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Qué nos pasa

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La sociedad civil defrauda y la clase política indigna. Este aserto es intercambiable. A veces la sociedad civil indigna y la clase política defrauda. Porque lo que está en crisis es la inteligencia, y no porque seamos menos inteligentes sino porque nos hemos pasado al otro lado de la inteligencia, alejados de lo que ahora llamamos la ambición moral vector que opera en beneficio del colectivo.

Pasaron dos siglos ya desde que Balzac penetraba el alma humana y se encontraba distintos personajes con distintas inteligencias. Hace tanto tiempo y ya entonces Balzac veía en algunos tipos de la Comedia Humana una habilidad para el lenguaje. En otros no veía nada excelente, pero sí una inteligencia superior para los negocios. Y otros eran mediocres, pero flechas en esto del arribismo. Y también los reconoció con inteligencia sublime para estar en sociedad y en el trato con las demás personas. Inteligencias más reptilianas versus inteligencias más virtuosas.

Me preguntaba un amigo qué le había pasado al siglo XXI que barruntaba un escenario luminoso y se había venido abajo. Le contesté que cuando pienso en el siglo XX ya superadas las dos grandes guerras, pienso en el sueño americano y en sus dos mejores oradores: Martin Luther King y Bob Kennedy. Esas dos figuras deslumbrantes fueron asesinadas y eran genio y figura de aquella América que había exorcizado a casi todos sus demonios. Digo a casi todos porque seguían metidos en Vietnam. Pues respondiendo a la pregunta, el siglo XX es Bob Kennedy y el siglo XXI es su hijo, figura patética con la que hemos de conformarnos.

Los hombres excepcionales surgen de una tensión acumulada durante tiempo y esa tensión se ahorra y acumula para producir tirones más fuertes que la opinión pública y que el espíritu de la época. Esos hombres que la sociedad necesita no conocen nada prohibido, solo la debilidad.

El siglo XX disponía de una solidaridad mecánica de valores compartidos que se opone a una solidaridad orgánica propia del siglo XXI que aparece cuando son pocos los valores compartidos y se hace preciso negociar entre comunidades. Menos capacidad de identificación y más cuantía del todo vale.

En la sociedad civil abundan los cantamañanas que son una especie que sabe poco de todo y mucho de nada. Su diseño individual afirma que ellos se han vuelto como son porque no quieren ser como tú. Y esa sociedad civil vota a unos políticos que nos recuerdan a Galdós en sus Tormentas del 48 donde reconocía a dos bandos, los tontos y los que se pasan de listos. Aquí también podemos intercambiar lo civil con lo político.

El Instituto Benjamenta lo pensó Walser para ingresar a seres que aprendieran a servir. Allí encontraban su lugar en el mundo con una educación para la obediencia y la servidumbre. En el Instituto se desalentaba la individualidad y la ambición. Se parece mucho a este mundo actual globalizado y conectado.

Me acuerdo de un cuento: un ladrón va a un anticuario y le ofrecen un pequeño espejo que rechaza. No le gustó el artículo pues lo vio como una conciencia de mano. En otro cuento igual de célebre se denuncia a la cópula y a los espejos porque replican y multiplican a los humanos. Pues queda dicho, en la época de las redes sociales y mientras toca la puerta la inteligencia artificial a nosotros nos ha abandonado la inteligencia que nos iba a llevar a un mundo mejor. Somos demasiados y no llevamos la conciencia de mano que nos dicte que el problema de los políticos somos todos nosotros.