Los factores de riesgo del melanoma en Gran Canaria o por qué el barrio de Triana es un 'punto caliente' de la enfermedad

Semana Santa en Canarias

Toni Ferrera

Las Palmas de Gran Canaria —
20 de agosto de 2022 14:13 h

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El melanoma, uno de los cánceres de piel más peligrosos, es todavía una incógnita para la ciencia. Aunque se conocen ciertas causas que pueden favorecer la aparición de esta enfermedad cutánea, como quemaduras solares durante la infancia o tener la piel más pálida, otros condicionantes no están del todo claros. Sin ir más lejos, en la isla de Gran Canaria su incidencia es menor de la que cabría esperar en una región sometida a elevados índices de radiación ultravioleta (UV), según un estudio publicado en 2021

Los mismos autores de dicho trabajo han escrudiñado ahora los más de 1.000 casos de melanoma detectados en Gran Canaria entre 2007 y 2018 para analizar qué factores de riesgo se asocian con la presencia de esta patología en una zona u otra. Los resultados del análisis apuntan a un estatus socioeconómico alto y un nivel de urbanidad significativo como los principales catalizadores de la enfermedad. También se detalla la existencia de distintos puntos calientes donde la prevalencia es mayor de lo esperado, como el barrio de Triana, en Las Palmas de Gran Canaria, así como en los municipios de Agaete y Firgas, y se observa una tendencia a un patrón radial, con algunos barrancos aglutinando hasta siete veces más casos que otros.

“Algo que nos llamó mucho la atención es que en Gran Canaria hay menos melanoma de lo que cabría esperar por su localización”, explica la primera autora del artículo, la dermatóloga y epidemióloga Mercè Grau-Pérez, en una entrevista con esta redacción. “Lo que hemos intentado entender ahora es cómo se distribuye este cáncer de piel y qué factores de riesgo pueden ser más importantes en la isla. Hay pocos estudios que analicen todas estas circunstancias a la vez porque es muy complicado disponer de este tipo de datos”.

El trabajo, recientemente difundido en la revista Cancer Causes & Control y que forma parte de la tesis doctoral de la experta en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), no solo destaca la relevancia de los dos agentes mencionados para el desarrollo del melanoma, sino también deja la puerta abierta a futuras indagaciones sobre qué papel están jugando la genética o la exposición a tóxicos (estudios han sugerido que tanto el gas radón como los pesticidas pueden motivar su aparición) en algunas áreas de alta incidencia, como en Triana, donde grandes comunidades de comerciantes británicos se asentaron en siglos pasados.

“Los factores genéticos y tóxicos son especialmente relevantes en la epidemiología de zonas geográficamente aisladas, como las islas, y podrían explicar este patrón radial”, aclara la publicación. “Históricamente, la comunicación a través de los escarpados barrancos era muy difícil debido a la falta de carreteras, lo que favorecía la endogamia y una cierta selección genética. Por otra parte, los suministros de agua dentro de los barrancos eran de un origen muy parecido, pero distinto por barranco”.

La distribución de la incidencia del melanoma en Gran Canaria es un “hallazgo revelador” que merece una observación más profunda, concluyen los expertos. Los valores más altos se encontraron en Triana y en los barrancos de Tirajana, Telde, Azuaje y al final del Guiniguada. Por el contrario, los más bajos lo hicieron en los barrancos de Arguineguín, Mogán, Tasartico, Moya y Tenoya.

Cuenta Grau-Pérez que cuando le mostraron el mapa de resultados a catedráticos de Historia Moderna y Contemporánea de la ULPGC, estos advirtieron de la posible correlación entre la incidencia de la patología con la composición de las aguas de la isla, ya que, mientras los barrancos de Azuaje, Guiniguada y Tirajana, todos ellos con altos valores de la enfermedad, han sufrido históricamente de aguas ferruginosas contaminadas, regiones como Artenara o Tejeda, donde ocurre lo contrario, contaron con aguas más limpias.

“Los resultados del estudio nos permiten abrir nuevas hipótesis del trabajo, que podrían ayudar a avanzar en el conocimiento de los mecanismos de desarrollo del melanoma y convertir a las islas en un centro de interés para la investigación colaborativa internacional en este tipo de cáncer”, agrega la experta en relación a futuras investigaciones. “Además, nos ha permitido identificar qué zonas tienen más carga de enfermedad, algo a tener en cuenta desde un punto de vista de salud pública”, remacha.

Por qué el nivel socioeconómico y la urbanidad son los principales factores de riesgo

Tras geolocalizar los casos de melanoma a nivel de sección censal y calcular un índice que estimara el número de diagnósticos esperados ajustado por edad y población total (ASIR, en sus siglas en inglés) en cada distrito, Grau-Pérez y el resto de colegas científicos que participaron en el trabajo se hicieron una pregunta: ¿la distribución geográfica es debido a causas aleatorias? ¿Que haya una mayor prevalencia de este cáncer de piel en Telde, por ejemplo, es pura casualidad? ¿O hay factores detrás?

Para evitar cualquier confusión, los investigadores utilizaron el índice de autocorrelación espacial de Moran, que mide el grado en que una variable espacial está agregada o dispersa, o es aleatoria. Los resultados revelaron que los casos estaban más agrupados geográficamente de lo esperado por el azar y que las áreas colindantes tendían a registrar cifras similares.

“Cuando vimos eso, nos quedó claro que sí existía una estructura espacial en los datos, que la distribución no era aleatoria. Así que lo que hicimos después fue tratar de explicar esa heterogeneidad y estudiar factores demográficos, socioeconómicos o medioambientales que pudieran explicar esa variabilidad geográfica”, relata Grau-Pérez.

Para ello, la dermatóloga y epidemióloga detalla que examinaron datos de satélite; de superficie terrestre, de radiación solar, de altitud; datos censales demográficos e indicadores socioeconómicos como el índice de privación español (una medida de pobreza que integra información sobre la temporalidad, nivel de estudios, desempleo y la falta de acceso a Internet), también datos de renta y de nivel educativo por distrito. Posteriormente, modelos estadísticos fueron rechazando las variables que menos se aproximaban a esclarecer la heterogeneidad espacial hallada y solo quedaron cinco: edad, sexo, radiación solar, índice de privación y urbanismo. Las dos más influyentes, las dos últimas. Ya hay literatura científica al respecto.

“La urbanidad se asoció a una mayor incidencia de melanoma. Esto coincide con estudios realizados en algunos países del norte de Europa y Canadá. Podría estar ligada a un aumento de los comportamientos de búsqueda del sol, a diferentes percepciones de la piel bronceada o de las tendencias de ropa”, pero también a un infradiagnóstico en zonas rurales, puntualiza la investigación.

Con respecto al estrato social, el trabajo señala que “estudios anteriores han sugerido que las poblaciones de alto nivel socioeconómico podrían presentar mayores tasas de la enfermedad debido a un más fácil acceso a las actividades recreativas relacionadas con el sol”.  Sin embargo, como Gran Canaria ya es de por sí una localidad de “sol y playa”, se plantea la posibilidad de que, por un lado, las personas con mayor poder adquisitivo se lancen más activamente a las actividades de ocio en el exterior, y, por otro, la presencia de un sesgo de acceso al diagnóstico en regiones desfavorecidas, donde la patología podría estar infradiagnosticada.

Precisamente, esta preocupación por un posible infradiagnóstico en zonas con menos recursos, como se ha visto en barrios del Norte de Gran Canaria, según otro estudio de Grau-Pérez, es la que están analizando ahora los expertos y augura una nueva línea de investigación para el futuro. 

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