En el corazón del Atlántico, sobre un lecho de volcanes que define su identidad, el Archipiélago canario vive una profunda paradoja energética. Sentadas sobre un inmenso reservorio de calor terrestre, un “gigante dormido” capaz de suministrar electricidad de forma constante, las islas siguen encadenadas a una dependencia casi absoluta de los combustibles fósiles importados. Hoy, el 99,8% de su energía eléctrica proviene de la quema de derivados del petróleo y gas, un modelo caro, contaminante y peligrosamente vulnerable a los vaivenes del mercado global.
Pero el guion está a punto de cambiar. Canarias no solo es el epicentro de la actividad volcánica en España; hoy es también el epicentro de la esperanza geotérmica. Un impulso financiero sin precedentes ha puesto en marcha la maquinaria para explorar el subsuelo de Tenerife, La Palma y Gran Canaria. Sin embargo, este colosal esfuerzo se enfrenta a lo que los expertos del sector describen como un “muro regulatorio”: la ausencia de una tarifa clara que garantice la viabilidad económica de los proyectos. La pregunta ya no es si hay energía bajo nuestros pies, ni si hay dinero para buscarla. La pregunta es: ¿cuánto se pagará por ella? Y la respuesta, de momento, reside en un despacho ministerial en Madrid.
El potencial oculto: un recurso científicamente validado
Para entender la magnitud de la oportunidad, es crucial comprender la ciencia. La energía geotérmica aprovecha el calor interno de la Tierra. El vulcanismo canario no solo es un atractivo turístico, sino que es la manifestación de un gradiente térmico excepcional. Mientras que en una zona continental la temperatura aumenta unos 30 °C por kilómetro de profundidad, en Canarias este incremento puede ser de hasta 150-200 °C por kilómetro.
Esto nos sitúa en el dominio de la geotermia de alta entalpía, el tipo más codiciado para la generación eléctrica. El objetivo es encontrar, a profundidades de entre 1.5 y 3 kilómetros, un reservorio geotérmico: una formación rocosa porosa y permeable, saturada de agua o vapor a más de 200 °C. El proceso consiste en extraer ese vapor para mover una turbina que genera electricidad, y luego reinyectar el fluido en un ciclo cerrado y sostenible.
La certeza de este potencial ya no es materia de debate. Nemesio Pérez, director del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), y una de las voces científicas más respetadas en la materia, lo ha reiterado en múltiples foros: “Hemos superado la fase de la incertidumbre científica. Los estudios geofísicos y geoquímicos confirman la existencia de un recurso de primer nivel. La pregunta para Canarias ya no es si tenemos geotermia, sino cómo y cuándo vamos a aprovecharla para nuestra soberanía energética”.
La principal ventaja de la geotermia es su gestionabilidad. A diferencia del sol o del viento, una central geotérmica puede funcionar 24 horas al día con factores de capacidad superiores al 95%. Esto la convierte en una energía de base, capaz de dar la estabilidad a la red eléctrica que los sistemas insulares necesitan desesperadamente para reducir su dependencia de los combustibles fósiles.
El músculo financiero y los primeros sondeos
La transición hacia la geotermia no es una quimera. El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) ha lanzado el Programa de Geotermia Profunda, dotado con 120 millones de euros de los fondos NextGenerationEU, de los cuales 60 millones se han asignado directamente a Canarias.
Este dinero es el catalizador para la fase más arriesgada: la exploración. Una inversión que puede superar los 50 millones de euros por cada pozo de producción es inasumible para el sector privado sin un respaldo público que mitigue el riesgo geológico inicial. Por ello, el IDAE ya ha adjudicado licitaciones por 106 millones de euros para los primeros trabajos.
Estos fondos iniciales financiarán los llamados “sondeos de investigación” o slim-holes. Se trata de perforaciones de diámetro reducido, menos costosas que un pozo de producción, cuyo objetivo es confirmar con precisión la temperatura, presión y permeabilidad del reservorio. Son la prueba de fuego definitiva. Los proyectos más avanzados son:
En Tenerife, liderados por la empresa pública Energía Geotérmica de Canarias (EGC), los sondeos se centrarán en los permisos ya concedidos de Vilaflor y Guía de Isora.
En La Palma, el área de mayor interés se sitúa en el municipio de Fuencaliente.
En Gran Canaria, el Consejo Insular de la Energía (CIEGC) también impulsa estudios para identificar los puntos más idóneos.
El primer sondeo profundo en Tenerife está programado para comenzar en otoño de 2025, un hito que marcará el inicio de la fase tangible del proyecto.
El muro regulatorio y el espejo de las Azores
Aquí es donde la historia se complica. A pesar del torrente de financiación y el optimismo técnico, todo el sector se ha topado con un obstáculo formidable: la incertidumbre regulatoria. Existen dos Reales Decretos (el 738/2015 para sistemas extrapeninsulares y el 413/2014 con la metodología de retribución) que abren la puerta legal a una compensación por los extracostes de la geotermia.
Sin embargo, la fórmula está vacía. Los valores estándar de inversión y operación para la geotermia no han sido fijados. Sin una orden ministerial que los establezca, preferiblemente tras un concurso competitivo (subasta), los inversores no pueden calcular la rentabilidad y, por tanto, no pueden tomar la Decisión Final de Inversión.
Lo frustrante para los promotores canarios es que no necesitan inventar la rueda. Solo tienen que mirar a sus vecinos en la Macaronesia: las Azores. Este archipiélago portugués, de naturaleza volcánica idéntica a Canarias, ya genera cerca del 42% de su electricidad con geotermia. Han demostrado que es técnicamente viable y económicamente beneficioso en un entorno insular. Las Azores desarrollaron hace años un marco retributivo estable y predecible que permitió atraer la inversión necesaria para construir sus centrales geotérmicas en las islas de São Miguel y Terceira. Este modelo es visto por el sector canario como un espejo y un plano a seguir, haciendo aún más incomprensible la parálisis administrativa en España.
El argumento económico y el reloj en marcha
Mientras la burocracia sigue su curso, el reloj económico no se detiene. El coste de la generación con combustibles fósiles en Canarias supera con frecuencia los 300 euros/MWh. En este contexto, la geotermia es una solución económicamente lógica. Las tarifas necesarias para hacerla rentable, según los modelos europeos y la experiencia de las Azores, se sitúan en una horquilla de 200 a 300 euros/MWh. Es decir, la energía geotérmica podría ser, desde el primer día, más barata que la que se produce hoy en las islas.
El clamor por una solución es unánime. Desde el Cabildo de La Palma, el de Tenerife hasta el Consejo Insular de la Energía de Gran Canaria, pasando por las empresas privadas como DISA Renovables o Involcan, el mensaje al Ministerio para la Transición Ecológica es el mismo. Como recordaba su director, Joaquín García: “El sector privado está listo para invertir y ejecutar, pero no podemos operar en el vacío. Si no hay una respuesta de la administración en materia de permisos y tarifas, los fondos europeos corren el riesgo de no poder ejecutarse en plazo”.
Si la regulación se desbloquea durante el próximo año, y los sondeos de 2025-2026 son exitosos, las primeras plantas podrían estar operativas entre 2028 y 2029.
Conclusión: la encrucijada energética de Canarias
Canarias se encuentra en una encrucijada histórica. Posee el tesoro geológico, el respaldo financiero europeo y el impulso empresarial para liderar una revolución que podría convertirla en un faro de sostenibilidad. La geotermia no es una tecnología más; es la pieza que falta en el puzle renovable, la que garantiza la estabilidad que el sol y el viento, por su naturaleza, no pueden ofrecer de forma aislada.
El camino está trazado. Los científicos de Involcan han validado el recurso. La Unión Europea ha provisto la financiación. Las empresas están listas para perforar. Ahora, la pelota está en el tejado del Gobierno de España. La firma de una orden ministerial que concrete una tarifa justa y predecible, inspirándose quizás en el éxito probado del modelo de las Azores, es la llave que puede desatar el fuego interno de Canarias.
Si esa firma llega a tiempo, en 2029 las islas podrían celebrar el inicio de su independencia energética. De lo contrario, los millones invertidos se habrán evaporado, y el gigante geotérmico canario seguirá durmiendo, mientras las chimeneas de las centrales térmicas continúan marcando el coste, económico y ambiental, de una oportunidad histórica perdida.