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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

¿Nacionalismo canario hacia la izquierda?

El presidente de Nueva Canarias, Román Rodríguez, en un pleno del Parlamento de Canarias

Carlos Sosa

Basta con ver quiénes han sido los miembros de la comisión negociadora que Coalición Canaria envió a hablar con Nueva Canarias para comprobar qué sectores del partido están a favor de una confluencia nacionalista y cuáles se resisten aún a perder la hegemonía occidental conservadora encarnada por la Agrupación Tinerfeña de Independientes (ATI) y la Agrupación Palmera de Independientes (API).

El polémico acuerdo entre ambas formaciones políticas para concurrir juntos a las elecciones generales del 10 de noviembre por la provincia de Las Palmas pretende ir mucho más allá de un escaño cubierto a tiempo compartido (time sharing) durante lo que dure la nueva legislatura.

El objetivo inmediato es ese, un diputado dos años y medio y una diputada relevándolo el año y medio final. Pero lo que se aprecia en el fondo es un intento de un sector oriental de la vieja guardia por recomponer el nacionalismo canario de izquierdas -teóricamente mayoritario- que acabó siendo engullido por la maquinaria de poder oligárquico de ATI, eminentemente conservadora.

De ahí que en el comité permanente de Coalición Canaria en el que se acordó iniciar las negociaciones fueran Ana Oramas y Fernando Clavijo los inicialmente reacios, apuntalados por los corresponsales suyos en Gran Canaria, Pablo Rodríguez y Fernando Bañolas, para transigir finalmente al comprobar que todas las demás islas apostaban por este nuevo intento de confluencia.

Tampoco es baladí la identidad de los negociadores que fueron designados. Al inevitable secretario general, José Miguel Barragán, se unieron David de la Hoz (Lanzarote), Mario Cabrera (Fuerteventura) y Narvai Quintero (El Hierro). Nadie de Tenerife, todos representando a los sectores menos conservadores del partido.

Se trata de dirigentes de CC muy cabreados con la deriva derechizadora que abrazó el partido los últimos años; indignados con la gestión mediática que se hizo durante la etapa de Fernando Clavijo al frente del Gobierno y con la posición adoptada en las Cortes Generales ante situaciones como el veto previo a gobiernos de izquierda.

A esos antecedentes se una la situación catastrófica que atraviesa CC tras la pérdida de poder institucional desde las pasadas elecciones autonómicas y locales, con prácticamente todos los partidos dándole la espalda tras décadas de poder mal gestionado, con sonados casos de corrupción que amenazan con más sentencias.

Acometer una campaña electoral desde la oposición, sin recursos económicos propios o institucionales, puede desembocar en otra catástrofe, sobre todo teniendo en cuenta que el milagro de las dos diputadas por Santa Cruz de Tenerife es más que probable que no pueda volver a repetirse.

Nueva Canarias, por su parte, es consciente de que su principal y casi única fortaleza está en la isla de Gran Canaria, nada más y nada menos, y en la querencia progresista de personas como Marcial Morales, Mario Cabrera o David de la Hoz, quienes junto a otros veteranos como Paco Santiago o Paco Zumaquero, han tratado de encauzar estas negociaciones para dejar encaminado al nacionalismo hacia un futuro más seguro, alejado de los navajeos y a la derechización que llegaron con la era Clavijo.

Saben también los de Román Rodríguez que haber alcanzado la vicepresidencia y la Consejería de Hacienda del Gobierno canario es un arma de doble filo por las decisiones difíciles que hayan de tomarse los próximos meses en un escenario de estancamiento económico y recesión turística. Necesitan estar fuertes en más islas distintas a la de Gran Canaria.

El primer reto que tiene por delante la alianza NC-CC es apaciguar la rebelión interna que se le ha montado al socio grancanario. No es despreciable que una de sus figuras más destacadas, el presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, haya decidido recluirse en silencio a meditar qué hacer los próximos días. Parece claro que habrá más reacciones tras la salida del excandidato al Parlamento Europeo y de la última senadora de la formación. Y es evidente también que Morales no respaldará la alianza públicamente, ya veremos si la denosta.

El segundo reto habrá de ser callar las bocas de los que opinan que no se va a conseguir el ansiado escaño. Harán falta como mínimo 43.000 votos, que habrán de salir de los 70.000 que ambas formaciones sumaron por separado en abril pasado, pero que en absoluto son trasladables a la papeleta que habrá en las cabinas el 10 de noviembre.

Además, otros factores externos pueden influir a favor o en contra de la idea. Una candidatura progresista nacionalista se presenta aparentemente sin competencia, pero es obvio que en la militancia de NC hay muchas más sensibilidades distintas a la nacionalista, y la tentación de castigar a la dirección votando a otras fuerzas progresistas será muy acentuada. Errejón y su proyecto Más País tendría ahí seguramente un buen puñado de votos, especialmente entre los que desde el principio quisieron que el acuerdo electoral fuera en esa dirección. Pero a falta de esa opción, puede valer Podemos, o incluso el PSOE.

Una vez alcanzado ese objetivo -si se alcanza- vendrá recomponer los puentes y colocar a cada uno en su sitio de acuerdo con lo que pueda aportar a la confluencia. Habrá que dar tiempo a que se autoexcluyan los que estorban, como Carlos Alonso, que enfila sus pasos a su plaza de alto funcionario en Bruselas. O el mismísimo Fernando Clavijo, cada vez más amenazado por los casos judiciales que tendrá que resolver más pronto que tarde. Puede que estemos ante un nuevo tiempo del nacionalismo canario. El primer hito, el 10-N.

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