La Cafetería Kojak, uno de los locales más emblemáticos de Las Palmas de Gran Canaria, ha anunciado su inminente traspaso tras más de 50 años de historia. Situada en el corazón del Mercado de Altavista, en Ciudad Alta, El Kojak ha sido testigo de generaciones de clientes fieles y de la evolución del barrio, convirtiéndose en un referente para los amantes del bocadillo de calamares y la cocina tradicional.
Es por esto que este juernes de por fogones se adelanta un día y es en homenaje a la familia Vizcaíno, más de 50 años alegrándonos el alma con su cocina en Las Palmas de Gran Canaria. ¡Y lo seguirán haciendo hasta el último día, aún el negocio sigue siendo suyo!
Nos encontramos ante una decisión marcada por la crisis del personal, y también, por el deterioro paulatino que el Mercado de Altavista lleva años sufriendo a causa de su nefasta gestión y la inacción de los responsables municipales, algo que no paran de lamentar los hermanos Vizcaíno.
Miguel Ángel y Domingo, este último ya retirado de la gestión diaria, me han comunicado con pesar su decisión, y de hecho ya se puede encontrar el anuncio de traspaso en páginas especializadas. La falta de personal cualificado dispuesto a trabajar en un negocio tradicional como el suyo y el progresivo deterioro del Mercado de Altavista han sido factores determinantes. “No es oro todo lo que reluce en el sector, Javier. La gente se presenta un día a trabajar y no viene al siguiente, quedan para tener una entrevista y no aparecen, por no hablar de las cargas impositivas que están haciendo inviable la supervivencia a pequeños negocios como el nuestro”, han dicho a este crítico. Destaca Miguel Ángel Vizcaíno que, “a pesar de la rentabilidad del negocio y del reconocimiento obtenido en los últimos años por nuestro bocadillo de calamares a lo bestia, la situación se ha vuelto insostenible. Mi hermano Domingo ya ha tenido que dejar de trabajar por un problema médico en su rodilla y yo no estoy dispuesto a aguantar lo que tenemos y lo que es peor, lo que veo venir”.
Kojak no solo es sinónimo de buena comida a precios populares —donde aún es posible disfrutar de un menú por menos de 15 euros—, sino también de tradición y cercanía. Los Vizcaíno han continuado la labor iniciada por la generación anterior, manteniendo la esencia de un bar de toda la vida en un entorno cada vez más complicado para el pequeño comercio. En los últimos años, la cafetería ha sido galardonada en varias ocasiones por su bocadillo estrella, atrayendo tanto a vecinos como a visitantes en busca de sabores auténticos y raciones generosas.
El anuncio del traspaso de Kojak supone una gran pérdida para el barrio de Altavista y para todos aquellos que valoran la autenticidad de los bares de siempre. La noticia deja en evidencia los retos a los que se enfrenta la hostelería tradicional: la dificultad para encontrar personal comprometido, la competencia de nuevos modelos de negocio y la degradación de los entornos históricos.
Con la marcha de los hermanos Vizcaíno se apaga una parte del alma del Mercado de Altavista. Queda el deseo de que el futuro propietario sepa mantener el espíritu y la calidad que han hecho de Kojak un lugar único durante más de medio siglo.
La Cafetería Kojak ha sido, durante más de medio siglo, un símbolo de la gastronomía tradicional en Las Palmas de Gran Canaria. Su traspaso representa mucho más que el cambio de manos de un negocio: supone la posible desaparición de un modelo de hostelería basado en la cercanía, la autenticidad y la transmisión generacional de recetas y costumbres.
El Kojak encarna el espíritu de los bares de toda la vida, donde la clientela habitual encontraba no solo comida, sino un punto de encuentro social. Su posible transformación o pérdida podría debilitar la red de establecimientos tradicionales que dan identidad a los barrios.
El famoso bocadillo de calamares a lo bestia y los menús asequibles son parte de la oferta genuina que distingue a la gastronomía local. La desaparición de estos platos emblemáticos puede contribuir a la triste y aburrida homogeneización de la oferta culinaria de la ciudad.
Kojak no solo ha sido un negocio, sino también un espacio cargado de recuerdos para varias generaciones. El traspaso puede suponer el fin de una tradición familiar y social que difícilmente será replicada por nuevos propietarios. Me emociona pensar cuántas noches electorales hemos cubierto en el periódico con sus tortillas y croquetas, los desayunos que hemos comido en UD Radio gracias a sus bocatas de calamares o ese año donde en la vuelta al club a Primera División estuvieron presentes en las cantinas por medio de su bocata de calamares tradicional, no a lo bestia.
Si cuando en abril celebrábamos en familia sus 50 años, alguien nos dice que no llegaban al 51, no nos lo hubiéramos creído.
El caso de la Cafetería Kojak evidencia los retos a los que se enfrenta la hostelería tradicional en Las Palmas: la dificultad para encontrar personal cualificado, el deterioro de espacios históricos y la presión de nuevos modelos de negocio. Si el relevo no mantiene la esencia y la calidad que caracterizaban a Kojak, la ciudad perderá parte de su patrimonio gastronómico y cultural. Si el nuevo propietario respeta la tradición y el legado de Kojak, el impacto negativo podría mitigarse y el local seguiría siendo un referente.
El destino del emblemático bocadillo de calamares de la Cafetería Kojak dependerá en gran medida de las decisiones que tome el nuevo propietario tras el traspaso. En la mayoría de los casos, cuando se realiza un traspaso de un negocio de hostelería, se incluyen activos intangibles como recetas exclusivas, el nombre comercial y la marca, especialmente si estos elementos forman parte del atractivo y la rentabilidad del local. Esto significa que, si el acuerdo lo contempla, el nuevo gestor podría seguir ofreciendo el famoso bocadillo con la misma receta y calidad que lo hicieron célebre.
La experiencia en otros locales históricos sugiere que la continuidad de un producto emblemático depende de la sensibilidad del nuevo propietario hacia la tradición y la demanda de la clientela. Si se respeta la receta y el método de preparación, el bocadillo puede seguir siendo un referente gastronómico local. Sin embargo, si se opta por modernizar la oferta o cambiar la esencia del negocio, es posible que el famoso bocadillo de calamares pase a ser solo un recuerdo para los fieles clientes.
En definitiva, el futuro del bocadillo de calamares tras el traspaso de la Cafetería Kojak está en manos de quien tome el relevo, pero existen mecanismos y ejemplos que permiten mantener viva la tradición si así se desea.
Para muchos grancanarios de toda la isla, Kojak no era solo una cafetería, sino un punto de encuentro, un símbolo de resistencia y una muestra de que la tradición puede convivir con la modernidad. Su traspaso marca el final de una era y deja un vacío difícil de llenar en la gastronomía local.
Así que ya saben, aprovechemos todos estos días, semanas o meses que pasarán antes del traspaso para degustar ese bocata a lo bestia, esa ensaladilla, sus croquetas o sus tortillas, todo sabe mejor de la mano de Miguel y Domingo Vizcaíno, el alma del Kojak en los últimos años.
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