Garzón y las dos Españas

Condenar a Garzón es algo más que condenar a un juez. Ni es el primero en pasar ese trance ni será el último. A Garzón no lo ha condenado la Justicia sino ese regusto a las dos Españas que todavía rezuma por ahí y que el magistrado, en su acreditada maña para meterse en fregados, removió en 2008 con la memoria histórica. Porque todavía hay muchas cosas que no se pueden remover en España. En España se pueden investigar las cloacas del Estado, como hizo Garzón, y acabar condenando a ministros y altos cargos socialistas. Al fin y al cabo esos perdieron la guerra y llevarán siempre ese estigma, el de rojos, término suavizado ahora por la derecha mediante la utilización despectiva de la palabra “progres”. En España se puede incluso investigar al yerno del Rey, eso sí, con sumo cuidado, con pies de plomo, pero se puede y ahí están las pruebas. Lo que no se puede investigar en España de ninguna manera es el franquismo y sus secuelas y, decididamente, no se puede investigar al partido político que mejor conserva el tarro de sus esencias, el PP.