Si, estuve allí

Enrique Bethencourt, cuenta como vivió el periodo MIRAC-PUCC-UNI.

Enrique Bethencourt

Las Palmas de Gran Canaria —

Comencé mi compromiso político con apenas 18 años. Y en una larga etapa dediqué al partido una gran parte de mi tiempo. En detrimento del ocio y, muchas veces, de los estudios. A cambio de nada. Eso sí, de múltiples aprendizajes. Especialmente por la influencia de las mujeres feministas, que tanto nos cambiaron. No tuve ningún puesto relevante. Ni orgánico ni, por supuesto, en las instituciones. Había gente mucho más cualificada y, además, no me ayudaba mi extrema timidez. Bueno, fui responsable de la célula universitaria durante un curso, a principios de los 80.

Sufrí varias detenciones por pegar carteles a favor de la amnistía, contra la subida de los billetes de las guaguas o por la autodeterminación del Sahara. Soporté amenazas. Pasé miedo. Pero, afortunadamente, no sufrí palizas ni torturas en comisaría.

Me reconozco en lo que fui. Comparto aciertos y reconozco errores. Al mirar las recuperadas fotos o al charlar estos días para la realización de estos reportajes con personas de aquella época -como Fernando Rodríguez Junco o Fernando Estévez, con los que no mantenía contacto desde hace casi 20 años-, encuentro una comunidad de valores. De convicciones para cambiar las cosas. De compromisos firmes con los más desfavorecidos. De sueños de equidad.

Me cuesta entender a los que, estando hoy activos en política, borran este período de sus biografías y se reinventan con un maquillado pasado en el que solo eran “activistas sociales”. Yo también lo fui, en el pacifismo, en los comités anti SIDA, en las luchas estudiantiles, en el apoyo al movimiento ecologista.

Pero, asimismo, fui algo más (o, mejor, distinto) que eso. Formé parte de un proyecto colectivo, minoritario, de la izquierda de la izquierda. Un recorrido de más de quince años, iniciado a mitad de los setenta, que comenzó a declinar, irremediablemente, a finales de los ochenta.

Reconozco que mi heterodoxia traspasaba los límites. Fui máslennonista que leninista; y siempre preferí a Galeano o Benedetti frente a Marta Harnecker o Politzer. Me preocupaba más la política de lo cotidiano que la gran política. Hasta llegué a votar en unas elecciones en que la organización no solo no se presentaba sino que hizo una intensa campaña por la abstención.

Casi cuatro décadas después claro que he cambiado. Lo siento por los que afirman que están en el mismo sitio que entonces. Como si nada hubiese pasado en el mundo. No pienso lo mismo de muchas cosas. Tengo menos dogmas, más dudas y muchas menos certezas. Y sigo empeñado en que es posible una sociedad mejor para los hombres y mujeres de estas Islas y del conjunto del planeta. En Libertad. Con dignidad. Sin fracturas educativas, sociales o de género.

Sí, lo reconozco, estuve allí.

 

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