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La gestión del descontento

José Miguel González Hernández

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No me gustaría darle la razón a Oscar Wilde cuando argumentaba que el primer paso de una nación hacia el progreso era el descontento. Está claro que la meta a conseguir en los momentos actuales sea la de encontrar el sendero de desarrollo de la actividad productiva compatible con el equilibrio de los precios y el descenso más acusado y permanente de la tasa de paro. El problema surge cuando no se diferencian las estrategias de corto plazo de las de medio o largo, porque una masiva desregulación, pudiendo generar cierta mejoría de las magnitudes sobre las que intenta influir, a medio y largo plazo alterará sobremanera las reglas del juego, ocasionando mayores perjuicios respecto a los iniciales beneficios pretendidos.

A este respecto, sería conveniente pensar y reflexionar, lejos de los efectos paranoicos que genera la falta de distribución objetiva del crecimiento, sobre el modelo social que desearíamos tener. Por ejemplo, hay algunos donde el individualismo lo es todo. En dichos sistemas, el éxito está reservado para la clase más fuerte o para los que mejor se adaptan, mientras que el resto vivirá al margen.

En este sentido, la dualización social no exige soluciones colectivas. Será el Estado el que gestione la conflictividad que surge de dicha estructura social porque la cohesión no es una prioridad. Existen otros modelos en los que el corporativismo y la jerarquía se muestran como la expresión sistémica de la sociedad, que se construye sobre los procesos de coordinación de las diferentes fuerzas que coexisten en el mercado. En tercer lugar, aparece la estructura social de tradición europea, fundamentada en el compromiso, en la solidaridad colectiva y en la intervención del Estado como garante de la cohesión social, de tal forma que cumple con determinadas funciones socioeconómicas.

A partir de aquí, hay que tener en cuenta que no hay que entregarse a la idea en la que el vínculo social deba someterse a la competencia de los mercados, debido a que no siempre favorecerán de manera natural la armonización social a través de la redistribución de lo obtenido porque la consecuencia inmediata del incremento de la flexibilidad de los procesos de desregulación es la inseguridad y el fomento de las desigualdades en forma de oportunidad, que, lejos de corregirse, se acrecientan, Igual que fue rápida la socialización de las pérdidas, hay que recorrer el camino en sentido contrario.

Necesitamos repensar nuestro destino teniendo en cuenta que en la estrategia Europa 2020 se plantea como simbolismo un crecimiento inteligente, sostenible e integrador. Por ello, las decisiones deben ser creíbles y socialmente compartidas, porque, si todas las ruedas no van en el mismo sentido, el vehículo no avanza, solo gira. Y eso marea.

*Economista

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