Ignacio Rodríguez: “CC ha despreciado al sindicalismo nacionalista”

Ignacio Rodríguez Marrero, secretario de Comunicación de IC en Tenerife.

Enrique Bethencourt

Las Palmas de Gran Canaria —

Ignacio Rodríguez Marrero, abogado, ejerce como asesor sindical y jurídico de Intersindical Canaria. Hasta el año 2014 fue miembro del Secretariado Nacional de IC y actualmente es miembro del Secretariado Insular de Tenerife como responsable insular de Comunicación. Fundador en los años setenta de la Federación Canaria de Sindicatos Unitarios (FCSU), así como dirigente del PUCC desde sus inicios. En esta entrevista muestra su preocupación ante la posibilidad de que la superación de este ciclo de crisis “se haga repitiendo en gran medida los mismos errores que la provocaron o lo que es lo mismo, aplicando las recetas y los dogmas del neoliberalismo que campa a sus anchas en el marco de la Unión Europea”.

¿Cuáles son los primeros pasos del PUCC en el movimiento obrero?

Tendríamos que partir de las postrimerías de la dictadura franquista, etapa en la que desde la OPI (Oposición de Izquierdas) intentábamos desarrollar un trabajo organizado en el movimiento obrero, básicamente desde las filas de unas Comisiones Obreras clandestinas que eran con diferencia la fuerza sindical organizada y activa frente el régimen, sostenida y alentada por la militancia comunista, sobre todo la del PCE. Tarea que se combinaba con la participación en las estructuras del propio sindicato vertical, como medio de extender la lucha y ganar en influencia entre los trabajadores. De esa época recuerdo la existencia de dos células obreras en Tenerife, con presencia de compañeros que trabajaban en el metal, construcción, hostelería, asalariados del taxi, sanidad, educación pública, universidad de La Laguna, administración…

Pero posteriormente ustedes crean la Federación Canaria de Sindicatos Unitarios (FCSU).

Esa etapa no fue muy prolongada en el tiempo porque en paralelo con la evolución tanto de las convulsiones internas en el PCE -y por extensión en las Comisiones Obreras-, como de la propia situación política general, se constituye el PUCC aún en la clandestinidad y nos incorporamos a lo que se dio en llamar “la corriente sindical unitaria” o “sindicalismo unitario”, muy influenciados por la estrategia de organizaciones como la ORT y el PTE, hasta el punto de atrevernos a constituir una organización sindical coincidiendo con la conquista de las libertades políticas y sindicales, como fue la Federación Canaria de Sindicatos Unitarios, recogiendo la experiencia y la implantación conseguida en aquella etapa anterior. Fueron años de intensa lucha social y política, protagonizados por colectivos de trabajadores en lucha por mejorar sus condiciones de trabajo y por una amplia contestación popular contra una dictadura que agonizaba en medio de una fuerte represión policial.

La FCSU existía solo en Tenerife, ¿no es así?

En efecto, la experiencia de la FCSU se limitó en la práctica a la isla de Tenerife, -donde también actuaban otras organizaciones sindicales nacionalistas como la CCT y el SOC, y también autogestionarias como la FASOU-CANC- con relativo éxito cuando hubo que medir fuerzas en las primeras elecciones sindicales, con estructuras sindicales que disponían de grandes recursos como CCOO y UGT, más el agravante de la falta de acuerdo entre los sindicatos canarios. La FCSU llegó a rozar la cifra de 200 representantes sindicales en la isla de Tenerife.

¿Había ya una visión canarista o nacionalista?

Esa orientación en nuestra actividad sindical va tomando cuerpo en paralelo a la configuración del PUCC como organización comunista que defiende el derecho de autodeterminación de Canarias y busca la confluencia con otras organizaciones del entonces llamado “campo nacional popular canario” en base a una táctica política de unidad popular que permitiera avanzar en la conquista de mayores cuotas de autogobierno hasta ejercer aquél derecho. Si bien hay dos realidades sociopolíticas, una en Tenerife y otra en Gran Canaria. En Tenerife, cabe recordar la experiencia de la Unidad Popular del País Canario (UPPC), expresión de una alternativa nacionalista más interclasista que la que fraguó en Gran Canaria de la mano de Pueblo Canario Unido. En todo caso, se trataba de contribuir a que en Canarias el movimiento obrero pudiera tener una opción sindical de carácter nacional canario, en cuya construcción podrán confluir organizaciones políticas independentistas, autodeterministas, autonomistas radicales etc., que debería ser una pieza esencial en la estrategia de construcción de la nación canaria.

¿Era un modelo de “correa de transmisión”?

La experiencia en la FCSU tuvo poco que ver con el modelo de correa de transmisión pues nunca la concebimos como un fin en sí mismo ni como una organización instrumental. Conscientes de los límites sociopolíticos y de nuestra propia debilidad organizativa y material, asumimos que todo lo más debería ser nuestra aportación al objetivo de levantar un sindicato de clase y nacionalista como corresponde a un proyecto de construcción nacional. En Gran Canaria, nuestra militancia en el movimiento sindical ya estaba situada básicamente en el seno del SOC y del entonces Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza del País Canario, organizaciones donde había que coexistir con otras organizaciones y corrientes políticas que se reclamaban nacionalistas.

¿La actividad sindical estaba muy focalizada en alguna zonas de las islas y/o en algunos sectores económicos?

De mi experiencia en Tenerife, destacaría la implantación que aunque desigual, logramos tener en la zona Sur (Hostelería y Agricultura), en la área metropolitana (metalurgia, sector público,) y en el Valle de La Orotava (Hostelería, Madera y Corcho), en todas ellas con locales sindicales que fueron el embrión de una posterior consolidación como SOC primero y como Intersindical Canaria después. En lo referente a Gran Canaria, la actividad sindical del PUCC se desarrolló en otro escenario: al margen y en confrontación con las Comisiones Obreras se articuló un movimiento sindical muy influenciado por el PRC y, sobre todo, por Pueblo Canario Unido, que da lugar al nacimiento del Sindicato Obrero Canario, capaz de convertirse en la segunda fuerza sindical de la provincia tras CCOO, en las primera elecciones sindicales celebradas en libertad. Recuerdo que tuvimos una larga etapa de militancia en el Secretariado Nacional del SOC, donde coincidimos Arcadio Díaz Tejera, Salvador Díaz y yo mismo, y también la notable importancia de aquella organización en Las Palmas capital.

¿Aportó algo el PUCC desde el marco teórico o de reflexión al mundo sindical?

Creo que fue importante la propuesta de Frente Sindical Canario ante las primeras elecciones sindicales, para limitar los destrozos que la división sindical iba a provocar en los centros de trabajo donde, además, la patronal iba a apostar por UGT y CCOO; se trataba de anteponer la necesidad de lograr candidaturas unitarias sobre las estrategias electoralistas de quienes solamente pretendían la hegemonía sindical. Lamentablemente no fue posible pero pocos años después esa propuesta contribuyó a la constitución de la Mesa de Sindicatos Nacionalistas, donde se coordinaban prácticamente todas las organizaciones sindicales canarias que compartían el objetivo de avanzar hacia una única organización sindical de clase y nacionalista. Además, en el periódico La Voz del Pueblo Canario, que editaba el PUCC, a finales de los años 70 ya se aportaban reflexiones muy críticas sobre la política de Pacto Social que se inauguraba con los Pactos de la Moncloa suscritos por la “izquierda oficial” (PSOE y PCE) y asumida por las direcciones sindicales de UGT y CCOO; también podemos observar cómo en cada uno de sus ejemplares se daba cabida a un espacio para el movimiento obrero, con detallada información sobre las luchas sindicales del momento, sobre campañas de solidaridad con trabajadores represaliados, etc.

¿Se trasladaban las discrepancias entre los partidos nacionalistas que estaban en UPC o no, al sindicalismo?

El SOC se va gestando coincidiendo con una etapa de eclosión del nacionalismo popular en los últimos años de la dictadura, muy focalizado en Gran Canaria al abrigo de un fenómeno político tan singular como fue Pueblo Canario Unido, aunque también tenía presencia en Tenerife, Lanzarote y Fuerteventura. Sus cuadros dirigentes eran en su gran mayoría militantes del PRC, del PCC y de otros grupos de definición comunista y nacionalista que ponían en primer plano el objetivo de la liberación nacional de Canarias a través de la Independencia. Tras una primera fase de notable crecimiento e influencia social, aparecen con virulencia en su seno las contradicciones y problemas políticos que se daban en el interior de PCU y posteriormente también en la Unión del Pueblo Canario entre independentistas, federalistas y socialistas autogestionarios, abriéndose un proceso de paulatino debilitamiento y caída en la representación que se tradujo en la pérdida de buena parte de un espacio sindical que fue ocupado por CCOO y UGT, al tiempo que se iba consolidando el modelo de bisindicalismo y bipartidismo político diseñado durante la llamada transición democrática, con la colaboración inestimable de una parte de la izquierda oficial, el PSOE, tan enemiga del nacionalismo popular como defensora del nacionalismo español.

La unidad de los sindicatos nacionalistas se produce, al fin, en la Intersindical…

Tras más una década de coordinación y esfuerzos compartidos en una amplia plataforma sindical canaria que definíamos como la Mesa de Sindicatos Nacionalistas, en 1994 se constituye Intersindical Canaria, en la que confluyen la Confederación Autónoma Nacionalista de Canarias (CANC), el Sindicato Obrero Canario (SOC), la Confederación Canaria de Trabajadores (CCT), el Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de Canarias (STEC) y el Sindicato Canario de la Salud (SCS), incorporándose posteriormente algunas organizaciones sectoriales. Intersindical Canaria es el resultado de diversas experiencias sindicales a lo largo de más de 20 años que unen sus fuerzas en torno a una concepción del sindicalismo basada en los siguientes ejes básicos: una clara vocación asamblearia y participativa; la voluntad de contribuir a superar la explotación social de clase que se halla en la base del orden económico-social capitalista; un claro compromiso sociopolítico, integrando la izquierda social en Canarias y reivindicando un ideario socialista, transformador y democrático; un sindicalismo con carácter nacionalista que vincula en su proyecto sindical la lucha social de la clase trabajadora en Canarias con la lucha por la construcción nacional que culmine con la conquista de la soberanía política de Canarias; y el sindicalismo internacionalista que comparte los valores del Movimiento Obrero Internacional y es solidario con la lucha de los pueblos por su liberación: formamos parte de la Federación Sindical Mundial (FSM).

¿Siempre han existido difíciles relaciones entre el nacionalismo sindical y el nacionalismo político?

Ya nos hemos referido a la interrelación entre los avatares de un nacionalismo político de naturaleza popular, muy heterogéneo en su configuración, y el sindicalismo de clase y nacionalista. Es el fracaso y desaparición de la UPC el factor que determina la aparición de un nuevo nacionalismo político claramente encabezado por influyentes sectores de la burguesía canaria que busca ocupar un espacio político que la experiencia de UPC había demostrado que tenía potencialidades muy altas. En esa estrategia se explica la creación de Coalición Canaria a la que, sorprendentemente, se incorporan los restos del naufragio político de la UPC – incluida Asamblea Majorera-, a través de Iniciativa Canaria (ICAN). Con ese nacionalismo conservador y muy escorado a la derecha, de obediencia constitucional y de vocación autonomista moderada, resulta imposible otra respuesta desde Intersindical Canaria que no sea la confrontación política, como se ha evidenciado a lo largo de los sucesivos gobiernos de coalición presididos por una Coalición Canaria que se ha distinguido por su apoyo institucional, material y político a las organizaciones sindicales CCOO y UGT y la más absoluta indiferencia y desprecio hacia nuestra organización.

A ello se une la dificultad de ejercer el sindicalismo en una sociedad conservadora, sin grandes empresas y terciarizada…

Actualmente las dificultades para el ejercicio del sindicalismo derivan sobre todo de los efectos de las crisis económica capitalista con sus secuelas de destrucción masiva de empleo, recortes en protección social y regresión legislativa para imponer sucesivas reformas laborales que facilitan y abaratan el despido, permiten la flexibilidad laboral abusiva, la contratación laboral precaria y la devaluación salarial. En el ámbito de la empresa privada se vive un clima de auténtico temor a perder el empleo y se aceptan las medidas que las empresas adoptan para incrementar la productividad de las plantillas aunque sea a costa de sacrificar derechos legalmente reconocidos. Y a lo largo de estos años de crisis, se ha orquestado desde el gobierno del PP una agresiva campaña de descrédito de las organizaciones sindicales – al dictado del poder real de la gran patronal y la oligarquía financiera-, presentándolas como instrumentos trasnochados e inservibles que prácticamente ya no tienen razón de ser. Y en la calle miles de personas buscan desesperadamente un empleo por precario y mal pagado que sea y los jóvenes que quieren acceder a un primer empleo se convierten en el mejor de los casos en personas sobreexplotadas. A unos y a otros se les advierte al firmar un contrato de trabajo que mucho cuidado con pertenecer a un sindicato y nada de acercarse a los representantes sindicales. Esa es la cultura patronal dominante en estos tiempos ciertamente oscuros.

¿Cómo se cerrará esta crisis económica?

Desde Intersindical Canaria vemos con preocupación que la superación de este ciclo de crisis se haga repitiendo en gran medida los mismos errores que la provocaron o lo que es lo mismo, aplicando las recetas y los dogmas del neoliberalismo que campa a sus anchas en el marco de la Unión Europea: auspiciando la economía especulativa o economía de casino, debilitando los servicios públicos esenciales en favor de la iniciativa privada, recortando más y más el gasto público y sobre todo el gasto social, reducción de papel del Estado para que no haya límites para las leyes y las fuerzas del mercado, mantenimiento de la austeridad como principio rector de la política económica, negando la necesidad de políticas expansionistas que estimulen la demanda, etc. Tras las elecciones generales del 20-D, se inicia una nueva etapa marcada por el debilitamiento del bipartidismo que ha sido el sostén de las políticas neoliberales en el estado español y el surgimiento de una nueva voluntad popular por el cambio del actual estado de cosas, expresado en la irrupción de Podemos y las diversas confluencias de izquierda en Cataluña, Galicia y la Comunidad Valenciana. Antes, en las elecciones autonómicas y locales de Canarias de 2015, aunque en menor medida, también irrumpió Podemos como una opción de cambio con notable apoyo popular. Y en esa nueva etapa que se abre, está en cuestión no solo el bipartidismo sino también el bisindicalismo que se ha integrado en el sistema como parte del mismo aceptando un papel cada vez más subordinado al marco institucional y a las reglas del juego que impone el poder económico. Hay pues razones para la esperanza.

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