Un gran fin de semana en Teruel: la sorprendente y desconocida capital aragonesa

La torre mudéjar de la Catedral emerje sobre los tejados del centro de Teruel.

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Teruel es un auténtico regalo. La provincia es un puzle único de lugares increíbles en los que se puede rastrear la historia de España y la enorme diversidad de paisajes del país. Una tierra en la que conviven viejos castillos medievales, ciudades fortificadas de la entidad de Albarracín, por ejemplo, los mejores yacimientos paleontológicos del país y un patrimonio natural marcado por la montaña que manda en comarcas históricas como El Maestrazgo. Teruel provincia es una maravilla, y eso mismo podríamos decir de su pequeña capital. Una ciudad que apenas cuenta con 36.000 habitantes (es la que cuenta con menor población de todas las cabezas provinciales del país) pero que, por ejemplo, cuenta con un patrimonio arquitectónico único que ha merecido su inclusión en el selecto club de las urbes patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. ¿La ciudad da para más de un día? Sin duda. Sólo para explorar su extenso listado de arte mudéjar o visitar la imprescindible Dinópolis (Polígono los Planos, sn; Tel: (+34) 978 617 715), uno de los mejores museos paleontológicos del mundo- te van a faltar las horas.

Te lo decimos por experiencia. La primera vez que fuimos hicimos apenas una parada de unas horas de camino hacia Cuenca y nos quedamos con ganas de más. Así que en sucesivas ocasiones hemos hecho alguna escapada desde puntos cercanos y una pequeña estancia aprovechando que andábamos de trabajo por Zaragoza. Teruel merece al menos un fin de semana: con un puente largo puedes hacer alguna excursión por los alrededores de la ciudad. Pero pese a ser una de las ‘ciudades’ más pequeñas de España, las cosas que ver se apelotonan y las propias dimensiones invitan a tirar del paseo tranquilo para ir descubriendo todo lo que Teruel ofrece para ver.

La mejor manera de encontrarse con la ciudad es la Escalinata neomudéjar del Óvalo que comunica la zona de la estación de tren con el casco histórico. Aquí también está uno de los aparcamientos gratuitos cercanos al centro urbano. El Óvalo es todo un homenaje a Teruel y su arquitectura más característica: ese mudéjar típicamente y exclusivamente español que supo servir de nexo entre el mundo musulmán y el cristiano. Esta escalinata monumental se construyó a principios del siglo XX para salvar el escalón que separa la ciudad de la estación ferroviaria y también recuerda otro de los símbolos turolenses: la historia de los célebres amantes de Teruel. La escalinata, que bien merece un paseo tranquilo y un buen número de fotos, nos deja justo frente al arranque de la Calle Nueva, una de las vías que penetran de manera directa hasta el mismísimo corazón de la ciudad.

Antes de la primera parada no dejes de echarle un vistazo a la Casa Ferrán (Calle Nueva, 4; Tel: (+34) 978 617 076) obra magna del arquitecto modernista Pablo Monguió. De ahí a la Plaza del Torico no hay más que un paso. Esta pequeña abertura al cielo del abigarrado casco histórico turolense no sólo es bonita; también tiene mucho que ver con el alma propia de la ciudad. Lo primero que llama la atención de esta plaza porticada es el espectacular conjunto arquitectónico que alterna algunas fachadas modernistas con viejas casonas de varios siglos de antigüedad. De entre los callejones puedes ver como se yerguen algunas de las torres de las iglesias cercanas con su bonita combinación de azulejo y ladrillo tan propio del mudéjar local. Y lo segundo es la fuente de cuatro caños (en realidad cabezas de toro) que remata una gruesa y alta columna que, a su vez, sirve de peana a otro pequeño toro (el ‘torico’ en cuestión). Cerca del tope de la columna podrás ver unas pequeñas estrellas de bronce adosadas al fuste. El torico, según la leyenda, guió a los soldados cristianos que tomaron la ciudad a los musulmanes en el siglo XII. Pero, según parece, la identificación de la ciudad con este animal viene de mucho más atrás: dicen que los orígenes de la ciudad se remontan a tiempos de fenicios, que llegaron a este lugar y vieron que en el valle pastaban tranquilos cientos de toros que acabaron por bautizar al río como Turia y a la ciudad como Teruel.

Este espacio también cuenta con otros lugares históricos de interés: viejos aljibes medievales (Ramón y Cajal, 1; Tel: (+34) 978 602 810) -el Somero, el Fondero y otro al que bautizaron con el poético nombre de ‘el arca secreta’- que hoy pueden visitarse y son una excusa perfecta para conocer la historia y desarrollo urbano turolense durante los siglos XIII y XIV. Otro atractivo de la Plaza del Torico son sus bares (dónde se sirven buenos vinos y mejores tapas) y terrazas. El espacio ha sido objeto de una profunda remodelación en los últimos años y la verdad es que resplandece.

A la llegada de las tropas aragonesas en 1171, la Tirwal musulmana no era más que una posta defensiva que cubría el camino hacia las ricas tierras de Valencia. Así que se puede decir que la ciudad, como tal, inició sus días cuando los cristianos tomaron la fortificación y Tirwal se convirtió en Teruel. La ciudad ganó en importancia rápidamente gracias a los privilegios concedidos para favorecer la llegada de colonos y empezó a crecer en torno a la vieja fortificación musulmana con la traza habitual de los burgos medievales. Este urbanismo laberíntico tan característico aún puede verse en el trozo turolense que queda dentro del trazado de las viejas murallas. Los restos de las viejas fortificaciones aún pueden verse en la Plaza de San Miguel, justo en el lugar a que llega el Acueducto de Los Arcos, una impresionante infraestructura hidráulica del siglo XVI que completó el complejo sistema de conducción y almacenamiento de agua de la ciudad. El acueducto entraba en la ciudad a través del Torreón de la Bombardera, desde dónde se redirigían la aguas para surtir hasta 14 fuentes públicas.

El Museo de Teruel (Plaza Fray Anselmo Polanco, 3; Tel: (+34) 978 600 150) ocupa la vieja Casa de la Comunidad, un palacio renacentista de finales del XVI que sirvió de sede a las instituciones de gobierno turolenses y de las aldeas de su zona de influencia. Ya sólo por ver el edificio por dentro merece la pena la visita, aunque las colecciones arqueológicas e históricas están muy buenas. Otro edificio destacado es el Convento de Santa Clara (Plaza Cristo Rey, sn; Tel: (+34) 978 602 734), una malgama de dependencias que, en sus orígenes, fue parte del castillo real y las murallas de la ciudad. Pese a su pequeño tamaño, Teruel está llena de viejos palacios y casonas. Ya nos ocuparemos del Mudéjar pero Teruel es mucho más. La Casa del Dean (Plaza de la Catedral, 3) es uno de los mejores ejemplos de palacio renacentista de Aragón; el Palacio Episcopal (Plaza Venerable Francés de Aranda, 3; Tel: (+34) 978 61 99 50) es un buen ejemplo de combinación de arquitectura renacentista y barroca –hoy es la sede del Museo de Arte Sacro- y para ver la evolución del barroco hasta los inicios del neoclasicismo hay que pararse junto a la Casa de La Marquesa (Plaza Fray Anselmo Polanco, 2) o el Palacio de los Marqueses de Tosos (San Miguel, 4). Y todo en apenas un par de centenares de metros. Hay que dar un salto de dos siglos para comprender otros edificios notables de la ciudad como la ya mencionada Casa Ferrán o la Casa Bayo (Plaza Bretón, 7), muy buenos exponentes del modernismo de la capital.

EL MUDÉJAR TUROLENSE.- Teruel es famosa por la cantidad y calidad de sus edificios mudéjares. Como te decíamos antes, este estilo artístico es una de las grandes aportaciones de España al arte mundial. La fusión de la estética musulmana y los estilos cristianos que llegaban desde el corazón de Europa dio como resultado un arte que combina lo mejor de los dos universos. El mudéjar turolense es tanto y tan bueno que forma parte del listado del Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1986. La espectacularidad del Románico y el Gótico encontraron, en su fusión con el arte islámico, una nueva forma de expresión para elevar al ladrillo y la cerámica y ponerlos al mismo nivel que la piedra. Los imprescindibles de cualquier visita a la ciudad son la Catedral de Santa María de Mediavilla (Plaza de la Catedral, 3; Tel: (+34) 978 618 016) y la Iglesia de San Pedro (Calle Hartzembusch, 7; Tel: (+34) 978 618 398). Los dos templos son los más antiguos de la ciudad en su estilo (siglo XII aunque con reformas posteriores) y son todo una clase magistral de esa simbiosis entre las ‘dos Españas’ de tiempos de la ‘reconquista’. De la primera destacan su torre y el maravilloso artesonado de madera policromada (uno de los más bellos de todo el país). Y del segundo su claustro y su soberbia traza gótica (fue reformada a profundidad en el siglo XVI. Aquí también se encuentra el Mausoleo de los Amantes de Teruel, un espacio escultórico algo extemporáneo (es una magnífica escultura de Juan de Ávalos) que recuerda esta historia de la que no se sabe si fue un hecho real o una leyenda.

Ya hablamos de la Catedral y de San Pedro. Las otras dos torres mudéjares que nos quedarían por visitar son El Salvador (Calle el Salvador, 7; Tel: (+34) 978 602 061) y su magnífica torre campanario que sirve de Centro de Interpretación del Mudéjar Turolense –a la par que de mirador sobre todo el casco histórico de la ciudad- y San Martín (Calle San Martín, 1). Estas dos parroquias son más modernas que sus hermanas mayores (siglo XIV y XVII) y, pese a la distancia con la presencia musulmana en la zona, son las que desarrollan de manera más libre y preciosista esa influencia islámica en su construcción y decoración. Ambas son verdaderas joyas artísticas.

TERUEL Y LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.- La historia reciente de Teruel está marcada por su papel protagonista en la Guerra Civil Española. Aquí se libraron cruentas batallas y larguísimos asedios; el primero con victoria republicana y el segundo, y definitivo, con ocupación de las tropas rebeldes franquistas. La Batalla de Teruel (diciembre de 1937-febrero de 1938) supuso el principio del fin de la guerra. Una aparente victoria republicana (que logró aquí reconquistar su única capital de provincia) que desencadenó una lluvia de fuego y muerte que algunos llaman el Stalingrado español. Las huellas de la guerra hay que buscarlas a las afueras de la ciudad. Teruel avanza en la construcción de un gran museo sobre la batalla, pero mientras eso se concreta puedes visitar viejos baluartes, trincheras y bunkers que puedes localizar en la página web oficial del futuro museo.

Fotos bajo Licencia CC: Lui Palacios; Manuel Alende Maceira; Jocelyn Erskine-Kellie; Juan Carlos; Daniel Sancho; Xiquinho Silva;

Fernando

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