ni siquiera un puñetero níspero, que los árboles también tienen sus deberes, oiga.