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Lenguaje no verbal

Donald Trump y el papa Francisco, en el Vaticano

Camy Domínguez

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El otro día tuve una discusión con un alumno y, en un momento dado, le dije algo así como “y viene este a romperme la dinámica de la clase”. El muchacho, muy ofendido, en su tono insolente de siempre, me contestó: “A mí no me insultes, que este tiene un nombre”. Le dije que no se confundiera, que en ningún momento yo lo había insultado. Ahí la clase se acaloró de tal manera que tuvimos que posponer la discusión. Un par de días más tarde, aclarando varios puntos y aprovechando un momento distendido, retomé el tema y le dije que los pronombres este, ese, aquel en ninguna parte de su significado se refieren a nada ofensivo, que únicamente indican cercanía o lejanía de un objeto o persona respecto al que habla, que en tal caso, lo que podría resultar ofensivo sería la entonación o los gestos que acompañan a dicho demostrativo, esto es, el lenguaje no verbal.

Después de varios ejemplos, tanto el alumno como sus compañeros efectivamente estuvieron de acuerdo conmigo en que así era. Y es que, como sabemos, nuestro lenguaje no verbal hace muchas veces más trabajo que las palabras a las que acompaña, incluso llegando a cambiar de forma diametralmente opuesta el propio sentido de estas.

Pues en estos últimos días hemos presenciado no pocos ejemplos de lenguaje no verbal que dicen todo de sus propietarios sin necesidad de palabras, como debe ser.

Los reyes de la expresión gestual están siendo, cómo no, el matrimonio Trump. Un par de veces esta semana pasada, la primera dama estadounidense rechazó la intención de su marido de tomarla de la mano. No sabemos si en realidad es que no quiere que la vean de la mano de un señor tan mayor o es que se está vengando de las veces que ella se ha quedado con tres palmos de narices y la mano tendida esperando la de él. Como quiera que sea, los señores de Trump están dando mucho que hablar en este sentido en la prensa rosa y en la otra. Hasta en el gesto del papa Francisco se ha notado una cierta expresión de desagrado al tener que fotografiarse con ellos, vestidos al más puro estilo de la Munster family.

La cara de hastío del pobre pontífice lo dice todo, tal vez por tener que posar con las primeras damas norteamericanas, cuyo asesor de imagen las debió dejar plantadas pues no contaron con el asesoramiento en la vestimenta, por lo que parece como si les hubieran tirado los tocados desde una avioneta de paso por el Vaticano. No solo yo me di cuenta. Los memes sobre la pose y vídeos truculentos que circularon por las redes sociales sobre ambos líderes haciendo manitas no se han hecho esperar.

Tampoco le debió de gustar mucho a Dusko Markovic, primer ministro montenegrino, recibir un manotazo de un Donald Trump, que apareció por allí a chaqueta desabrochada queriendo salir en la primera línea de la foto de la cumbre de Bruselas. Su cara de mosqueo en los minutos posteriores es bastante elocuente y especialmente si el señor Trump vino a recordarles que no han pagado la cuota correspondiente a los otros miembros de la OTAN.

Nada. Que los Trump quieren quedar como modélicos y no llegan ni con la lengua afuera, que su lenguaje verbal no los acompaña, que eso de puertas para adentro tiene que ser un auténtico caos de las formas y los comportamientos y que no se puede tapar el sol con un dedo, vamos, que aunque la mona se vista de seda…

Pero estas cosas no están solo reservadas para el americano, que en España también tenemos nuestra telita que cortar. En aquella misma cumbre estaban cuando los medios internacionales pillaron a nuestro presidente Rajoy con una de sus tan conocidas poses payasas. Me pregunto qué pensarán por ahí afuera de nosotros y de por quién estamos siendo gobernados.

Y también recuerden que la omisión es el lenguaje no verbal por excelencia, que lo que no se nombra no existe, o eso debe ser lo que piensa Susana, la aspirante al trono de la secretaría general del PSOE, que en su mal perder se olvidó por completo de nombrar a Pedro Sánchez, si acaso se refirió a él con un tímido “secretario general electo” en su primer discurso tras la derrota, como si el nombre propio de aquel le quemara la lengua. ¡Qué deportividad! Es vergonzoso. Si entre ellos mismos no se quieren, ¿quién los va a querer?

¿Y qué me dicen de la entonación? Para entonación agotada, la del nuevo líder de CCOO en Canarias. Cada vez que oigo su contagiosa euforia, no sé si hacer un cambio de sentido y volver a casa para seguir durmiendo.

En fin… que con tantos magníficos profesionales en la cola del paro y los asesores de imagen y protocolo de las más altas esferas de nuestra política y sociedad parecen estar de vacaciones.

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