A Patricia Hernández no le quedan uñas, ni en los dedos de la mano ni en los dedos de los pies. Es senadora socialista por la isla de Tenerife, y de una bisoñez política digna de mejor causa. El viernes se vio como miembro de la Ejecutiva Federal de su partido y se volvió loca de la cabeza. Corrió por todos los pasillos del Palacio de Congresos, agotó la batería de su teléfono móvil mandando mensajes y pidiendo apoyos, y hasta se presentó como vencedora ante los periodistas de Madrid el sábado por la mañana. Todo ello tratando de guardar el equilibrio sobre unos tacones que no estaban hechos para ella. Luchó para ganar ese presunto puesto en la gloria federal a Gloria Rivero, diputada por Santa Cruz de Tenerife, a la que también buscaban los periodistas de Madrid como posesos. También se postuló Pilar Grande, pero su candidatura estaba muerta antes de nacer porque no contaba con apoyos suficientes.