Espacio de opinión de Canarias Ahora
TVE ante el genocidio en Gaza
Hay muertos de primera y segunda clase. Hay banderas que cubren de gloria a sus fallecidos y otras que son harapos para envolver cuerpos que incomodan. Hay noticias que informan de hechos e historias que nos hacen partícipes del mundo y otras que nos paralizan y nos cubren con su manto de crueldad, cargando a nuestras espaldas con el peso de las decisiones ajenas. Hay periodistas que informan para dar una determinada visión del mundo y otros que caminan como un funambulista sobre el alambre informativo, sin miedo, pero con responsabilidad.
Durante la segunda semifinal de Eurovisión 2025, los periodistas de TVE Julia Varela y Tony Aguilarlos comentaron que más de 15.000 niños y niñas (según Naciones Unidas) han muerto en Gaza a manos de Israel. Este mensaje simple, pero estremecedor, no tenía tintes políticos, sino que formaba parte de un llamamiento a la paz mundial y una declaración directa para que la comunidad internacional no siga mirando hacia otro lado en relación al genocidio que el Estado judío está cometiendo sobre los gazatíes.
En sí mismo, no fue un acto valiente, sino de compromiso profesional y de ética periodística de un medio de comunicación público, que no le exime de su obligación para denunciar hechos como este, independientemente del país donde sucedan y alejados de pronunciamientos ideológicos. El asesinato selectivo de estos menores de edad constituye no solo un ejemplo de la impunidad con la que actúa Israel, apoyado por diversas potencias occidentales con las cuales tiene contratos armamentísticos, sino la reafirmación de que los intereses políticos y económicos están por encima de la pérdida de vidas humanas.
En ningún momento esos periodistas ni otros de la televisión pública española se mostraron a favor de Hamás, como parte implicada en ese conflicto bélico. Defender a los gazatíes no es sinónimo de hacer lo propio con esa organización terrorista. Al contrario: si se ha llegado a estos extremos es por el grado de conciencia de dichos periodistas y de una televisión que tiene el deber de informar con objetividad. Esto incluye condenar la matanza indiscriminada de personas, incluidos menores de edad, que vulnera cualquier principio básico en las relaciones de convivencia pacífica y de desarrollo entre países, sobre todo el tratado internacional de la Convención sobre los Derechos del Niño.
Debemos estar orgullosos de que nuestra televisión pública anteponga la salvaguarda del derecho a la vida, la defensa de la infancia y el fomento de la paz por encima de las audiencias. Los profesionales de RTVE llevan informando periódicamente de lo que sucede en Gaza, sin posicionamientos de ningún tipo, pero mostrando in situ los horrores con los que se encuentran, las familias destrozadas, los desplazamientos y hacinamientos masivos; los asentamientos completos arrasados, convertidos en escombro; la ausencia de alimentos, los problemas higiénicos, que afectan seriamente a las mujeres embarazadas y las ancianas, y la pérdida de identidad de un pueblo a merced de los sionistas. A modo de ejemplo, Almudena Ariza, corresponsal de TVE en Jerusalén, indicaba en marzo del año pasado que su presencia, como la de otros periodistas, molestaba enormemente al Estado judío, que estaba haciendo todo lo posible para silenciar cualquier cobertura informativa que no estuviese en sintonía con sus intereses políticos.
Esta TVE y estos periodistas sí me representan. Con ello, no estoy defendiendo a Hamás. Un medio de comunicación que silencie un genocidio como el de Gaza es cómplice directo de él y tiene sus manos manchadas sangre. En un mundo tan digital y globalizado como este, donde el poder de la imagen y la palabra de los periodistas tiene más impacto y repercusión mediática que el discurso de un líder religioso o político, el trabajo de estos profesionales contribuye a consolidar las sociedades desarrolladas, pero también a remover conciencias ante los actos tan atroces que comete la humanidad.
Lo que sucede con los gazatíes es una infamia internacional, a modo y semejanza del genocidio de Srebrenica (1995), cuando la misma comunidad internacional permaneció de brazos cruzados, mientras los serbobosnios asesinaron premeditadamente a más de ocho mil hombres y niños musulmanes bosnios, en un proceso planificado de limpieza étnica. En ese momento, muchos medios de comunicación denunciaron esa matanza, al amparo de la pasividad de las Naciones Unidas, la OTAN y la Unión Europea, en lo que constituyó la mayor masacre en Europa después del Holocausto nazi.
Por el contrario, el número de muertos gazatíes no solo sextuplica a lo sucedido en Srebrenica, sino que ha dividido a los medios de comunicación, tanto en España como en el resto del mundo, respondiendo a intereses ideológicos y de alineamiento político. De hecho, los vinculados a la derecha y la extrema derecha española han aprovechado esta coyuntura de Eurovisión para atacar directamente a TVE, desvirtuando lo sucedido para enmarcarlo en otra muestra de la nefasta política del Gobierno de Pedro Sánchez y en su defensa de Israel. Mientras diversas televisiones públicas europeas —entre las que estaba la nuestra— plantearon previamente la necesidad de convocar un foro para dirimir si era lícito que Israel participase en un evento musical que constituye un ámbito plural de integración entre naciones, cuando en la actualidad ese país está practicando un genocidio, otros canales de televisión y prensa escrita se han encargado de embarrar las palabras de Julia Varela y Tony Aguilarlos y la conducta ejemplar de TVE, presentando un rótulo en negro, previo a la final de Eurovisión, donde se leía “Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y Justicia para Palestina”.
En el caso concreto de El Mundo, este pasado 18 de mayo publicó un artículo, denominado “La gran vergüenza de Eurovisión 2025 que pagó España y, sobre todo, Melody”, de Esther Mucientes. En él afirmaba que lo sucedido “con Melody y con España fue una vergüenza”, justificando el mal puesto final de la representante española en el certamen por el castigo que hizo el resto de países en la votación, producto del referido comentario de sendos periodistas y por el rótulo en negro, calificado asimismo por aquella de “brutal”. Además, esa periodista indicaba que “Europa se posicionó en contra de España y demostró su favor a Israel”. ¿Cómo es posible que Mucientes no se planee en ningún momento la importancia del respeto a la vida, correspondiente a miles de personas inocentes que están sufriendo los estragos de una invasión y un exterminio programado, y por el contrario banalice, dentro de su deber de informar, una realidad que es innegable para favorecer determinados intereses partidistas?
Si la Justicia suele representarse con la figura alegórica de una mujer con los ojos cubiertos por una venda, que alude a su imparcialidad y objetividad, la televisión pública también debe guiarse por ese parámetro, evitando influencias internas y externas que coarten su pluralidad y democracia informativa. Pero no por ello deber ser ciega ni aceptar el horror de convivir con quienes traspasan cualquier regla moral sin remordimientos porque, entonces, la palabra y la imagen perderán toda su credibilidad.