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Pequeñas Voces

Pequeñas Voces parte de la experiencia de un pequeño grupo de niños que se erigen como una especie de portavoz del más de millón de niños desplazados por esta esperpéntica y fraticida guerra, nunca declarada. Tal y como muy bien dijo Adela Manotas, directora artística de la película, a la par que inmejorable relaciones públicas de dicha producción, “Si alguna vez hubo diferencia entre la guerrilla, los paramilitares y el ejército, hace tiempo que dicha diferencia desapareció.” Hoy en día, y como muy bien cuentan los niños protagonistas de la película, cualquier persona con un arma significa peligro y, posiblemente, muerte. Y eso los niños lo saben plasmar sin ningún tipo de traba.

Pequeñas Voces es una película tremendamente sincera, como lo es Adela Manotas al contar la realidad de su país, los problemas que parecen no tener solución, y la problemática de unos niños obligados, por las circunstancias, a dejar atrás su infancia. A pesar de ello, sus dibujos saben diferenciar el bien del mal, plasmando a cada uno de los protagonistas tal cual es y sin ninguna carga ideológica o política.

Las voces de los niños no estuvieron nunca condicionadas en el proyecto, por mucho que hubiera personas que pensaran lo contrario. Para un niño, perder a sus perritos, ver cómo unos hombres armados se llevaban a su padre, o tener que combatir en una guerra tan sangrienta como ésta termina por dejar una huella que, aunque se quiera condicionar, no se puede.

Con estas palabras Adela Manotas me explicaba lo que supuso trabajar en esta película y, a su vez, el reto de tener que vivir de primera mano cada uno de los pequeños dramas de todos los niños entrevistados para hacer el guión definitivo.

Me gustaría pensar que, al hacer esta película, y luego de verla, las personas de mi país dejen de ver el conflicto como una noticia más en los informativos y empiecen a ponerle cara y voz a las verdaderas víctimas de una guerra más económica que ideológica. Sé que el drama de estos niños no terminará pronto no solo por las heridas que han sufrido, sino porque aún no hay un lugar realmente seguro para ellos. Muchos de los niños que Jairo Carrillo, co-director de la película, entrevistó desaparecieron de ese lugar en el que se encontraban poco tiempo después de haber sido entrevistados. Aun así, me gustaría que esta película sirviera para que, de una forma u otra, no los olvidáramos, aunque el daño ya esté hecho. No sé si algún día terminará esta guerra, pero yo no soy la misma persona que era antes de empezar a trabajar en Pequeñas Voces y es algo por lo que estoy tremendamente agradecida.

Yo añadiría a las palabras anteriormente dichas por Adela Manotas que Pequeñas Voces es una muestra más, puede que más valiosa por lo comprometido de su tema, pero una muestra más de la valía de la animación como soporte para contar una historia tan real y trágica como ésta. Además la historia cuenta con la particularidad de no tratar de conducir al espectador en todo lo relacionado con el conflicto que azota Colombia, algo que, por ejemplo, sí que hace la película Impunidad, testimonio igualmente válido, pero carente de la honestidad y franqueza que demuestra Pequeñas Voces.

Ambos proyectos terminan por contar lo mismo; es decir, Colombia es un país dominado por una oligarquía económica, la cual se vale de las distintas fuerzas en conflicto para manejar el país a su antojo. Hace tiempo que las ideologías dejaron de tener sentido y las víctimas son todos aquellos que ven cómo sus vidas se ven alteradas por los vaivenes orquestados por quienes controlan la situación. De ahí que los niños protagonistas de Pequeñas Voces pierdan su casa, su familia, su libertad y parte de sus miembros, sin saber cuál es la verdadera razón de todo aquello.

No quiero engañarles. La película es dura, real, y muchas veces difícil de digerir, pero el trabajo de todo el equipo y la animación creada para ello, gracias al trabajo de Adela Manotas, nos ayudan a sobrellevar una realidad que nunca debió sacudir a ningún país. La película se convirtió, por derecho propio, en una de las más vistas y comentadas de la séptima edición de Cinemaissí, festival de cine latinoamericano en Helsinki.

Yo tuve la oportunidad de ver la película en la sala Andorra de la capital finlandesa con un aforo compuesto, exclusivamente, por estudiantes de instituto. Éstos no solo no hablaron durante el metraje de la película, sino que al terminar supieron formular preguntas muy válidas a una Adela Manotas que trató de explicar una realidad que, por momentos, parecía inexplicable. Me gustaría pensar que ahora que la película va a llegar a las pantallas españolas Pequeñas Voces sea igualmente tomada en consideración por parte de los espectadores, si son capaces de ver más allá de lo que, sobre el papel, es una película de animación. De hacerlo se encontrarán con una de esas pequeñas joyas que de tanto en tanto llegan a las pantallas y, sobre todo, con un trabajo muy honesto, entregado y cuyo principal objetivo, tal y como me dijo Adela Manotas, era contar aquello que ya nadie contaba.

Termino agradeciendo a Jonna Pipatti, responsable de prensa de Cinemaissí, y a Adela Manotas el tiempo dedicado tras la proyección de la película, el cual sirvió para que conociera mucho más de cerca la gestación y desarrollo de este proyecto.

Eduardo Serradilla Sanchis