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‘María Rugina Siete Gatos’

Miguel Jiménez Amaro

La semana pasada, por cuestiones del guion -ando contando las palabras, los renglones, el tamaño de la letra, los márgenes, y aun así, me excedo casi siempre por mi predisposición a no saber pisar el freno, y menos, levantar el de mano- no pude detenerme a contaros el menú completo que tomaron Maguisa, La Mistola y Fellini, en la terraza del Bar Canarias, en frente del Malecón Palmero. Y, como al mismo tiempo, Miguel me comenta que no ha parado de recibir mails, whatsapp y llamadas telefónicas preguntándole con qué vino habían maridado los célebres calamares a la romana, voy a dejar otras historias que tenía en ciernes, para daros lo que pedís y que me faltó deciros.

Maguisa y La Mistola quisieron que Fellini se sentase entre medio de ellas dos, mirando al malecón. Fellini les comentó que tenía gran curiosidad por probar los calamares a la romana. Les preguntó que si les parecía bien pedir tres raciones abundantes con dos fuentes, una de ensalada con aguacates y otra de papas fritas; y que si se quedaban con hambre, pues los tres tenían que recuperar energías, podían pedir de segundo carne a la feria con boniatos fritos. Ellas rieron y dijeron que creían que sí, que había que reponer mucho. Fellini les pasó la carta de vinos y les dijo que lo eligiesen ellas. Maguisa comentó que lo hiciese La Mistola, porque de jabones y vinos, ella sabe más que nadie lo que es mejor.

La Mistola comentó que ella siempre pedía los vinos del Hermano Miguel, que era un gesto de fraternidad ¡Cuáles si no iba a pedir!, si aparte de ser buenos, Miguel está invitando constantemente; y ese gesto, de alguna manera hay que devolverlo. Habló de que la amistad sin gestos, no es amistad, y que cuando la ausencia de gestos se quiere tapar con mentiras, es como firmar un certificado de defunción a la amistad, que quizás no fue amistad nunca, se le haya puesto el traje, el adorno, que se le haya querido poner. Miró los vinos blancos, y entre varios, eligió Valdelapinta, Cien por Cien Verdejo, un Rueda, Valladolid, del Hermano Pablo del Villar. Luego ojeó los tintos, y pidió Debo 13 Cántaros a Nicolás, Cien por Cien Tintá del País, un Cigales, también de Valladolid, del Hermano Ignacio Príncipe. Habló después de que Valladolid es la provincia de España con más Denominaciones de Origen. El postre lo pidió Maguisa, que eligió Gato Moka.

Detrás de ellos, en el interior del restaurante, comenzaban a llegar Los Cofrades Laicos de La Tertulia del Canarias, que celebraban la incorporación de un nuevo miembro, y para ello le pidieron a Agustín, que les volviese a contar la historia de cuando los fascistas franquistas se lo llevaron a Paso Alto con la orden urgente de fusilarlo al amanecer, pues querían escucharla de nuevo, y que este nuevo cofrade la supiese por boca de él, ya que aquella historia contenía los secretos, las claves, de la primera iniciación en tal cofradía.

Si queréis saber esta historia al completo, podéis leerla en La Palma Ahora, escrita por Miguel Jiménez Amaro, con el titulo La Radio Galena y las noticias de la BBC inglesa. Fellini no perdió detalle de aquella narración. Cuando acabó de hablar Agustín, Fellini comentó que de allí se podía sacar el guion para una película. “¡Que locura fascista es esta! ¡Querer fusilar a un alférez médico con la acusación de querer vender La Palma a los ingleses!”. La Mistola y Maguisa pusieron al tanto a Fellini de que aquel señor, Agustín, era oculista y tío de Miguel.

No se quedaron cortos con la comanda. Cuando les trajeron el Gato Moka, le entraron con ganas, y pidieron una copa para cada uno de Licor Cacao Pico. Horacio Película pasó por delante de ellos, se detuvo, y le dijo a Fellini: “Italiano, usted sí que sabe”. Fellini invitó a Película a subir y tomar lo que quisiese. Horacio pensó que antes de llegar a su casa, por la noche, su mujer iba a saber que había estado sentado en el Bar Canarias con La Mistola y Maguisa, y que no lo iba a dejar dormir en la cama. Le respondió: “Italiano, tengo que ir a coger el carrito de la basura. Gracias”

Cuando Horacio Película se alejaba de la terraza, se cruzó con una señora de aspecto muy desaliñado, al verla, se le puso más cara de chino aún; se le ocurrió hacerle una pequeña ruindad a Fellini y le dijo unas palabras. La señora se presentó en la mesa diciéndole a Fellini que Horacio Película, con el que se había cruzado, andaba diciendo que en esa mesa había un señor invitando a comer a todo el mundo. Fellini la invitó a sentarse, pero ella dijo que no, que le daba vergüenza, que solo quería llevarse un poco de comida para ella y sus siete gatos, que vivía allí al lado, en la casa que está pegada al Mensajero, en los bajos, dando para la Avenida. Fellini le preguntó su nombre. “María Rugina”. No se preocupe, Doña María, yo tengo que coger la guagua casi ahora mismo, pero estas dos señoritas le llevarán la comida a usted y a sus gatos. “Las esperaré asomada a la ventana”.

María Rugina Siete Gatos les dio las gracias a Maguisa y La Mistola, y ofrendó la comida entera a sus gatos, pues era un alma caritativa, como El Pelícano, que abre con su pico su estómago y da de comer sus vísceras a sus crías, sus hijos.

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