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Una estúpida foto de verano

27 de agosto de 2025 09:57 h

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Y denigrante. “No se debe continuar el título en el artículo”, me dice mi pepita grillo de Chinchón, siempre atenta y vigilante. Me da igual: la fotografía de los líderes europeos en el despacho oval de la Casa Blanca atendiendo sumisos al monstruo de la gorra quedará para los anales como la muestra de uno de los ridículos más espantosos de la historia política europea. Me acordé del triste Neville Chamberlain, sonriente después de firmar el acuerdo de Múnich con Hitler en setiembre de 1938. A continuación vino la masacre, el horror y la guerra.

Las comparaciones son odiosas, se dice siempre, pero lo que ocurrió con Alemania hace casi noventa años se aproxima dramáticamente a lo que está ocurriendo con los Estados Unidos ahora, sálvense todas las distancias que se quieran. Sin Europa no somos nada, sin Europa fuerte y convencida de sus valores, libertad, igualdad y fraternidad. La cáustica reflexión no da para más.

Tampoco los incendios patrios. Parece claro, salvo nuevas y estruendosas apariciones, que los políticos y las políticas, sobre todo estas, van a pasarse hasta navidad con denuestos y acusaciones varias sin entrar en lo que verdaderamente importa: el origen de la catástrofe y su prevención. El fuego sigue encendido de manera muy peligrosa en muchos lugares, mientras en el Senado ya se ha iniciado el paseíllo de ministras y ministros para ser acusados de todos los males del verano. También me da igual, quitaré el volumen si es que enciendo la televisión o lo que sea. “La auténtica revolución permanente es la democracia, que se construye cada día”, dijo nuestro Jorge Semprún. Hasta el día 31 de agosto puede verse y disfrutarse la bella exposición Jorge Semprún. El largo viaje en la sala Hipóstila de la Biblioteca Nacional, en Madrid. Dentro del marco del programa del Gobierno, “España en libertad” que lidera el ministro Ángel Víctor Torres, es una sintética y apasionante muestra de la vida y obra de uno de nuestros europeos más brillantes e intelectualmente más potente. No sé qué diría de los tiempos. O si lo sé pero prefiero no escribirlo.

“Menuda forma que tienes de afrontar el final del verano”, vuelve a la carga la de Chinchón, armada con una pequeña reproducción de una pintura de Artemisia Gentileschi, que tanto nos gusta a ambos. “Si lees una de las últimas novelas de Semprún, Veinte años y un día, te gustará más el cuadro de Judit y Holofernes que luces con donosura”, le indico modestamente. “No necesito leer a ningún hombre para que me guste más la pintura de una mujer, a ver si te enteras de una vez, que pareces el protagonista de una canción del Dúo Dinámico de principios de los sesentas”, me espeta. O no se ha levantado con humor, de algún tipo de humor, o está dispuesta a emular a las políticas conservadoras desde la ira de la izquierda rampante, lo cual puede parecer insólito pero es más frecuente de lo que se sospecha.

Me voy con lo puesto y con el recuerdo de que mis padres conocieron y charlaron con Manolo y Ramón en la feria Internacional de Muestras de Barcelona de 1958. Yo también estaba, en el cochecito, con apenas tres meses de vida, y entonces no imaginaba que una historiadora del arte de Chinchón acabaría leyéndome la cartilla. Cosas veredes.