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Un paseo por la Alfama secreta: detalles del barrio más auténtico de Lisboa

Mar de tejados en el barrio lisboeta de Alfama.

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Regreso a Lisboa. Una y otra vez si es necesario. A los pies del Castelo se desparrama el laberinto de callejones imposibles que forman Alfama, antigua medina de la Lisboa musulmana (al-Usbuma) y barrio popular de Lisboas que fueron sucediéndose a lo largo de los siglos. Escaleras, miradores, pasadizos, callejuelas a la que se asoman muchos balcones humildes y algún que otro palacio. Ese es el entramado urbano de un barrio que mira hacia el estuario del Tejo (como aquí llaman al Tajo) y las calles rectas y señoriales de Baixa y la Praça do Comercio. Un laberinto mágico que guarda alguno de los secretos mejor guardados de la capital portuguesa. Un destino al que uno puede ir una y otra vez y volver a sorprenderse con nuevos descubrimientos. Para iniciar este paseo de exploración aprovechamos otro mito lisboeta: el Eléctrico (tranvía) Número 28. Nos subimos al vagoncillo en la Rua da Conciençao y escalamos en pocos minutos por las callejuelas hasta llegar al Largo de la Puerta del Sol. Desde aquí nos vamos a topar con la primera de las estampas típicamente alfameñas: una cascada de tejados rojos que se desparrama hasta llegar al río y del que sobresalen algunas torres y edificios notables como la Igreja de Santo Estêvão. El Castelo de San Jorge y la Sé siguen siendo los dos grandes referentes patrimoniales y monumentales del barrio: pero en Alfama hay mucho que ver. Pero mucho.

VER GUÍA DEL TRANVÍA 28 DE LISBOA

San Vicente; mucho más que un monasterio.- Dicen que las mejores vistas de Lisboa se tienen desde el Largo de la Puerta del Sol. Y eso lo dicen los que no van más allá y empiezan a bajar ‘do Monte’ desde aquí. No. Las mejores vistas de Alfama son las de la terraza superior del Monasterio de San Vicente de Afuera (Largo de São Vicente, sn), uno de los complejos religiosos y patrimoniales más importantes de la capital. Aquí no sólo vas a encontrar buena arquitectura (una de las grandes joyas del Renacimiento en Portugal) sino una acumulación impresionante de obras de arte y el Panteón de la Dinastía Braganza, donde están enterrados una buena parte de los reyes portugueses. Este lugar es de gran importancia simbólica para los portugueses. El monasterio fue fundado por Alfonso Henriques, primer rey de Portugal tras su separación de León, justo después de la toma de Lisboa a los musulmanes. Estamos ante uno de los grandes símbolos de la monarquía lusa. Y no es casualidad que a pocos metros de aquí se haya erigido el Panteón Nacional de Portugal (Campo de Santa Clara), una antigua iglesia del siglo XVI desacralizada para rendir homenaje a portugueses ilustres. Aquí están enterrados, entre otros, Vasco de Gama, Luis de Camoes o la fadista Amália Rodrigues entre otras muchas personalidades. El Palacio de San Vicente (Rua da Voz do Operário 8,) es el tercero de los grandes monumentos de esta zona de Alfama.

Yendo hacia el Castelo por el Beco dos Loios.- Salimos de San Vicente y nos metemos de lleno en el paisaje de Alfama a través del Beco dos Loios, una escalera de apenas metro y poco de anchura flanqueada por edificios de varios pisos que crean una situación de ahogo. Hemos dejado atrás el barrio señorial y nos metemos en la red de callejuelas que se van acercando al Castelo. Primero haz una parada en la Iglesia de Menino Deus (Calçada do Menino Deus, 25), una pequeña joya a caballo entre el Renacimiento y los inicios del recargado barroco portugués. Un lugar al que apenas van turistas y que merece mucho la pena de ir a ver. Tampoco son muchos los que acceden al Castelo de San Jorge por su antiguo foso (acceso desde el precioso Beco dos Frois). Uno se encuentra con la fortaleza desde abajo pasando por el pequeño arco de la ‘torre albarrana’ y accediendo al Mirador del Castelo, una explanada desde la que se dominan Baixa, el río, Chiado y Rossío. Desde aquí vas a hacer las mejores fotos de la ciudad.

Visitando el Castelo de San Jorge.- Tras tres meses de asedio, al-Usbuma cayó en manos de las tropas del rey Alfonso Henriques y un nutrido grupo de caballeros cruzados llegados de toda Europa. La alcazaba musulmana se convirtió en castillo cristiano y, un poco más tarde, en palacio real. De aquellas viejas glorias queda bastante poco, porque un terremoto arrasó el área palaciega en 1755 y dejó la fortaleza en ruinas. Hoy vemos las estructuras defensivas desprovistas de la pompa de palacio. Pero aún así el castillo sorprende y aún más los recursos museísticos que se han instalado para descubrir todos y cada uno de los periodos de este lugar que también fue fortaleza romana y dicen que hasta fenicia. Del Castelo hay que salir por las callejuelas de Santa Cruz do Castelo, un precioso laberinto de callejas hermosas que ocupa los antiguos jardines del palacio, hasta el Arco del Castelo, que servía de frontera entre Alfama y la residencia real.

Descubrir Achada.- El Largo de Achada es otro de esos espacios mágicos de la Alfama lisboeta. Para acceder a esta plaza encantadora rodeada de casas de color pastel hay que bajar por la Costa del Castelo hasta las Escadinhas da Achada. Estas escaleras serpentean entre muros que alternan fachadas de azulejos y murales de arte urbano un poco fuera de lugar para un casco histórico como éste. Pero aún así es uno de esos rincones lisboetas con mucho encanto. En el Largo de Achada tienes dos visitas interesantes. La primera es la Casa Da Achada (Largo do Achada, 11), una vieja casona que presume de ser de las pocas que se salvaron en el trágico terremoto de 1755 y que hoy alberga un centro cultural dedicado a la figura del escritor Mario Dionisio. Y la segunda es la Iglesia de San Cristóbal y San Lorenzo (Largo São Cristóvão, sn) que tiene un interior digno de ir a verse. Desde aquí puedes llegar a Baixa (Rua da Madalena) por las Escadinhas de São Cristóvão donde puedes ver el mural Fado Vadio, que se ha convertido en un símbolo del barrio.

Y, por supuesto, visitar la Sé.- Y no puede faltar darse una vuelta por los alrededores de la vieja catedral lisboeta. La (Largo da Se, 1) no tiene el porte de las grandes catedrales europeas, pero su sencilla arquitectura románica encandila. Un consejillo. Párate un rato en el Largo da Sé (lo más lejos posible de la fachada de la catedral) y espera a que pase el Eléctrico 28. Vas a conseguir una de las fotos paradigmáticas de la ciudad. Otro lugar de interés muy cerca de aquí es el Museo del Teatro Romano (Rua de São Mamede, 3), un espacio relativamente nuevo donde puedes ver los restos del viejo teatro romano de Lisboa.

Dos museos en o sobre Alfama.- Ya lindando con las calles de Baixa nos encontramos con una de las casas históricas más importantes de la capital lusa: la Casa dos Bicos (Rua dos Bacalhoeiros 10). Este soberbio palacio renacentista parece un trozo de Venecia en Lisboa. Hoy, este monumento de primer orden alberga la sede de la Fundación José Saramago. No está en Alfama, pero tiene mucho que ver con el barrio fundacional de la capital lusa. En la Praça do Comercio (la gran maravilla de Baixa) se encuentra el Centro Histórico de Lisboa (Comercio, 78), un entretenido museo que explora la historia de la ciudad desde sus inicios hasta antes de ayer. Muy recomendable.  

Fotos bajo Licencia CC: Sergei Gussev; DavideGorla; John Leslie; Jocelyn Erskine-Kellie; Paulo Valdivieso

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