El 'sueño ecuatoriano' de una joven investigadora canaria
En menos de cuatro años, la carrera de la investigadora grancanaria Davinia Sánchez ha experimentado un ascenso meteórico. En abril de 2012, tres meses después de doctorarse en Sanidad Animal en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), decidió emigrar a Ecuador en busca de la oportunidad laboral que se le negaba en el Archipiélago. Y allí, en la ciudad de Riobamba, en la sierra del país andino, esta bióloga de 33 años ha encontrado su sitio. Desde 2015 es profesora titular principal, con plaza en propiedad, en la Universidad Nacional de Chimborazo (UNACH), donde dirige tres proyectos de investigación, da cursos de formación y asesora a profesores. El centro reconoció esta labor el pasado curso eligiéndola científica del año.
“Estamos dando pasos largos y todos los indicadores de investigación son satisfactorios, hemos sextuplicado los artículos científicos en revistas indexadas”, explica Sánchez, de visita en la capital grancanaria para participar en un encuentro con representantes de cuatro universidades europeas, entre ellas la ULPGC, y 21 latinoamericanas. La doctora grancanaria ha sido nombrada presidenta de la comisión de trabajo de su institución dentro de un proyecto de internacionalización financiado por la Unión Europea en el que se ha embarcado el centro. Se trata de una iniciativa que pretende “crear una oficina de relaciones internacionales para fortalecer y desarrollar universidades pequeñas y periféricas de América Latina con la ayuda de cuatro universidades europeas”.
El objetivo último de este programa de capacitación es facilitar la movilidad de estudiantes, profesores e investigadores entre ambos continentes. Tiene una duración de tres años y una financiación de algo más de 900.000 euros.
Sánchez ha logrado materializar con este proyecto un anhelo que perseguía desde que se asentó en Ecuador: estrechar lazos entre el país andino y su tierra. “Me llamaron desde el Vicerrectorado de la ULPGC, donde trabaja ahora el director de mi tesis, y me comentaron que estaban colaborando en este proyecto. Se lo propuse a la rectora y vicerrectores de la UNACH y todo han sido facilidades para tramitarlo”, explica. Lo solicitó en febrero y se aprobó en agosto. La investigadora no oculta su satisfacción por la confianza que han depositado en ella los altos cargos de la universidad, máxime “siendo una persona extranjera que no llevaba ni dos años” en la ciudad.
Su siguiente reto es vincular a la UNACH con el grupo constituido en la ULPGC para promover el comercio justo. Una inquietud que sintoniza con otro de los proyectos en los que se encuentra inmersa, la colaboración en un libro sobre las queserías rurales de Ecuador, una iniciativa que surgió hace cuatro décadas en la zona central del país andino para fomentar la transformación social y económica de pequeñas poblaciones indígenas que se han convertido en comunidades productoras con un notable éxito. La doctora grancanaria escribirá dos capítulos sobre la importancia de los lácteos en estos emplazamientos rurales en una obra que, en su opinión, contribuirá a “ejemplificar el impacto de los proyectos de desarrollo”. La publicación cuenta con el respaldo de la Superintendencia de Control de Poder del Mercado del Gobierno de Ecuador.
En paralelo a su actividad investigadora, Davinia Sánchez ha ido asumiendo responsabilidades de gestión en la UNACH. La bióloga grancanaria concurre en la única plancha que reúne los requisitos exigidos para representar a su facultad -Ingenieria- en el denominado Honorable Consejo Universitario o “cogobierno”, un órgano que regula aspectos determinantes para el funcionamiento del centro, como los reglamentos, las becas de los estudiantes, las pasantías de los profesores o la asistencia a los congresos. También es miembro del Consejo Editorial.
“No esperaba llegar a estas alturas tan pronto”, reconoce Sánchez, que no vivió un comienzo fácil en Ecuador. Aterrizó en Jipijapa, una población de cerca de 65.000 habitantes situada en la franja costera del país, prácticamente a ciegas. Sólo sabía que el 70% de las casas no tenía agua potable. Tras terminar la carrera en la ULPGC había estado trabajando en una empresa dando cursos de manipulación de alimentos por las islas. El empleo no le llenaba, no tenía posibilidad de desarrollarse profesionalmente como investigadora, le habían pedido que se hiciese autónoma y no sólo le pagaban con retraso, sino que ni siquiera le abonaban los billetes y las facturas del coche. Con este panorama, no dudó en cruzar el océano cuando le llegó al correo una oferta para un trabajo con un sueldo de 1.700 dólares y con billete de ida y vuelta incluida.
La investigadora, que entonces tenía 29 años, permaneció tan sólo diez meses en la Universidad Estatal del Sur de Manabí (nombre de la provincia en la que se encuentra Jipijapa). La falta de medios frenó su actividad investigadora y se quedó sin proyectos. Interesada por la carne de cuy, una exquisitez en Ecuador, viajó a la sierra, donde se crían estos animales, y allí le llegó la oportunidad en la Universidad de Riobamba, donde actualmente dirige dos proyectos de investigación, uno sobre la calidad de la carne de cuy y otro sobre la presencia del calostro y su impacto sobre la calidad de la leche y el queso y la repercusión de la higienización previa a su utilización en la industria.
Tiene a su cargo a 13 alumnos de grado, dirige el máster de otro y la tesis de un profesor que está cursando el doctorado en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) gracias a un acuerdo de colaboración, aunque realiza buena parte del trabajo de campo en Ecuador.
“Me han ofrecido trabajo en Estados Unidos, también una beca de tres años de postdoctorado en Italia, pero estoy muy bien en Ecuador. Antes decía que me quedaría, por lo menos, una década, pero ahora no me pongo fecha para volver”, concluye.