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Israel

María Vacas Sentís

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Israel intenta lavar la sangre de su imagen esgrimiendo la bandera de su cultura, y en este objetivo encuentra la complicidad de algunas instituciones. El embajador de Israel en España, Alón Bar, presidió hace poco una semana temática dedicada a su país, organizada por el Ayuntamiento de La Laguna y la Embajada de Israel.

Israel tiene en su haber la muerte de más de mil quinientos niños palestinos desde el año 2000 hasta ahora, incluyendo los asesinados durante el bombardeo de la franja de Gaza en el año 2009. Israel expolia y arrasa sistemáticamente las tierras de cultivo palestinas, expulsa y demuele sus casas mientras edifica nuevas colonias ilegales. Israel somete a un implacable apartheid a la población palestina mediante la construcción de muros y puestos de control donde ya han muerto varios niños por no ser atendidos a tiempo en hospitales, y tiene en sus cárceles cientos de niños.

Pero cuando las grandes empresas de comunicación hablan de Israel siempre igualan en responsabilidad al ocupante y al ocupado, al agresor y al agredido; o bien suavizan o desdibujan la autoría del crimen, silenciando además un movimiento civil de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), que ya ha obtenido algunos éxitos, especialmente en los ámbitos académico y comercial, y que lentamente va consiguiendo hacerse oír sobre la urgencia de acabar con el régimen de ocupación, colonización y apartheid israelí, mediante el boicot sistemático a sus iniciativas comerciales, políticas o culturales; igual que se hizo con la Sudáfrica del apartheid.

La organización de una semana temática sobre Israel choca frontalmente con estas acciones de denuncia apoyadas por figuras culturales o científicas de renombre como Stephen Hawking, quien se negó a intervenir en la Universidad Hebrea, o artistas, como Roger Waters, quien canceló sus actuaciones en este país. Desmond Tutu, Judith Butler o Angela Davis también se han posicionado contra Israel por su vulneración sistemática de los derechos humanos. Y aunque nadie pretenda comparar al alcalde de La Laguna, Fernando Clavijo, ni al concejal de Turismo, Yeray Rodríguez, con tales personalidades, se agradecería que los recursos públicos no se usaran jamás para dar oxígeno al régimen de Israel.

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