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Espacio de opinión de Canarias Ahora

El bajobaritenor Plácido Domingo

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No oiréis jamás a un director de orquesta- quizás

ni siquiera a un crítico- revelar que el señor Domingo

suprime una infinidad de signos de expresión y que

en la proximidad de ciertos agudos, atrasa o acelera

o destroza la frase, retomando el fiato donde no debe.

(Rodolfo Celletti, “I maestri del malcanto”, revista Música

Viva, Febrero de 1982, pag. 46)

El programa El fantasma de la ópera, de Radio Clásica de Radio Nacional de España, retransmitió el Sábado, día 5 de Noviembre de 2011, desde el teatro londinense Covent Garden, la gala homenaje al cantante madrileño Plácido Domingo con motivo de su setenta cumpleaños, aunque hay quienes afirman que tiene más edad, ya que estaba nacido cuando sus padres abandonaron España durante la fraticida sangrienta y reprobable Guerra Civil.

Concretamente el legendario tenor romano, Giacomo Lauri-Volpi, en la tercera, y creo que última edición, de su libro Voces paralelas establece el paralelo Carlo Bergonzi-Plácido Domingo, y coloca entre paréntesis los años de sus nacimientos ,el primero 1921 y el segundo 1934, por lo que, consecuentemente , Domingo cumplió 79. Esta es una cuestión que tendría que aclarar un certificado de su nacimiento auténtico, no el trozo de una Certificación en extracto de inscripción de nacimiento que publicó un periódico vienés tiempo ha, y en el que no consta a qué Registro Civil pertenece, ni la provincia, ni el tampón del mismo sobre los sellos, ni la firma del responsable del tal registro; únicamente se lee escrito a máquina: “D..José Plácido Domingo y Embil, hijo de Plácido y de Josefa, nació en Madrid el veintiuno de enero de mil novecientos cuarenta y uno, tomo 201, página en blanco, folio 52 v.”.

Cualquiera que tenga una ligera idea de leyes sabe que este documento carece de valor legal, y que, por lo tanto, sería rechazado en cualquier organismo oficial por absoluta nulidad, como por ejemplo, en el Registro de la Propiedad, en el que fui oficial en uno de los de esta capital durante 30 años, y poseo los conocimientos y la experiencia profesional necesarios y suficientes, por mi trabajo con documentos notariales, de juzgados y de registros civiles y mercantiles, entre otros, para afirmar que esa certificación de nacimiento es una burda farsa, pero que los lectores austríacos del periódico citado creerían por su desconocimiento de la legislación española.

No comprendo el beneficio que puede aportar a Pepe Plácido Domingo el quitarse 8 años; al contrario, creo que sería positivo para su inmensa egolatría, ya que así podría presumir de ser el cantante que más ha durado en escena ?generalmente no canta como tenor porque no puede con la tesitura-, superando los 71 años de Alfredo Kraus, que si siguió como tenor hasta su retirada por gravísima enfermedad.

De acuerdo con Freud, considero que este fenómeno vocal ?bajobarítonotenor- es un enfermo psíquico porque la egolatría es un gravísimo desequilibrio mental, y no estoy arrogándome la condición de psiquiatra o de psicólogo al hacer esta afirmación, -que no diagnóstico-, que baso en mis lecturas sobre psiquiatría y psicología. No afirmo que el caso de Plácido Domingo llegue a extremos de enajenación mental, pero sí que con su inmenso egocentrismo al querer continuar todavía sobre los escenarios interpretando papeles para barítono y bajo, pero presentándose como tenor ( en el Teatro Real de Madrid, en la representación de la ópera de Gluck Ifigenia en Taúride, encarnó a Orestes, papel escrito para bajo, e igualmente en esa cuerda a Leone, en Tamerlán o Tamerlano de Händel), sumando personajes, que ya superan la centena, y rebajándose la edad en varios años, presenta claros síntomas de desequilibrio psíquico.

Haciendo un esfuerzo masoquista puesto que Plácido Domingo, ni siquiera en su juventud, nunca me convenció en sus interpretaciones vocales por su deficiente técnica y tosco estilo, oí algunas de sus intervenciones en este lamentable evento, concretamente los últimos actos de Rigoletto y Simón Bocanegra en la primera parte, pero ante lo que escuché opté por no sufrir más y apagué el aparato receptor. En las dos primeras óperas citadas intervino interpretando los personajes de Rigoletto y de Simón Bocanegra, escritos para barítono, pero los “cantó” en la tesitura baritonal original y no transportada a la de tenor; pero aunque se enfrentó a estos papeles en su escritura primigenia de barítono ?como he susodicho-, se le presentó como tenor.

Domingo, como es palmario, se encontró más cómodo en la partitura baritonal, pero su voz sonó seca, sin timbre, sin color y sin expresión, parecía que estuviera leyendo monótonamente una conferencia y no “cantando”, tanto en Rigoletto como en Simón Bocanegra, y en la primera de éstas óperas la frase “¡Gilda! ¡Mia Gilda!...¡É morta!..¡Ah, la maledizione¡” que la finaliza, careció de dramatismo, patetismo y desgarramiento de dolor ante la hija asesinada. La única que escapó algo del desastre general fue la soprano que encarnó a Gilda, cuyo nombre no recuerdo; el tenor (duque) vulgar, con agudos inseguros, que más parecían gritos en La donna e Mobile y en sus demás intervenciones; la mezzosoprano (Magdalena) también vulgar; y el bajo (Sparafucile) absolutamente malo.

El célebre cuarteto fue “una pelea de perros”-como decimos por aquí- sin que se oyera a Domingo en absoluto, por lo que se redujo a un terceto. Similar nivel tuvo Simón Bocanegra. En fin, dos actos propios de un teatro de tercera categoría y no del Covent Garden, considerado una de las catedrales de la Ópera. Si Giuseppe Verdi, su compositor, los hubiese oído estoy seguro que habría sufrido un infarto por la indignación que la habrían producido estas paupérrimas versiones y la osadía de Plácido al apoderarse de personajes que él concibió para barítono. Pero lo pésimo fueron las ovaciones y clamores del público, lo que demuestra la absoluta ignorancia de todos los auditores ?hay excepciones individuales, por suerte-, sean de la Scala de Milán, el Metropolitan de Nueva York, la Ópera de Viena, el Liceo de Barcelona, el Real de Madrid, y bastantes más, en los que he presenciado completamente asombrado esos delirios de entusiasmo y he tenido que pellizcarme para asegurarme que no estaba sufriendo alucinaciones.

Y esto en grandísima parte es culpa y responsabilidad de los críticos que, salvo honradas y honrosas excepciones, se dedican a prodigar elogios superlativos, váyase a saber porqué oscuros intereses creados-como en la obra benabentiana-, y así aceptan que Plácido Domingo dirija conciertos orquestales ?es peor “dirigiendo” que “cantando”-, le elogiaban cuando interpretaba repertorio de tenor en deplorables actuaciones, y le ríen la “gracia” de acometer papeles de barítono y de bajo pues tiene la “gloria” de haber aportado a las voces operísticas una nueva cuerda, la de bajobaritenor, por lo que su nombre debe quedar perpetuado en la historia del teatro lírico por su genial invento.

Y lo mismo sucedió el 13 de Mayo último en el Teatro Real madrileño, cantando como tenor Cyrano de Bergerac, en tesitura plana y lineal, de cuando en cuando un gritito cual maullido gatuno a lo Julio Iglesias, aunque Franco Alfano la compuso con agudos para el tenor sobre el La y el Si -que no son agudísimos-, como he comprobado al oírsela a otros tenores. Al magnífico tenor Carlo Bergonzi cuando le llegó el momento de su retiro, lo hizo con total dignidad, y no se le pasó por las mientes continuar como barítono, cuerda en la que comenzó en la ópera. Al extraordinario barítono Sesto Bruscantini tampoco se le ocurrió, cuando notó que le había llegado la ocasión de retirarse, pasarse a bajo, en cuya cuerda fueron sus inicios hasta que Alfredo Kraus le indicó que su campo era el baritonal, en el que fue destacadísimo belcantista.

No comprendo como los públicos de los más famosos teatros operísticos, que han escuchado a los más importantes y auténticos barítonos y bajos de verdad, acepten y aplaudan a Domingo interpretando personajes concebidos para esas cuerdas y hasta wagnerianos ?su voz, en su juventud, de tenor lírico (ahora no se puede dictaminar de que es), no fue ni por aproximación la que se precisa para interpretar los papeles tenoriles del también ególatra y vividor compositor Richard Wagner-; que un grupito de supuestos críticos musicales en BBC Magazine lo coronen como ¡el más grande tenor de todos los tiempos¡, omitiendo ex profeso ?si saben algo de canto- que tenía un registro agudo cortísimo, que alcanzaba con grandes esfuerzos el Si; que nunca ha hecho una media voz, un piano, un pianissimo, un diminuendo, un filado, un matiz, un detalle de elegancia, y que siempre “canta” en forte y fortissimo, todo gritado o berreado, de aquí le viene el tópico del “temperamento” y la “entrega”. Esto es apodíctico. De versatilidad vocal nada y sí enorme osadía. El juicio del mundialmente afamado crítico musical Rodolfo Celletti (ya finado) expuesta al principio de este artículo es absolutamente revelador de la real calidad de Plácido Domingo, cuando era joven y cantaba de tenor. ¡Qué no hará ahora septuagenario!

Pero Domingo es muy generoso con sus elogiadores, aunque no tengan una mínima idea de música como Luis María Ansón -su máximo turiferario actual, que supera incluso al finado Fernández-Cid, al que el tenor Pedro Lavirgen, que se encontró con él a bordo de un avión, increpó a gritos, enterándose todos los pasajeros: “¡Cómo no le regalo abrigos de pieles a tu esposa ni os pago los viajes y los hoteles, como hace Plácido Domingo, de mí no hablas bien!”.Esto lo sabía todo el Madrid musical, donde yo me enteré- en el periódico El Mundo, que lo califica de cantante absoluto, seguramente porque también ha “cantado” papeles escritos para barítono y bajo, naturalmente en esas tesituras, y de superhombre (no en el sentido nietzscheano de Übermensich, cuya más correcta traducción al castellano sería “suprahumano” o “sobrehumano”, y el uso más convencional “suprahombre” o “ultrahombre”, según la idea del filósofo italiano Vattino) sino en el del personaje de los “comics” ?tebeos en mi infancia- Superman.

Domingo es un producto de la publicidad. Esto puede explicar el porqué a pesar de tantas pésimas actuaciones como ha prodigado, con estos pases a las cuerdas de barítono y de bajo, los teatros más importantes lo sigan contratando y los más famosos directores orquestales elogiando. Dicen que es muy extrovertido y simpático y que con su carácter se los gana a todos, lo que es muy difícil de creer y tienen que haber otros motivos inconfesables.

Es una lástima que en estos tiempos tan degradados que vivimos para el auténtico arte, no contemos con la existencia de un émulo de Sherlock Holmes para que con sus extraordinarios métodos deductivos nos mostrase todo el enorme tinglado en el que, al margen de su auténtica, verdadera y pésima calidad interpretativa, está inmerso José Plácido Domingo.

Quiero hacer constar que no siento hacia este individuo que tanto ha denigrado el arte canoro antipatía, pero, obviamente, no simpatía por su palmaria egolatría, su egocentrismo, su megalomanía y su yoismo (según el sentido ortegassetiniano); y que no quedan exentos de responsabilidad todos los que son sus cómplices ?directores orquestales y teatrales, “críticos”, etcétera- en esta degradación del teatro operístico. Debe creerse que es eviterno vocal. Una persona muy vinculada a la ópera, y de gran honestidad y seriedad me ha asegurado que Domingo actualmente canta con un micrófono inalámbrico que lleva en los bolsillos de sus trajes. De ser cierta esta acusación, los directores de los teatros que se lo consienten están cometiendo una estafa, una amoralidad con los públicos, y, por supuesto, él también.

Con tremenda amargura termino expresando que la Ópera, el teatro lírico actual, salvo pequeñas y plausibles excepciones, está a años luz de lo que fue en sus brillantes momentos de genuino esplendor, por la carencia de intérpretes de valía. ¡Que tristeza me produce esta decadente situación|

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